En medio de la disputa sobre 'ganar perdiendo' o 'perder ganando', la oposición cuestionó que el presidente Alberto Fernández llamara a celebrar el Día de la Militancia, apenas 72 horas después de las elecciones legislativas del 14 de noviembre. ¿Qué festejan? ¿Los fallecidos por Covid 19? ¿El impacto de la pandemia en la economía? ¿Los días de clase perdidos? En torno de estas preguntas retóricas giró el embate antiperonista. Pero esta columna no se trata de política. O sí.

La multitud de adolescentes que tomó las calles este martes en San Juan para despedir el último día de escuela secundaria, se convirtió en noticia. Fue un acontecimiento extraordinario, impropio en tiempos de pandemia. Incorrecto bajo las coordenadas del distanciamiento social. Cientos y cientos de pibes y pibas de todo el Gran San Juan confluyeron en la Plaza 25 de Mayo y luego se desplazaron hacia la Plaza del Bicentenario. Fue impactante. Entonces, más de uno pudo haber reflotado la pregunta insidiosa: ¿Qué festejan?

Varias cosas, por cierto. Tienen sobradas razones para explotar en semejante manifestación de desahogo. A continuación van algunas justificaciones posibles, las más evidentes.

1- Haber terminado la escuela secundaria con normalidad, yendo todos los días a clases, sentado uno al lado del otro, sin burbujas ni Zoom, sin guías en PDF. Haberse puesto nuevamente el guardapolvo o el uniforme, según el caso. Haber recuperado incluso la rutina de dormir por la noche, para rendir al día siguiente. ¿Haber aprendido? También. Más o menos. Lo que se pudo y como se pudo.

2- Haber terminado la escuela secundaria en el peor momento que recuerde la humanidad, al menos en lo que va del siglo XXI. Argentina todavía intenta revincular alrededor de 1,5 millón de estudiantes que abandonaron la educación formal en todo el país durante la pandemia. Hubo una cantidad de estrategias, docentes tutores para acompañar a quienes se quedaron rezagados, encuentros de apoyo los días sábado, visitas domiciliarias. En la vorágine cotidiana, a veces cuesta recordar que este proceso no está concluido. Todavía queda mucho tiempo por delante para seguir reparando el daño infligido por la peste.

3- Haber terminado la escuela secundaria sin restricciones para circular libremente en la vía pública. Sin tener que exhibir un certificado de trabajador esencial. Sin tener que esquivar los controles para reunirse clandestinamente, pagando el costo posterior de una multa o un juicio en Flagrancia.

4- Poder despedirse de compañeros y compañeras que en los últimos dos años vieron más a través de pantallitas que cara a cara, porque la realidad los puso en ese sitio. La promoción 2021 quedará grabada para la posteridad como la primera que pudo retomar esta tradición, después de un 2020 que puso la vida en pausa, sin viaje ni cena de egresados.

5- Atreverse a pensar que hay futuro, porque siempre lo hubo, aún en las peores crisis que recuerde este bendito país. Entender que la tormenta pasará eventualmente, que después de la variante Delta llegará la Ómicron y vaya a saber uno cuántas más, pero el equilibrio prevalecerá y la peste quedará en el recuerdo. Algunos podrán seguir estudiando en el nivel superior o universitario. Otros se incorporarán en lo inmediato al mundo del trabajo, para enfrentar los avatares de todo adulto.

Todo eso festejan y muchas otras razones ni siquiera imaginables por quien los pudo mirar desde afuera, ajeno a su realidad. Pero la postal que ofrecieron también pudo dejar alguna incomodidad residual.

Los pibes y las pibas desafiaron el orden establecido cuando metieron los pies en la fuente del Bicentenario. La Policía los observó a la distancia. Apenas hubo un pedido formal de que salieran del agua por un tema de seguridad. Nada más. Fue evidente la orden superior de no interferir con el festejo.

La presencialidad plena comenzó apenas hace dos meses. El lunes 20 de septiembre de dio la bandera de largada para empezar a fusionar las burbujas, concepto creado también en contexto de Covid 19. El viernes anterior, el ministro de Educación, Felipe De los Ríos, compartió una conferencia de prensa con el Subsecretario de Medicina Preventiva, Matías Espejo, para sentar las bases de lo que vendría. Los funcionarios intentaron llevar tranquilidad a la comunidad, todavía presa del temor. Fue un gran paso, volver a llenar las aulas.

¿Qué festejan?
Preocupados. Matías Espejo y Felipe De los Ríos el viernes 17 de septiembre cuando anunciaron la presencialidad plena para el Gran San Juan.

Antes había comenzado escalonadamente el proceso de unir burbujas en las escuelas de departamentos periféricos. Recién el lunes 20 de septiembre se inició el operativo en los establecimientos del Gran San Juan, por ser los más poblados y en algunos casos hacinados. Se justificó la decisión con la baja cantidad de contagios detectados en contexto educativo y con el avance de la vacunación con doble dosis para el personal docente y no docente. Aún así, los primeros días se transitaron con miedo.

Derrotar esa sensación de incertidumbre fue una verdadera victoria. El resultado nunca estuvo servido en bandeja. Hace apenas dos meses, el final de este capítulo permanecía abierto y el botón rojo, siempre a mano para detener todo súbitamente. No hubo brotes de contagios. No hubo escuelas aisladas. Apenas cierres momentáneos para desinfectar instalaciones cuando aparecía algún caso positivo. Sí, se pudo. Pero entonces nadie se arriesgaba a poner las manos en el fuego.

Fueron apenas dos meses de presencialidad plena, con la satisfacción de terminar el ciclo con normalidad. Parece poco y es tanto. ¿Y todavía hay quienes preguntan qué festejan? 


JAQUE MATE