Un motociclista aminoró la marcha cuando vio a este periodista. Sin detenerse, giró el torso y le gritó: '¡Viva la libertad carajo!'. La contestación fue una sonrisa y un pulgar en alto. La escena sucedió una de estas tardes en una callecita de Concepción.

La frase del motociclista no necesitó explicación. Fue la defensa irrestricta del modelo libertario frente a quien, entiende, tiene una mirada crítica. Fue su manera de responder, en pleno ejercicio de la libertad de expresión. Incluso fue medido, en comparación con lo que suele circular en redes sociales. 

Afortunadamente en la vida real todavía persisten algunas reglas de convivencia que en la pantallita hace rato se rompieron. Hasta el presidente Javier Milei suele caer en la tentación de darle 'me gusta' a expresiones agraviantes y violentas.

No fue el caso. El motociclista que identificó a este periodista resolvió en pocos segundos hacerse escuchar de una manera razonable. En marcha, sin detenerse. Sin lugar para escuchar tampoco ninguna devolución más que un gesto de distensión a la distancia.

La moto era un vehículo típico del trabajador que sale a diario a ganarse el sustento. No era una de esas super-máquinas que cuestan fortunas en dólares. El dato es importante porque habla de uno de los rasgos más visibles de la militancia libertaria: caló hondo en sectores populares defraudados por los partidos políticos tradicionales.

Pese a la inflación y la recesión, hay una cantidad respetable de ciudadanos y ciudadanas que están dispuestos a seguir poniendo el hombro, con la convicción de que esta vez será diferente. Ese es el mayor activo de Milei. 

Carente de política y portador de un recetario cruel con los sectores históricamente más castigados, conserva su cuota de credibilidad. En todas las encuestas roza el 50 por ciento de aprobación y acompañamiento. Es mucho más que lo que cualquier otro dirigente argentino puede medir.

La inflación que en febrero bajó al 13,2 por ciento se mantuvo por encima de los peores meses de Alberto Fernández, según el INDEC. La recesión se tradujo en caídas del 30 por ciento en la actividad industrial y comercial, en la comparación interanual. Sin embargo, el presidente celebró el equilibrio fiscal como el verdadero camino de la estabilización económica definitiva.

Y no está solo. Quedó plasmado en el grito del laburante motorizado hacia este periodista: '¡Viva la libertad carajo!'

Sin embargo, la convicción está condenada a convivir con los datos. Más allá de haber alcanzado el equilibrio fiscal en enero, haber bajado el riesgo país, haber acumulado reservas en el Banco Central y haber hecho volar los bonos argentinos para beneplácito de los grandes capitales especulativos, la economía hogareña está cada vez peor.

El poder de compra del salario cayó 15 puntos solo en diciembre, debido a la brusca devaluación. El dato se desprende del índice oficial RIPTE. No corresponde a una consultora ni analista interesado.

El timonel de la economía, Luis Caputo, desnudó su impotencia esta semana cuando llamó a los supermercadistas para reclamarles la desmesurada suba de precios que registraron en marzo. Si se contrajo la base monetaria, si paró la maquinita de emitir billetes, si cayó brutalmente el consumo, ¿cómo justifican la remarcación?

El resultado del encuentro fue otra medida libertaria. Abrirán la importación de alimentos y otros artículos de primera necesidad, creyentes en que la libre competencia nivelará los precios en las góndolas. Será otro acto de fe.

Fue también una claudicación. Fue el reconocimiento de que el Estado, de vez en cuando, debe intervenir. Que dejar los precios al libre juego de la oferta y la demanda puede fallar. Que aún con equilibrio fiscal y sin emisión monetaria, incluso con recesión, la inflación puede seguir su carrera alcista.

Este jueves en Banda Ancha el ministro de la Producción, Gustavo Fernández, fue consultado al respecto. Defendió el modelo nacional, en tanto y en cuanto el gobierno de Marcelo Orrego abona la idea de ordenar el Estado. De hecho, buena parte del peronismo coincide en este aspecto, más allá de que les resulte incómodo reconocerlo. Las diferencias aparecen en los modos. En el fondo, todos entienden que el gasto sin techo se volvió insostenible.

Fernández reconoció igualmente que los precios siguieron subiendo porque algunos empresarios, fundamentalmente del rubro alimenticio, tuvieron expectativas de una nueva devaluación. El círculo rojo tiene la sartén por el mango. ¿Expectativa es sinónimo de especulación? El ministro tuvo que reconocerlo. Sí, lo es.

Entonces, parece que el mercado no puede solucionarlo todo. Y el Estado o la 'organización criminal' definida así por el presidente Milei, de vez en cuando tiene que intervenir. Porque la libertad, en un sistema con posiciones dominantes, sólo garantiza la renta de los fuertes. Aunque los más débiles no puedan verlo. Aunque sigan aportando su esfuerzo. A diario. Incansables. Con la esperanza intacta. En una digna motito laburante.


JAQUE MATE