Periférica publica ahora la historia, inédita entre nosotros, de los amores locos, intensos, pictóricos, líricos, fatales e itinerantes de dos oficiales bolcheviques por una lideresa del ejército zarista.

Fue Pierre Mac Orlan quien editó el libro, éxito inmediato de un joven campesino, hijo de un leñador y de una mujer analfabeta, que se había trasladado a París en 1920 desde su Occitania natal para penar como funcionario antes de alcanzar la gloria literaria y volverse al campo.

La papal bendición bretoniana duró un suspiro. En 1925, Delteil obtuvo el Premio Femina por Jeanne d'Arc. La novela sobre la santa guerrera sentó como un tiro a Breton, que la calificó de «una enorme porquería». Para colmo, Delteil dijo que él nunca soñaba. Breton lo expulsó a las tinieblas.

La novela de Delteil, heterodoxa, organizó un lío morrocotudo entre católicos y no católicos, que se dividían y se subdividían, no siempre de forma previsible, en sus ataques y alabanzas.

El danés Carl Theodor Dreyer (Ordet, Gertrud) compró los derechos para hacer su gran obra maestra, La pasión de Juana de Arco (1928). Aunque Delteil figura en créditos y fichas y aunque llegaron a trabajar juntos 15 días, el escritor y el cineasta no se entendieron, y Dreyer tiró por su cuenta para elaborar el guion. Delteil nunca quiso ver la película.

Los parisinos años 20, con Choléra (1923) y Le discours aux oiseaux par saint François d'Assise (1925) -y 15 libros más-, fueron el período de máximo esplendor de Delteil, que conoció una doble ruptura, a principios de la siguiente década.

En 1930, el novelista se enamoró hasta las cachas de la americana Caroline Dudley, que fue su compañera y su esposa ante Dios (a partir de 1962) durante toda su vida. Caroline, divorciada y con una hija, fue una mujer interesantísima, nada menos que la cocreadora y productora del rompedor musical Revue nègre (1925), para el que trajo desde Nueva York y que consagró universalmente desde París a Joséphine Baker.

Al año siguiente, Delteil se agenció una grave enfermedad pulmonar que le costó dos meses de hospital y dos años de recuperación con secuelas. La literatura no daba para todo lo necesario y un fugaz empleo como representante de los vinos espumosos de su región no fue plan. Caroline tenía que bregar con la imprevista afición de Delteil a apostar en los casinos y en las carreras de caballos.

Entre una cosa y otra -y algunas más-, en 1937, la pareja tomó el camino de regreso a la añorada y originaria Occitania, comprando una finca con viñedos en La Tuilerie, donde vivieron juntos hasta sus respectivas muertes. Delteil, de viejo, mutado en viticultor y gastrónomo, que nunca paró de escribir y publicar -salvo en un período de más de 10 años-, bromeó con que la gente le tomaba -también por sus pintas- por un hippie o por un beatnik.

Algo habrá que decir sobre el asunto religioso en Delteil, sobre todo después de haber mencionado su tardío y ansiado matrimonio por la Iglesia con Caroline. Bautizado, comulgado y educado en la fe católica, su madre soñaba con que el pequeño Joseph fuera sacerdote.

Algo tuvo que ver todo esto con la predilección por lo religioso de Delteil, que, además de la novela sobre Juana de Arco, escribió al menos un libro sobre Jesucristo, dos sobre San Francisco de Asís -«yo soy Francisco», llegó a decir-, estuvo muy interesado en las vidas de los santos y proyectó una biografía de la Virgen María. Como cabe suponer en un temperamento surrealista, su visión de todo ello y sus inquietudes espirituales no fueron precisamente las reglamentarias. También escribió sobre Don Juan, Jean-Jacques Rousseau y Napoleón, a su aire.

Amigo desde París y para siempre de Robert y Sonia Delaunay -con quienes colaboró- y de Marc Chagall, muy viajero antes y durante su anclaje occitano -recorrió varias ciudades españolas en al menos cuatro ocasiones-, Delteil mantuvo larga amistad y correspondencia (publicada) con Henry Miller y frecuentó, en su común paisaje occitano, a dos cantantes tan sublimes, distintos e incombustibles como Charles Trénet y Georges Brassens. 

Desde un edema pulmonar, en 1966, su salud -anginas de pecho, trombosis, síncopes- fue desastrosa, pero aguantó el tirón hasta morir, en 1976, a los 83 años. Seis años después se fue Caroline, y descansan juntos en Pieusse, el pueblo cercano a Carcassone -¡los cátaros!- donde Delteil pasó su infancia y aprendió de su padre a cultivar las viñas.

UNO DELANTE: WOODY ALLEN

Se percibe un decaimiento en la acogida a las últimas películas de Woody Allen. Hasta su público más fiel le es infiel cuando el cineasta no ofrece las comedias que atesoran los tópicos que han cimentado su fama. Conviene recordar que Allen ha hecho grandes tragedias, y la recién estrenada 'Wonder wheel' es una de las mejores. ¿Un drama sobre una familia disfuncional? Algo así diríamos con lenguaje de hoy. Sólo por las interpretaciones de Kate Winslet y Jim Belushi merece la pena ver 'Wonder wheel', esa historia de amor truncada por la superioridad de la cruda realidad sobre los sueños. Si la escritura es perfecta, la fotografía de Vittorio Storaro es para enmarcar.

Fuente: El Mundo