Hace 20 años el ingeniero galés Ian Tansley, no hubiera imaginado que la voracidad de una pandemia pondría al mundo en vilo. Lejos de pensar en ello, pero con un propósito muy noble, crear una heladera que funcionara en condiciones extremas a batería, comenzó con la instalación de maquinaria refrigerante lugares como Asia o África.

El fin de todas las frustraciones pasó por buscar una nueva fuente de energía, ya que las baterías eran las principales causantes de los problemas del ingeniero cuando estas se rompían. La inventiva de este personaje, con el apoyo de unos 100 mil dólares donados por Bill y Melinda Gates, permito resolver el asunto, mejorandoló con la implementación de la energía solar, para poder asegurar la refrigeración de vacunas.

Atentos a las desigualdades que sufren los países más pobres, donde existen amplios márgenes de la población que aún no han podido recibir ni una sola dosis. El refrigerador SureChill es accesible y sustentable, puede funcionar hasta dos semanas sin electricidad y está alimentado por energía solar. Ya aseguró la refrigeración de más de 36 millones de vacunas y, según UNICEF, es esencial para asegurar la llamada “última milla” en la distribución de vacunas.

UNICEF y GAVI, la Alianza para las Vacunas, han estado presionando para implementar estos refrigeradores como solución para países del África subsahariana, América Latina y otras regiones en las que el calor y la humedad son agobiantes pero, particularmente, donde la electricidad a menudo no existe o es difícil acceder a ella.