Este domingo, la Iglesia Católica conmemora a Alfonso Rodríguez, un religioso jesuita que cambió su vida cuando al quedarse viudo y sin hijos, se unió a la orden de la Compañía de Jesús. Murió en 1617 y fue Canonizado por el Papa Juan Pablo II el 16 de mayo de 1988.

Alfonso fue un comerciante español de tejidos que después de perder a su esposa e hijos, cambió su vida. Entró ya anciano con a la orden jesuita y, como portero del convento de la isla de Mallorca, practicó heroicamente las virtudes cristianas de humildad, obediencia, constancia y santidad.  Hasta que fue destinado a las misiones en Paraguay.

En 1628, ocupado en las misiones guaraníes del Paraná y luego a Itaipú, se le designó para que acompañara a Roque González de Santa Cruz en la fundación del pueblo de Todos los Santos de Caaró, en la banda oriental del río Uruguay. Pero Ñezú, hechicero y cacique de Igní, se oponía al proyecto y dio la orden de matar a los misioneros.​ El 15 de noviembre de 1628, estando reunidos en la plaza para presenciar la instalación de una campana, los indígenas aparecieron de improviso y en medio de la confusión golpearon a González en la cabeza. Al oír el ruido, Alfonso Rodríguez Olmedo salió de la iglesia y fue igualmente muerto a golpes de itaizá. Sus cuerpos fueron arrastrados hasta la iglesia y quemados con cuadros e imágenes, según la biografía jesuita.