El presidente de la Nación, Mauricio Macri, dejó una sensación de perplejidad este lunes en la esperada y necesaria conferencia de prensa, tras el revés electoral que sufrió en las primarias del domingo. Después de una extensa reunión de gabinete y de un lógico análisis con su equipo de colaboradores y especialistas, la conclusión que exhibió fue más o menos la misma que la de cualquier militante macrista indignado.

Una sanjuanina promedio, votante de Cambiemos, escribió en Twitter: "Cuando no le debes nada a ningún gobierno podés opinar, pensar y votar libremente". Vale interpretar el sentido completo de la expresión: quien apoyó al Frente de Todos es básicamente una persona inhibida de opinar libremente y, más grave aún, impedida de pensar libremente. En consecuencia, siguiendo este razonamiento, ese voto no solamente es incomprensible sino además, indeseable y digno de ser corregido. Hay un voto bueno y un voto malo.

Que una ciudadana se exprese con esta lógica en redes sociales es entendible, bajo la lupa de las pasiones y el sentimiento de defraudación que le puede haber generado no pertenecer a la mayoría en esta circunstancia. Sin embargo, que ese planteo, apenas levemente más sofisticado, haya salido de la usina intelectual de la Casa Rosada, es ciertamente muy peligroso.

Invitar a la oposición a que se haga cargo de la disparada del dólar y la brutal caída de acciones argentinas en Wall Street, es absurdo. Resulta obvio, pero vale ofrecer una breve explicación: la cotización de la moneda extranjera está atada con alambre en el país desde el impostado romance con Christine Lagarde y el involucramiento del Fondo Monetario Internacional en la política interna argentina. Se habilitó al  Banco Central para que utilizara el préstamo como municiones para sostener la relación cambiaria a la fuerza hasta tanto pasen las elecciones. 

Nadie imaginó que en la primera posta, en las primarias, la diferencia resultaría tan abultada. Los mercados o, mejor dicho, los capitales especulativos que se enriquecieron con la bicicleta financiera todos estos años, empezaron a preparar las valijas. Básicamente, lo hicieron porque no tienen razón para proyectar un mediano o largo plazo de tasas astronómicas y rentabilidad extraordinaria. Si el garante de este modelo tiene medio pie afuera del gobierno, la reacción fue más que lógica. Nótese que aquí no estamos haciendo ningún juicio de valor, tan solo proponemos una lectura simplificada -tal vez en extremo- de lo que ocurrió este lunes. Fue mucho más que el temor al pasado, aunque la metáfora duránbarbista siga rindiendo frutos en redes sociales. En las urnas ya no.

Al presidente le pusieron una película de ciencia ficción. Sus decisiones no afectarán únicamente un proceso electoral que merece el mayor de los respetos porque es esencialmente un acto democrático, sino que impactarán en los más de 40 millones de argentinos. En el 32 por ciento que optó por renovarle la confianza, pero también en el 47 por ciento que eligió a la fórmula Fernández-Fernández. Y todos los otros ciudadanos y ciudadanas que optaron por alternativas fuera de la polaridad.

Nuevamente caemos en la obviedad: el presidente Macri tiene el deber de gobernar al menos hasta el 10 de diciembre para todos y todas. Y la única manera de hacerlo es poniendo por delante el bien común y los intereses de la población. La lectura pequeñita, el berrinche por el voto en contra, debería dejarlo para el militante común. La Jefatura de Estado merece otra estatura. Nosotros también.

JAQUE MATE