El personal sanitario pone en riesgo su vida diariamente, para poder hacerle frente a esta pandemia global, exponiéndose constantemente a contagiarse del virus COVID-19. Esta es la historia de una enfermera de 35 años llamada Kelly Ward, que se infectó en su lugar de trabajo.

La mujer comenzó a toser muy seguido en el hospital donde trabaja, pero no le dio mucha importancia y cuando terminó su jornada retornó a su vivienda como hacer regularmente. Sin embargo, en este trayecto del establecimiento a su domicilio, la enfermera comenzó a sentirse muy débil.

“Conduciendo a casa, de repente me puse muy débil, me sentí al rojo vivo de fiebre, simplemente no me sentía bien en absoluto. Estaba literalmente sudando y me sentía realmente sin aliento”, comentó Kelly al medio The Sun. Una vez que logró llegar a su casa, su novio se percató de la situación y llamó inmediatamente a una ambulancia.

Los profesionales que acudieron la trasladaron al hospital donde ella trabaja, proporcionándole oxígeno y monitoreo cardíaco durante el viaje. "Me sentí absolutamente terrible. Perdí todo el sabor y el apetito, no sabía si podía moverme. No podía hablar más que respuestas monosílabas”, contó la enfermera.

Una vez internada, los médicos le colocaron una máscara con oxígeno que, según Ward, se sentía como si "alguien estuviera presionando sobre tu nariz y boca y sacando tu cabeza de la ventana de un avión".

Finalmente, la protagonista de esta triste historia contó el desgarrador pedido que le hizo a uno de los médicos que la atendió: "Le dije: ‘No me dejes morir’“. Me prometió que dará lo que sea necesario para ayudarme, que confíe en él”, agregó. Lamentablemente la enfermera Kelly Ward continúa internada y si bien, con el paso de las horas mostró una mejoría, rápidamente volvió a recaer.