Tanto significa Pocito para la familia del gobernador que una de sus avenidas principales lleva el nombre de su padre, Joaquín Uñac. Retener esa intendencia es doblemente importante entonces. Primero, por el aporte de votos en el esquema provincial (su padrón es mayor al de Santa Lucía, por ejemplo). Segundo, porque es Tierra Santa. Ganar o perder en ese distrito tiene una alta carga simbólica. Casi una cuestión de honor.

No es el único caso de Tierras Santas en política. Hay ejemplos a lo largo de la historia sanjuanina y argentina para entender esta lógica. Para José Luis Gioja fue, es y será el departamento Rawson. Por eso cuando su candidato Rubén García le ganó la primaria a Pablo García Nieto en 2019 hubo un festejo casi mundialista. 

Por eso dolió también la victoria del uñaquista Marcos Andino en la interna partidaria de marzo de 2020. El joven dirigente se quedó con la Junta Departamental del PJ en Rawson, la Tierra Santa del giojismo.

La oposición también tiene sus Tierras Santas. ¿Acaso alguien piensa que a Marcelo Orrego le resulta indiferente una elección en Santa Lucía o que le importe en igual medida que el resto de los municipios? Claro que no. El departamento del Este del Gran San Juan siempre tendrá un valor particular para el líder de Juntos por el Cambio, independientemente de que su padrón de votantes no sea el más voluminoso.

En el Oeste también se cuecen habas. El año próximo Fabián Martín podría competir por alguna categoría provincial -candidato a gobernador o vice- o incluso alguna banca legislativa nacional. Siempre será Rivadavia el distrito que le quite el sueño. Ahí construyó su capital político. En adelante será su Tierra Santa, para siempre, sin importar el rumbo que tome su carrera.

Idéntico razonamiento les cabría a Fabián Gramajo en Chimbas, a Cristian Andino en San Martín, Mauro Marinero en Iglesia o Juan Carlos Abarca en Albardón.

Es el mismo valor que tuvo Santa Cruz para los Kirchner: Néstor, Cristina y Alicia. O La Rioja para Carlos Menem. O Buenos Aires para Eduardo Duhalde. O San Luis para los hermanos Adolfo y Alberto Rodríguez Saá. Nótese que en todos los casos se trató de dirigentes que levantaron vuelo en el plano nacional. Sin embargo nunca se desligaron del terruño que les dio sustento para proyectarse.

Por supuesto estos afectos locales no alteran las ecuaciones. Es decir, nadie desconoce que para ganar la Presidencia de la Nación hay que anotarse victorias en los distritos más numerosos, empezando por Provincia de Buenos Aires, Córdoba, Santa Fe, Ciudad Autónoma de Buenos Aires y Mendoza. Pero inmediatamente después entra en consideración esa otra instancia, la del honor. Primero hay que ganar en casa, sería la consigna no escrita.

Tras el fallecimiento de su padre, la primera vez que Sergio Uñac ganó una elección fue precisamente en Pocito en 2003. Fue con lo justo. Su compañero de fórmula como candidato a diputado departamental, el ahora cortista Daniel Olivares Yapur, perdió con el basualdista Jorge Pí. Así de estrechos fueron los números. Después desde la gestión municipal el joven justicialista fue creciendo en aprobación.

Uñac alcanzó la reelección en 2007 y esta vez por holgado margen. Su compañero de fórmula, Fabián Aballay, logró la diputación departamental ese mismo año. Barrieron con todo. Cuando cumplió sus dos mandatos, el intendente coronó a Aballay como sucesor. Arrasaron, siempre muy arriba de los 60 puntos.

Ese hilo de victorias continuó hasta 2019, cuando Aballay cumplió dos mandatos consecutivos y le traspasó el mando a Armando Sánchez. El actual intendente había sido funcionario de Joaquín Uñac. Lo une un afecto de familia con el gobernador. Sin embargo, en los comicios de mitad de mandato de 2021 hubo un fuerte llamado de atención. El acompañamiento alcanzado en las urnas fue menor al esperado. Incluso Juntos por el Cambio recortó distancias entre la primaria y la general con el Frente de Todos.

Sánchez logró retener el bastión peronista pero el traspié avivó las especulaciones. El intendente apenas está transitando su primer mandato y tiene la posibilidad de ir por la reelección. Sin embargo, el nuevo sistema electoral permitirá que aparezcan contendientes internos y es altamente probable que suceda.

Algo de eso deslizó la diputada departamental Marcela Monti este lunes en Banda Ancha. Con mucho recato, relativizó la reelección de Sánchez. Dijo que ella no puede analizarlo, que es una decisión personal de cada dirigente, pero también es una decisión en conjunto con el presidente del partido. Y que Uñac siempre hará lo más conveniente para el ciudadano. 

Traducido: nadie tiene la vaca atada. La conducción política no entregará el bastión. La estrategia siempre pondrá por delante la victoria electoral, más allá de los nombres que haya que jugar.

Esto es interesante, porque Sánchez tiene una alta consideración afectiva dentro del PJ pocitano. Es un dirigente sin enemigos. Todos hablan bien de él. Sin embargo, off the record algunos se permiten criticar su equipo de colaboradores y le atribuyen a esa estructura la caída en las encuestas. ¿Dan mal los números? Depende con qué otro municipio se compare. El tema es que Pocito es Tierra Santa y las expectativas siempre están por encima de cualquiera otra jurisdicción.

El ministro de Desarrollo Humano, Fabián Aballay, es considerado un soldado dentro del uñaquismo. Cada vez que se le ha consultado con micrófonos encendidos o apagados, ha contestado de idéntica manera: está listo para jugar donde el gobernador considere que sería más útil para el proyecto. ¿Volvería a la Intendencia de Pocito, entonces? Es una posibilidad. Por ahora, solamente una conversación recurrente entre dirigentes. Nada más.

Aballay también tiene proyección provincial. Su nombre es uno de los mencionados para eventualmente suceder a Uñac como candidato a gobernador. Pero la realidad es tan dinámica que los casilleros permanecen en blanco. De ganar se trata. Y Tierra Santa importa.


JAQUE MATE