Cuando escuchó la palabra "perpetua", Hugo Elbio Bermúdez llevó su cara hacia sus manos. Mientras la secretaria del Tribunal Oral Criminal 3 de Morón enumeraba los detalles de su condena y las de sus cómplices, Leonardo Daniel Jara y Gabriel Fabián Gómez, el secuestrador y asesino quedó con el rostro tapado. Sólo él sabe qué pensó en esos instantes mientras escondía sus emociones. Si recordó a alguien, si recuperó en su memoria las imágenes de esas manos sobre el cuerpo de Candela Sol Rodríguez cuando todavía estaba viva, si evitó mirar a sus padres, que estaban a unos metros, o si reflexionó lo que vale ejecutar una venganza.

Entre la noche del 29 de agosto de 2011 y la madrugada del día siguiente, Bermúdez le tapó la boca y la nariz a la chiquita de 11 años -que llevaba nueve días secuestrada-, abusó de ella, la asfixió y la mató. Todo con esas manos. Salvo que Casación revea las penas, Bermúdez (56) y Jara (37) pasarán casi lo que queda de sus vidas en prisión. Quizás algún día el silencio que oculta la trama se rompa. Mientras tanto la causa, que se abrió hace seis años, no se termina acá. Detrás de los tres hombres condenados este martes en Morón hay un entramado que anuda toda la podredumbre de la mafia del conurbano oeste.

Drogas, poder, política, corrupción policial y un ajuste de cuentas, según la causa, dedicado a la familia de Candela, especialmente un atentado contra su papá, Alfredo, o "Juancho", quien cuando sucedió el crimen estaba preso por piratería del asfalto. La jueza Raquel Reneé Lafourcade, integrante junto a Diego Bonanno y Mariela Moralejo Rivera del tribunal que cerró el primer círculo este martes, sintetizó las oscuridades de esta historia en una frase que integra las más de 200 páginas del fallo: "Tengo experiencia. Aún a riesgo de ser tildada de soberbia, debo decirlo".