Mendoza: intentan combatir la lobesia con tecnología similar a la de las vacunas del COVID-19
Los especialistas intentan elegir genes específicos de los insectos y anularlos.
La Lobesia botrana, conocida como la “polilla de la vid”, se ha convertido en una de las plagas más devastadoras para la producción vitivinícola de Mendoza y San Juan. Ante este panorama, investigadores del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA) trabajan en un innovador proyecto que busca frenar su avance utilizando una tecnología similar a la de las vacunas contra el Covid-19.
El desarrollo se basa en el silenciamiento génico, una técnica que permite anular genes específicos de la plaga, responsables de producir proteínas vitales para su supervivencia. De este modo, el insecto muere sin generar ningún tipo de toxicidad para la biodiversidad ni riesgos para la población. “Los métodos actuales son muy tóxicos y caros, por eso es fundamental encontrar nuevas alternativas”, explicó Lucas Armando Resa Jurin, responsable del proyecto y becario doctoral del Conicet.
Actualmente, el combate de la polilla se realiza con insecticidas químicos y métodos como la confusión sexual mediante feromonas, ambos con elevados costos y limitada eficacia. El impacto de esta plaga es enorme: puede dañar hasta el 50% de un lote, provocando severas pérdidas económicas, especialmente en zonas productivas como Tupungato.
El trabajo del INTA se centra en identificar y silenciar genes fundamentales durante el desarrollo de la larva, o en el caso del insecto adulto, afectar sus neurotransmisores. Así, buscan atacar a la Lobesia en diferentes etapas de su ciclo vital con un método ambientalmente seguro. Las primeras pruebas en laboratorio arrojaron resultados alentadores, con mortalidades de hasta el 80% en algunas secuencias genéticas ensayadas.
Sin embargo, aún restan tres rondas de experimentos previstas para febrero, marzo y abril, con el objetivo de clonar y secuenciar genes clave localizados en el exoesqueleto de la plaga. “El próximo desafío es trasladar este desarrollo al campo. Hablamos con empresas nacionales que podrían formular el producto y permitir su aplicación en el ambiente”, detalló Resa Jurin.
Desde el sector productivo aseguran que la situación es crítica. Productores y cámaras empresariales advierten que los métodos actuales “no alcanzan” y los costos de control llegan a oscilar entre 150 y 200 dólares por hectárea.
Para avanzar hacia la producción a escala, el equipo estima que se necesitarán unos 25 mil dólares. Luego, el objetivo será asociarse con alguna empresa interesada en fabricar el producto a nivel industrial y brindar una solución definitiva a un problema que amenaza cada vez más la producción vitivinícola de la región.