¡¿Qué tiene que ver San Juan con New Hampshire?!
Bastante más de lo que se pueda suponer. Si la pandemia enseñó algo, a los golpes, es que sirve mucho, muchísimo, observar lo que sucede en el mundo. Tarde o temprano, pasará aquí también.
Que la pandemia esté dando un respiro no significa que haya pasado. Habrá que decirlo tantas veces como sea necesario hasta entender el carácter transitorio de este veranito. Y prepararse para un retroceso eventual como ya está sucediendo en los países del hemisferio norte. La peste todavía tiene poder de fuego, a pesar del tiempo transcurrido y del agotamiento social.
Dentro de las naciones del G20, Argentina está cuarta en cobertura de vacunación, según dijo el ministro de Relaciones Exteriores, Santiago Cafiero. Esto no significa que el país haya superado a los más desarrollados. O que la gestión sanitaria de Alberto Fernández haya sido impecable, porque solo decirlo abriría un debate estéril e inoportuno.
El Estado estuvo, es verdad. Debió pagar el costo del subdesarrollo y esperar pacientemente las vacunas. Incluso las que estaban contratadas y comprometidas se demoraron hasta que el Primer Mundo se saturó de dosis. Recién entonces hubo partidas de sobra para Argentina. Hasta llegaron donaciones de Estados Unidos y de España.
Pero más allá de la gestión sanitaria, existió un acompañamiento social destacable. A pesar de las marchas anticuarentena, a pesar de las campañas irresponsables contra las vacunas, hubo una masiva adhesión a la campaña de inmunización. Ese fue el factor decisivo para que Argentina se encuentre entre los primeros puestos del G20.
A la vacunación hay que atribuir la caída de contagios, de casos graves y de fallecidos, plasmada tanto en la estadística nacional como en la provincial.
En San Juan, en el último mes no solo siguieron cayendo los casos activos de Covid 19 sino que esto se tradujo en una menor demanda de camas y fundamentalmente en una reducida cantidad de fallecimientos. Del 23 de octubre al 23 de noviembre solo murieron 4 personas por la pandemia en la provincia.
Por supuesto cada deceso cuenta y resulta irreparable. Pero la situación es prácticamente inmejorable, en comparación con los valores alcanzados en la segunda ola, entre marzo y junio. Si la curva está en el piso, cabe sospechar que solo puede volver a subir. ¿Cuándo sucederá la tercera ola? Nadie podría responderlo con certeza. Apenas hay alguna expresión de deseo, de parte de las autoridades sanitarias, de que los contagios vuelvan a crecer cuando bajen las temperaturas, allá por marzo. Pero no hay garantías.
Luego de la segunda ola de la pandemia en Argentina, que fue mucho peor que la primera, con hasta 1.000 fallecidos y 40.000 casos diarios, hubo un descenso sostenido. Esa caída se registró durante 20 semanas. Fue correlato directo del crecimiento de la campaña de vacunación. Mientras tanto, se empezaron a abrir las actividades prohibidas. Y aún con la circulación y el factor de ocupación a pleno, el Covid 19 no volvió a golpear.
Sin embargo, la ministra de Salud de Nación, Carla Vizzotti, reconoció que durante las últimas 5 semanas hubo un leve aumento de testeos positivos. Empezó a hacerse notar la temida variante Delta, detectada en más del 80 por ciento de las muestras tomadas en el Área Metropolitana de Buenos Aires y en Córdoba. Aún así, todavía no se puede definir como brote o como tercera ola. Es muy incipiente. No mueve la aguja.
Hace una semana, el miércoles 17 de noviembre, Vizzotti anunció que la totalidad de la población argentina recibirá una tercera dosis de refuerzo. Será el modo de prepararse para el otoño, con las defensas altas, con los dedos cruzados para que la tercera ola no cause los estragos que provocó la segunda. El fantasma está a la vista, apenas alcanza con mirar hacia el hemisferio norte.
El viernes pasado el gobierno de Austria dispuso el confinamiento total y la vacunación obligatoria, debido a la cruel realidad que enfrenta. La mano dura provocó rechazos, como era de esperar. El gobierno de Alemania ajustó las restricciones para aquellas personas no vacunadas, con la intención de sujetar los contagios. A cambio hubo manifestaciones en las calles de Berlín.
Los países bajos también transitan por un desafío similar, con retrocesos en las libertades que exacerbaron los ánimos. Precisamente ahí, en esa región, sucedió algo insólito. Empezaron a comercializar un kit para contagiarse voluntariamente de Covid 19, porque teniendo hisopado positivo, es decir, anticuerpos, se puede transitar igual que un vacunado. La estrategia que roza el ridículo puso al descubierto hasta dónde puede llegar la resistencia a las políticas públicas de inmunización.
El sábado España informaba que en apenas 20 días los contagios se multiplicaron por 7. Para ellos esta es la sexta ola. Entre las conclusiones informadas oficialmente, aparece la incidencia en los grupos más jóvenes, emparejados con los adultos mayores. El Covid 19 dejó de ser una enfermedad de abuelos y de abuelas, para convertirse en un flagelo que no distingue por edad, sino por vacunación.
Este miércoles Estados Unidos reportó casi 100.000 contagios, como en las peores épocas, como cuando comenzó la peste en la principal potencia del mundo, la que ofreció vacunarse hasta en ojotas en las playas de Florida. En distritos como Vermont, New Hampshire o Nuevo México, que tienen los índices de vacunación más elevados de todo el país, también están sintiendo la nueva ola. La respuesta de los especialistas es que llegó el momento de aplicar una dosis de refuerzo. Es otro de los aprendizajes forzados.
Y sí, a esta altura cualquiera podría preguntarse qué tiene que ver San Juan con New Hampshire. Parece que bastante más de lo que se pueda suponer. Porque si la pandemia enseñó algo, a los golpes, es que sirve mucho, muchísimo, observar lo que sucede en el mundo. Tarde o temprano, pasará aquí también. Es un asunto de Salud Pública, sí. Pero, a la vista está, también depende de todos y de todas.
JAQUE MATE