Ariel Sampaolesi: de ir de invitado a una clase de teatro al gran actor
Benditos Artistas Nuestros volvió a la pantalla de CANAL 13 de la mano del titiritero David Gardiol. En esta oportunidad una entrevista a fondo con la cara del teatro sanjuanino en este siglo XXI.
Ariel Sampaolise comenzó su exitosa carrera artística sin saber que la estaba comenzando. En plena actividad artística, pasó por Benditos Artistas Nuestros para someterse ante las preguntas de David Gardiol. Él, como artista todo terreno esta vez se puso el traje de entrevistador. Disfrutá de la entrevista completa
David Gardiol: ¿Cuándo nace el Ariel que dice “me gusta esto de actuar”?
Ariel Sampaolesi: -Era adolescente, tenía 17 años y estaba en el último año de la escuela secundaria, el Colegio Nacional Monseñor Doctor Pablo Cabrera (risas) Yo la verdad que la he pasado muy bien en la escuela secundaria. Era buen alumno, tenía buena onda con casi todos y estudiaba. Ahí tenía una compañera que hacía este teatro, declamación, arte escénico. Ella estaba todo el tiempo diciendo que quería hacer teatro con Oscar Kummel. Empezamos siendo cuatro, después quedamos nosotros dos y al final solo quedé yo en un grupo que tenía Kummel. Era un taller que daba en el teatro Sarmiento en el año 92. Esa grupalidad fue tan emocionante y tan bella para mí que encontré de inmediato ahí mi grupo de pertenencia. Había personas que de todas las edades, además de Kummel, que era un maestro maravilloso, divino, cariñoso y transparente en su modo de impartir conocimientos, de dar con una generosidad increíble. En él encontré a un apasionado que hizo apasionarme por eso también, porque Kummel construía, pintaba, hacía vestuario, cosía, inventaba dispositivos. Todo eso fue mi escuela artesanal, de taller, de atelier, de hacer y volver a construir y de romper. Fue lo que me incentivó a comprender que había ahí un mundo que yo tenía que habitar. Después con Kummel hicimos un par de obras de teatro, viajamos por muchos lugares y compartimos escenario con actores y actrices que me parecían hermosos. Algunos que ya había visto en teatro y otros que eran mis propios pares, mis compañeros en el taller con Kummel. A partir de ahí comenzó esto de empezar a tomar contacto con el teatro de otros lugares y viajar por distintas provincias. Comenzamos a conocer lo que sucedía con la autogestión, con las salas y con los espacios, que también era un tema que se discutía bastante en el grupo. Adolecíamos de espacios en el 92, apenas estaba el Instituto Goethe, que era donde trabajaba el KUMMEL, y se había convertido en Instituto Alemán. Kummel ya no tenía disponibilidad de ese espacio y ese año tuvo que dar el taller en el teatro Sarmiento. Al año siguiente empezamos a hacer el teatro en una sala por la calle Santa Fe con Kummel. Luego de la primera experiencia pasó lo que pasa siempre con los grupos teatrales: de repente eclosionan, y todo eso que eclosiona, de inmediato se regenera y se convierte en otra cosa. A los pocos años de laburar con Kummel, ya habíamos formado un grupo con otra gente. Además, en ese momento se había abierto la carrera de teatro en San Juan. A partir de ahí nace en mí la necesidad de dirigir, de escribir, de componer canciones, de indagar en otras formas como la danza teatro y los títeres también. Eso es lo interesante que tiene nuestro actividad, tantos lugares para abordar.
-Ahí intervino Alejandra Carabante.
-Sí, ella hizo un tremendo planteo. Es un artista increíble, una dibujante increíble, una mina muy dedicada, además era muy buena actriz a su vez. Con ella empezamos una gran experiencia pero siempre centrados en la necesidad de encontrar un lugar. Estuvimos en un lugar que se llamaba Casa Tomada y en simultáneo apareció El Candado Teatro.
-Había olor a teatro ahí.
-Sí, esas cosas que dan, ¿viste? Lo energético queda en los edificios. Los espacios donde se hace teatro están llenos de energías y de cosas y de soniditos ¡Hablan hasta las cortinas! Pasan un montón de cosas. Hermoso, hermoso. Sí. Creo que no hay sala de teatro en el mundo que no tenga una anécdota referida a alguna aparición, alguna presencia, sombra, rostros o caras. Está bueno (risas).
-El Ariel comunicador, ¿de dónde sale?
-En el 93 empecé a estudiar simultáneamente Comunicación en la UNSJ. Estuve unos años ahí y después no volví más. Estuve muchos años. Nunca terminé, pero porque también me terminó chupando el mundo laboral. Al poco tiempo de estar en la universidad, empecé a hacer una pasantía en Diario de Cuyo y empecé a escribir. Ahí tuve otros maestros tremendos de comunicación. Tipos que estaban ahí, enseñándote el oficio. Creo que ahí apareció también la agilidad, que creo que la tenía desde muy peque, de poder escribir o poder redactar o poder comprender algunas cosas. Estuve un par de años en Diario de Cuyo. También estaba haciendo radio simultáneamente y bueno. Después entré a Radio Sarmiento, donde empecé a hacer un programa que se llamó “El Loco del Pueblo” que duró ocho o nueve años y que también hice en Radio Colón.
