Marcelo Vizcaíno: ‘Soy un cineasta frustrado que no morirá tranquilo hasta construir una película’
El arquitecto y escritor sanjuanino presentó su tercer libro “La piraña sonriente”.
Una vez más, el talento local traspasa fronteras, en esta oportunidad de la mano de un arquitecto que se apasionó por la escritura y que ahora, materializó nuevamente su deseo presentando su tercer libro.
Se trata de Marcelo Vizcaíno quien lanzó, de la mano de Cormorán Ediciones, su libro de novelística argentina, “La piraña sonriente”, sobre la que el autor comentó: “Es mi tercer libro publicado en Chile. Yo viví muchos años en Santiago y allí fue donde encaucé la narrativa como complemento al ejercicio de mi profesión. Claro que la escritura siempre fue un desafío para mí, porque me gusta mucho leer, y más estudiar”, comenzó diciendo el entrevistado quien ya tiene publicados “Un perfecto inútil” (cuentos) y “Nilo” (novela).
Imaginación
“Luego de recibirme de arquitecto en San Juan, gané una beca para hacer un Magister en Chile y eso me obligó a escribir ensayos y tesis y un Doctorado en arquitectura, con más escritura académica. Sin embargo, el escribir científico es muy interesante para comunicar los hallazgos disciplinares -de hecho, publiqué artículos y ensayos de arquitectura- pero es muy ‘formateado’ y por esas casualidades de la vida, por una recomendación médica, logré liberarme de esas ataduras y dar rienda suelta a esa imaginación alimentada por años de libros, películas, revistas, escribiendo historias cortas, cercanas a la forma del cuento”, detalló Vizcaíno.
Luego el profesional sumó: “Desde entonces me interesa mucho la historia que cuento, y sobre todo de qué manera la construyo como narrador. De ahí es que, teniendo una o varias escenas en mente, pienso bastante en el desafío de cómo levantar los cimientos de una narración para sostenerla y deleitar al posible lector. Posiblemente con esta postura es que logré algunos reconocimientos -fui finalista en un concurso de cuentos en Helsinki, y gané dos becas de creación del libro del FONDART, Chile- que me alentaron a seguir. En este disfrute, estudié literatura y a la vez, de los cuentos, trabajé en otros géneros como novela y dramaturgia”.
Logré liberarme de esas ataduras y dar rienda suelta a esa imaginación alimentada por años de libros, películas, revistas.
La Piraña Sonriente
La reseña de “La piraña sonriente” indica que el libro invita a experimentar un viaje siguiendo la ruta intrincada de algunas obsesiones para explorar aquellos pliegues, en la psiquis de sus protagonistas, detrás de ciudadanos comunes con oscuros secretos. El autor delinea costumbres urbanas que guardan, bajo el tranquilo velo de la cotidianidad, lo inesperado. La crisis de abstinencia por el tabaco, un grupo de sórdidas escolares que esperan por su víctima, una ambiciosa mujer que estará dispuesta a todo por una obra de arte o la justicia impartida con las propias manos, revelan una sociedad en permanente tensión. Vizcaíno con una pluma impactante expone temas profundos y oscuros con personajes sumidos en los engranes de la sociedad. Pero a medida que los personajes se adentran en sus deseos, no imaginan que las consecuencias cambiarán para siempre su existencia.
Acerca de sí mismo Marcelo dijo: “Según pasan los años, considero que lo más propicio es auto-presentarme hoy como un constructor. En un sentido amplio, y metafórico a la vez, esta etiqueta simplifica mis labores también dejando siempre la posibilidad, de más umbrales que traspasar. En esencia podés identificarme como un arquitecto que explora y practica otros campos de creación”, comentó y a continuación dijo que se considera imaginativo, creativo, apasionado, estudioso y disciplinado.
Curiosidad y montajes
Sobre de sus comienzo y razones por las que eligió la arquitectura como su profesión Marcelo comentó: “Mi infancia fue de imágenes. En mi casa se compraban habitualmente dos o tres revistas de historietas mensuales, también recuerdo haber hojeado fotonovelas y siempre hubo un ritual de mis padres para llevarnos al cine. Posiblemente, con esos influjos fue donde germinó mi imaginación y que yo plasmaba obsesivamente en el dibujo. Me gustó muchísimo dibujar, hasta hacerlo desaforadamente me atrevo a decir. Mi mamá me alentaba. Nada me gustaba más que sentarme a dibujar, curiosamente no copiaba, sino reproducía imágenes de mi cabeza o registros de la realidad. Luego fui descubriendo las lógicas para edificar, con retazos de madera que mi papá compraba en una carpintería del barrio y más tarde, con los ladrillos Rasti".
"Ambas actividades me entretenían a la par de dibujar, y así, los espacios que soñaba se delineaban y levantan, en realidad, pensándolos como escenarios. Allí ocurrían situaciones, supongo muy influenciadas por las películas. Coincidió que todo esto sucedía en el proceso que mis padres construían su primera casa proyectada por un arquitecto y ahí comencé a sentir mucha curiosidad por otras imágenes: las revistas de arquitectura alemanas que habían aparecido por entonces, intenté leer los planos de arquitectura, como también los del Burda, ese magazine de costura que yo espiaba a escondidas de mi mamá, intrigadísimo, persiguiendo números, líneas y colores. Pero esto no era solo un deleite visual, por definirlo de algún modo, sino un acto provocador de historias, yo disfrutaba de los dibujos a la vez, que imaginaba historias, situaciones, escenas”, recordó.
Me gustaría terminar un cortometraje documental sobre la extinción de las antiguas salas de cine en el paisaje urbano, como las que conocí en mi infancia.
Momento actual
El entrevistado contó a Diario 13 San Juan cómo siguen sus actividades vinculadas a la arquitectura y a la escritura: “En la profesión me interesa asumir y desarrollar los proyectos que sean desafíos, que en nuestro contexto no son muchos, pero de vez en cuando aparecen con clientes especiales; como también soy docente universitario, propongo en mis materias formar e incentivar sobre el pensar y el escribir de arquitectura, una veta poco explorada en planes de estudios tan profesionalistas como con el que yo me formé”.
Mi infancia fue de imágenes. En mi casa se compraban habitualmente dos o tres revistas de historietas mensuales, también recuerdo haber hojeado fotonovelas y siempre hubo un ritual de mis padres para llevarnos al cine.
Sobre el futuro, Marcelo Vizcaíno aseguró: “Varios proyectos me inquietan. Tengo terminada una novela que me propuse publicar en Argentina y espero hacerlo el año próximo. Lo mismo deseo para unos textos de teatro que estoy por terminar, el montaje final sería un desafío muy importante para mí. Además, me gustaría terminar un cortometraje documental sobre la extinción de las antiguas salas de cine en el paisaje urbano, como las que conocí en mi infancia. Tengo mucho material filmado sobre esos grandes espacios de antaño y solo me resta sentarse a editar. Será porque el cine me apasiona, y porque creo que en el fondo, soy un cineasta frustrado que no morirá tranquilo hasta construir una película”.