A coro, cada eslabón del gobierno de Javier Milei salió a denunciar que la marcha universitaria prevista para este miércoles 'es política'. No se equivocan. Lo es. Pero no terminan de ver el fondo. Tienen un problema de enfoque, más que presupuestario. El valor educación pública y gratuita como motor de la movilidad social ascendente es tal vez el último punto de encuentro que le queda a un pueblo desintegrado.

El gobierno eligió pelear contra esa fenomenal construcción histórica que no le pertenece a ningún partido político y, por lo tanto, tiene lugar para contener a todos, todas y todes, como se vio el 23 de abril por primera vez y se repitió este 2 de octubre.

Es política, precisamente. Que Milei haya elegido rivalizar con el sistema universitario desde la campaña presidencial y que haya pensado que podía ganar esa 'batalla cultural', no hace más que ratificar el punto. Es política.

Su propuesta de los vouchers educativos para subsidiar a los estudiantes, para abrir la libre competencia entre universidades públicas y privadas, fue una declaración de intenciones desde el inicio

El desfinanciamiento para gastos de funcionamiento se revirtió transitoriamente con la multitudinaria protesta del 23 de abril. Ahora los docentes y no docentes van por la recomposición salarial y por la defensa de la ley de financiamiento sancionada por el Congreso que el presidente dijo que vetará aunque aún no lo hizo.

La protesta universitaria ofreció a los partidos políticos opositores e incluso a los dialoguistas un espacio público donde pueden confluir, como no sucedió con los alimentos retenidos en galpones del Ministerio de Capital Humano y no sucedió tampoco con el veto a la ley de movilidad jubilatoria.

La comida que encontró Juan Grabois y que finalmente la Justicia ordenó su distribución urgente, porque todo tenía fecha de vencimiento, no conmovió a la opinión pública como sí sucede con el desfinanciamiento de las universidades. 

Tristemente, las ayudas alimentarias quedaron manchadas por años de discursos sobre el manejo clientelar. Y por el convencimiento de que el pobre es pobre porque no trabaja. El gobierno libertario entregó los comestibles a través de la Fundación Conin. Y rápidamente el asunto pasó a segundo plano.

El veto a la movilidad jubilatoria tampoco fue motivo de indignación colectiva. Tanto, que el presidente homenajeó a los '87 héroes' con un asado en la Quinta de Olivos. Al día siguiente en la fila de adultos mayores en la sucursal Las Heras del Banco San Juan el móvil de Canal 13 recogió solamente testimonios de resignación. Habrá que seguir poniendo el pecho nomás.

El discurso libertario del esfuerzo como condición necesaria para salir adelante reúne amplio consenso todavía. Las universidades ofrecen un flanco de ataque si solo se toma en consideración el salario de los altos funcionarios. El diputado José Peluc viene señalando tanto al rector Tadeo Berenguer como a los decanos por las cifras que perciben cada mes. Un gesto de austeridad no compensará jamás el ajuste presupuestario, pero sería un gesto bien valorado seguramente.

El bullrichista Mario Capello desafió esta semana en Banda Ancha a la comunidad universitaria, en la víspera de la marcha: '¡Digan de dónde sacar la plata!'. Les pidió más esfuerzo, que pongan el hombro como está haciendo el resto de la sociedad.

También el libertario Mahor Caparrós militó el ajuste en Banda Ancha este martes, en la previa de la movilización. 'Es necesario un sacrificio de parte de todos', dijo el joven dirigente. Y repitió el slogan que prende en algunos sectores: 'Hay muchísima ideología política dentro de la Universidad de San Juan'.

Orgullosamente hay muchísima política dentro del sistema universitario. Es esa formación y ese estado deliberativo permanente el que le da cohesión aún en una etapa donde la sociedad parece atomizada. Donde las libertades individuales están por encima del conjunto. Donde el colectivismo, el socialismo o toda expresión que refiera al espíritu de conjunto, está mal vista.

Es política. Precisamente.

Hasta el gobernador Marcelo Orrego eligió dónde ubicarse. Frente a las universidades, jamás.

JAQUE MATE