-Ese programa fue muy popular.
-Sí, éramos un programa líder de audiencia en la siesta cuando, en San Juan, medio que la siesta era un horario marginal. Creo que a raíz de ese programa se activó ese horario. Era un programa gigantesco. Tenía periodistas de mesa, noticiero, periodista de espectáculo, humorista, yo era uno de los humoristas. Era una estructura gigante, un programa que duraba cuatro horas diarias o más, dependiendo de cómo se iba acomodando la grilla de la programación. Fue una experiencia maravillosa en donde yo pude canalizar lo de interpretar personajes o distintos roles al micrófono. Ya lo había hecho en Radio Universidad, pero no con esta dinámica de hablar y contestar, que exige una agilidad mucho más grande. En ese momento era furor Alejandro Peña en Buenos Aires. Yo lo escuché y dije “tengo que hacer esto”. Empecé a lo, me encantó y lo sigo haciendo. Estuve un tiempo sin hacer radio, incluso también un tiempo sin hacer gestión teatral en la sala y sin hacer teatro. Todo eso fue en el momento en el que asumí el rol de representante provincial, que fueron 9 años de una locura tremenda.
-¿Cómo fue esa experiencia?
-Me parece que me dio una exposición pública para la cual yo no estaba preparado. Me ha llevado a tener que hacer terapia un par de veces para poder acomodar un poco los patos, porque la exposición es compleja, la exposición mediática mucho más, y ocupar un cargo público también. Está súper estigmatizada la cuestión. Está eso de que quien llega a un cargo público es para chorear. Esas cosas pesan un montón en lo humano, en lo anímico, en lo que uno le pasa, y ha sido complicado y me siento mucho más cómodo cuando no estoy en ese lugar. También comprendo que hay que pelearla. Yo había sido muy crítico de lo que venía sucediendo con la gestión años antes de entrar al Instituto. Ya me había presentado en varias oportunidades al concurso para estar en ese lugar y poder comprender un par de cosas, ver cuál era mi visión respecto de las transformaciones que me parecía que tenían que haber. Cuando tuve la oportunidad creo que me metí de lleno, dejé una gran parte de mi vida y de mi carrera de lado.
-¿Qué sentís con el cumpleaños del Avispero?
- Un montón de cosas. En estos días hicimos un festival en donde queríamos integrar ese pequeño circuito de espacios que hay también en Trinidad, alrededor del Avispero. Fue tan bello todo lo que pasó, porque hubo amigos, espectadores, que después de las funciones se pararon a darnos mensajes preciosos. En redes sociales y en mi teléfono hubo muchos mensajes también después de las funciones, de las obras. La gente habla sobre ese espacio, que ha sido un lugar de encuentro que es fundamental e insoslayable para que ocurra el teatro. Yo estoy muy contento con eso y también estoy comprendiendo un montón de cosas respecto a lo que pasa con ese espacio, que yo ocupo y en donde estoy porque además es una herencia de mi familia, pero que se ha convertido en un lugar donde confluyen diversas formas de producción, diversas formas de pensar, diversas formas de construir lo creativo, los lenguajes. Ahora está la radio también.
-¿Cómo es lo de la radio?
-Está funcionando una radio también en El Avispero. Es una radio online que se llama Condado Radio, donde estamos haciendo una comunicación que tiene, entre otros fines, la difusión de nuestros artistas y nuestras personas valiosas, pero que también es un lugar de opinión política, de reflexiones, de encuentro desde otros lugares. El otro día uno de los programas de la radio hizo una feria de intercambio de plantines y semillas, la primera feria que se hace en San Juan de ese tipo. Estamos trabajando con la comunidad.
-¿La gente de la zona sintoniza también?
-Sí, sintoniza. Hace muchos años que estamos ahí y hay sintonía. Hay momentos donde hay más sintonía que otras. Este es un momento de mucha sintonía. A mí me encanta ver cómo el espacio va mutando y se va transformando junto con los proyectos de las personas que lo habitan. El espacio del Avispero está abierto, colorido, con un medio de comunicación entre medio, funcionando con muchas cosas a la vez. Eso es algo que en otros momentos no lo hacíamos y creo que estamos con ganas de seguir. He pensado en muchas oportunidades en cerrar el espacio, sobre todo en la pandemia. Pensaba “¿por qué tomé esta decisión si podría estar alquilando este galpón para un depósito de neumáticos?” ¿Por qué decidí que fuera un teatro? Con todo lo que eso acarrea. Además, en una provincia con un teatro emergente. Hay que remarla día y noche para acarrear al público a la sala.
-Tenemos que valorar mucho esos espacios.
-Sí, yo estoy contento re activo y con muchos proyectos nuevos, pensando en lo que se viene.
-¿Qué le querés decir a la gente?
-Vayan a ver teatro sanjuanino que es precioso. Es teatro de arte que tiene un montón de búsquedas y tiene un montón de elementos nuestros. Federico García Lorca decía que el actor, el dramaturgo, el teatrista, el creador, tiene que pintar su aldea para pintar el mundo. Esa pintura del mundo no existe si no está quien la mira. Los necesitamos a ustedes.