Este domingo 11 de febrero, Mama Antula será canonizada en la Basílica de San Pedro, en el Vaticano. La ceremonia estará a cargo del Papa Francisco. Para los creyentes y religiosos, se tratará de un momento histórico. No solo será santificada sino que María Antonia de San José (apodada como Mama Antula), se convertirá en la primera santa argentina.

Es bien sabido que el camino hacia la santidad de esta religiosa fue marcado por el reconocimiento de dos milagros, atribuidos a su intercesión divina. Antula fue beatificada en 2016 en Santiago del Estero después de que el Papa autorizara la publicación del primero de sus milagros.

El segundo milagro, crucial para su canonización, fue la recuperación de un hombre que sufrió un accidente cerebrovascular a comienzos del siglo XIX en la provincia de Santa Fe. La historiadora y difusora de la historia de la beata, Graciela Ojeda de Río, destacó que este hecho, que desafió toda explicación médica, fue evaluado por nueve médicos de diferentes partes del mundo, quienes no encontraron una explicación lógica para la recuperación del paciente.

Sobre su historia

Mama Antula nació en 1730 en el pueblo de Silípica, en Santiago del Estero, de una familia acomodada de encomenderos, recibiendo, además de formación cristiana, la mejor educación. Sin embargo, A los 15 decidió irse vivir con los jesuitas para ayudar a los más desposeídos.

Lejos de lo convencional, esta laica consagrada se opuso a los mandatos que recaían sobre las mujeres y amparó a prostitutas, lesbianas, adolescentes embarazadas, “hijos naturales”, madres solteras. Fue controversial para su época, momento en el que las mujeres no leían ni escribían y les estaba vedada casi cualquier participación puertas afuera.

Entre tantas, testimonios afirman que fue ella la responsable de traer a Argentina la imagen del Patrono del Pan y el Trabajo, San Cayetano.

Tomó por nombre María Antonia de San José. Fue allí cuando aprendió a organizar los ejercicios espirituales, hasta que, en 1767, Carlos III expulsa a los jesuitas y luego el Papa Clemente XIV suprime a la mismísima orden. Pero Mama Antula, con 38 años, decidió seguir adelante, logrando al final que el obispo de la gobernación del Tucumán, que abarcaba varias provincias del norte, la autorizara.

Caminando descalza, con la capa de los sacerdotes jesuitas, llevó los ejercicios a Salta, Jujuy, Tucumán, Catamarca, La Rioja y Córdoba. Su siguiente objetivo (tras haber caminado 4.000 kilómetros) fue Buenos Aires. Pero allí la recepción no fue nada buena. Con un grupo de mujeres que la acompañaba, todas con aspecto andrajoso, su ingreso fue acompañado por burlas y piedras que llegaron a herirlas. Tras refugiarse en la iglesia de la Piedad, en el barrio de Monserrat, le costó meses hasta que el virrey y el obispo le autorizaron los ejercicios, que incluyeron discusiones airadas.

Pero, finalmente, el éxito de la concurrencia a sus ejercicios fue rotundo. En 1788 ya habían participado setenta mil personas, entre los que se contaban miembros de la Primera Junta como Cornelio Saavedra, Manuel Alberti y Mariano Moreno. Hacia el final de su vida, con el concurso de acaudaladas familias, logró que se levantara “La Santa Casa de Ejercicios”, ubicada en la avenida Independencia y Lima, junto a la 9 de Julio, el edificio colonial más antiguo de la ciudad.

A Mama Antula se le atribuyen varias situaciones sobrenaturales como estar dos veces en un mismo lugar (bilocación), tener visiones sobre el futuro -anticipó las Invasiones Inglesas- o multiplicar la comida que distribuía entre los pobres. Y se convirtió en una persona de consulta de muchas personalidades de la época, que apreciaban, junto con su compromiso religioso, su concepción de la libertad como derecho esencial de toda persona. Falleció el 7 de marzo de 1799.