Pensar que el ajuste libertario iba a recaer solamente en las dietas de los ministros, senadores y diputados, en los viáticos, los cafecitos y los autos con chofer, siempre fue un acto de candidez. Mínimamente. Sin embargo, puede haber algún votante por ahí que terminara sorprendido en su buena fe. Por eso era esperable una reacción popular como el cacerolazo que retumbó la misma noche del 20 de diciembre en las puertas del Congreso Nacional.

Lo verdaderamente sorprendente fue lo que ocurrió en el arco político. El DNU de Federico Sturzenegger que lleva la firma del presidente Javier Milei empujó a peronistas, radicales, larretistas, la izquierda y la derecha más recalcitrante por igual, todos del mismo lado: en contra del atropello institucional. 

Es lícito discutir largamente acerca de las medidas adoptadas, a quién favorecen y a quién perjudican, si efectivamente son la solución a la tragedia económica argentina o terminarán complicando más la vida de la gente. El problema es que no hubo debate. Fue mutilado por el modo elegido. Sucedió por la fuerza.

Derogar 300 leyes de amplio espectro a sola firma no tiene precedentes en la historia democrática reciente. Aún quienes coinciden en la urgencia del cambio -que son muchos- tienen serios reparos con la modalidad que prácticamente suprimió a los 72 senadores y los 257 diputados nacionales. Es ahí, en el Parlamento, donde está representada la diversidad de la República, donde tienen participación las mayorías y las minorías.

De la supuesta 'ley ómnibus' que iba a enviar el presidente al día siguiente de asumir, pasó a un DNU que solo parece destinado a detonar un enjambre de presentaciones judiciales. Lejos de dar previsibilidad, el decretazo abrió la puerta a un paréntesis de cautelares y confusión. Mucha confusión.

Vaya de nuevo la aclaración: el cambio drástico que propuso Milei obtuvo el 56 por ciento de los votos hace apenas un mes y tres días. En San Juan superó el 60 por ciento. Claramente el giro drástico fue la opción de la ciudadanía. Hubo una expresión democrática en las urnas. El presidente tiene legitimidad popular. 

Asumió con un discurso de ajuste fervorosamente aplaudido por sus militantes en las escalinatas del Congreso. Y ese cuadro fue muy explícito: habló de espaldas al Poder Legislativo. Fue la síntesis de lo que vendría a continuación.

El 19 de noviembre no solo ganó Milei. Fundamentalmente ganó su motosierra, su plan de retroceder a la Argentina hasta principios del siglo XX, como solución hacia el futuro.

Según una encuesta de la consultora Zuban Córdoba y Asociados, más del 50 por ciento respaldaba las medidas de ajuste hasta el martes pasado, ya conocido el menú de recortes del ministro macrista Luis Caputo. Ahora habrá que esperar la medición post DNU. Lo cierto es que el presidente está cumpliendo con su promesa de reforma integral. También está quemando las chances de todo consenso posible.

Esto es clave. No solo rompió con buena parte del arco político que tiene representación parlamentaria, sino también con un importante sector de la sociedad. Posiblemente con algún votante suyo también. Siempre le quedará el respaldo de los más convencidos.

El martes pasado recibió a los 23 gobernadores y al Jefe de Gobierno Porteño con agua y café durante dos horas y media, para exponerles el estado crítico de la economía nacional. Les ratificó lo ya había dicho públicamente: 'no hay plata'. Y les pidió respaldo en el Congreso para, entre otras medidas, restituir transitoriamente el Impuesto a las Ganancias en los salarios más elevados.

¿Qué actitud asumirán los gobernadores ahora frente al DNU descomunal? Institucionalmente el Partido Justicialista se expresó en contra, al igual que la Unión Cívica Radical. El ex Jefe de Gobierno Porteño, Horacio Rodríguez Larreta, también rechazó el decreto, como lo hicieron Margarita Stolbizer, Miguel Pichetto y hasta el dirigente de ultraderecha César Biondini. Por supuesto la izquierda, al unísono, repudió el instrumento y su contenido.

Solo Mauricio Macri manifestó su respaldo vía redes sociales. ¿Qué margen le queda al presidente Milei para ampliar el consenso, apenas transitando su segunda semana de gestión? Ahí radica el nudo del conflicto. Traspasó la frontera de lo económico e incluso de lo político, para convertirse en una cuestión de carácter institucional.

Este jueves Marcelo Orrego fue a orar a la Catedral, en ocasión de la Misa de Acción de Gracias que antaño se realizaba en los jardines de Casa de Gobierno. Por primera vez tuvo que referirse al DNU presidencial. Lo hizo con extrema cautela. Reveló que convocó a una reunión de gabinete ampliado para pedir un análisis exhaustivo de cada artículo.

Su prudencia está atada a la ética de la responsabilidad.  Tiene y tendrá que gobernar en simultáneo con Milei hasta el 10 de diciembre de 2027. No podría tan tempranamente cortar el diálogo. Menos tratándose de una provincia Nación dependiente.

Orrego habló este jueves con el ministro del Interior, Guillermo Francos, y este viernes lo hará con la vicepresidenta Victoria Villarruel. La semana próxima, con el titular de Obras Públicas, Guillermo Ferraro. Tal vez San Juan tenga algo que ofrecerle al presidente, cuando más necesitado está de respaldo político.

Al fin y al cabo, el DNU de Sturzenegger que firmó Milei puede seguir generando los efectos menos pensados. Por ejemplo, que esta modesta provincia cuyana de repente sea necesaria para edificar la frágil gobernabilidad.


JAQUE MATE