Historias de Halloween: la leyenda del Caballero Errante y el Lobizón de Albardón
Como en cada lugar, hay leyendas que asustan. Te contamos algunas de las más conocidas de San Juan.
Como en todos los puntos del país, las leyendas están ahí. En San Juan hay abundancia de ellas, pero hay dos que atemorizan aún a la población. Una de ellas sucedió en Albardón y la otra en Calingasta. Estas leyendas fueron transmitidas de generación en generación con el fin de "prevenir" y en algún sentido dar a conocer la mística de los pueblos.
El lobizón de Albardón
Conocido en algunos países de Centroamérica, al igual que en Chile y Brasil como "chupacabras" y figurando con esta denominación en los medios de prensa locales, lo concreto es que uno de los principales departamentos sanjuaninos afectados por
la aparición de este extraño ser es Albardón, donde se lo conoce como "el lobizón".
A mediados de la década del 90, la familia Olivera tendría una gran sorpresa. Nada parecía indicar que fuera una mañana distinta de otras, pero la conmoción fue grande cuando todas las gallinas ponedoras, que sobrepasaban las cincuenta, aparecieron muertas en el gallinero lindante a la casa. Los dueños contaban con tres perros grandes, buenos guardianes, que no habian evidenciado ninguna anormalidad durante toda la noche, un caballo contiguo al gallinero, tampoco dio señales de alarma.
El corral de las aves constaba de una construcción fuerte y segura, la puerta tenía candado y sólo empujando con gran fuerza la parte inferior de la misma permitía un muy reducido espacio de ingreso. Todas las gallinas estaban muertas, llamaba la atencion que se encontraban en el lugar donde habitualmente dormian, lo que demostraba que no habia existido gran revuelo ni desesperación en los animales, ademas algunas gallinas sueltas que se encontraban fuera del gallinero no fueron exterminadas.
¿Qué lo habia causado? Entre las hipótesis planteadas por distintos investigadores y los análisis de veterinarios se especulaba con una bandada de murciélagos vampiros que perdida o errante, cayeran sobre los animales, lo que no explicaría la muerte de los mismos, ya que su conducta habitual es la de parasitos que no exterminan a sus presas. Otra posible causa fue atribuida a diversos depredadores como a un felino llamado jaguarundi; a hurones por la adaptable anatomía de sus huesos, elásticas
livianos, pudieran haber ingresado por espacios muy reducido o comadrejas que habían mutado sus hábitos alimenticios.
Ninguna explicación fue valedera para los habitantes de Albardón. El llamado lobizón, que no es lo que vulgarmerte conocemos como una mezcla de hombre-lobo, sino una especie de animal desconocido había hecho su terrible aparición. Las creencias y descripciones al respecto hacen referencia a un animal cuadrúpedo de gran tamaño, capaz de correr con destreza como de trepar a los árboles con gran agilidad, ojos adaptados a la oscuridad y dotado de fuertes y largos colmillos
El fenómeno en lo sucesivo presentaría otras aristas en el departamento, con la desaparición o muerte de cerdos, a algunos de ellos les faltaba parte de la masa encefálica o presentaban orificios en la vena yugular. Con los conejos pasó lo mismo, aparecían muertos o devorados en jaulas destrozadas, los perros atados al pie de las mismas, jamás ladraron o mostraron un comportamiento inquieto, muy por el contrario, se los encontraba durmiendo en total tranquilidad. Las huellas en los pisos limpios y regados eran, según testigos, de un animal muy grande con patas del tamaño de la mano de un hombre.
Los casos citados quedaron sin resolver; en los últimos años no se conocen datos sobre una nueva aparición de este extraño ser . No obstante en el imaginario de los albardoneros quedó la impronta de aquellos misteriosos sucesos, que tomaron la categoría de un fenómeno mítico.
El caballero errante
Las "almas en penas" son una creencia muy arraigada en todo nuestro país. Se interpreta que son espíritus que andan penando por alguna falta cometida en la vida terrenal. Es castigo divino el andar errantes hasta que, una vez cumplida la condena, recién pueden ingresar al reino celestial. Para lograr esta gracia precisan de la ayuda de los mortales.
En relación a ellas, en San Juan se registró la presencia de un "alma en pena" conocida popularmente como "El caballero errante". Apunta que a principios del pasado siglo, una mujer calingastina que buscaba junto a sus hijos yacimientos de sal en los cerros, "a la oración" (al atardecer), escuchó una aterradora exclamación que se repitió con pausas. Luego, a lo lejos, todos advirtieron la presencia de un "hombre de buen porte", montado en una mula, de elegante aspecto.
Posteriormente, comentando lo sucedido a unos arrieros, supieron que se trataba del "caballero errante". Le dijeron que era el alma de un acaudalado calingastino, quien en vida cometió muchas faltas, y ahora deambulaba por la cordillera, hasta cumplir su condena.