Ajuste o inversión, esa es la cuestión
Más cayó la educación pública mientras se sucedían los gobiernos, década tras década, mientras ganaba espacio en la agenda el debate por el ajuste. El achicamiento del gasto se convirtió en prioridad, mientras lo estructural se perdía de vista. Hubo intentos. Sería injusto desconocerlos. Pero se quedaron a mitad de camino.
Por Daniel Tejada
"Las cosas pueden dar un giro inesperado a cada instante, si estamos dispuestos a escuchar, a prestar atención a lo que ocurre a nuestro alrededor. Bastaron esos segundos que nos detuvo la luz roja del semáforo de 25 de Mayo y Paula Albarracín de Sarmiento para que la señora, desde sus 70 años de edad y sus 40 años de docencia, hiciera la reflexión en voz alta y en tono de lamento: qué pena la Escuela de Enología, pensar lo que era, pensar lo que llegó a ser. Pensar en su situación actual
Por favor, no vaya a entenderse que esta columna tiene por objeto marcar a la Escuela de Enología. Todo lo contrario. Es apenas un emergente de lo que le pasó a lo largo de las décadas a la educación pública, gratuita y laica que supieron dejarnos los constructores de nuestra Nación, y después nosotros en un sorprendente corto tiempo fuimos capaces de devorar el sistema, a punto tal de reducirlo a una segunda opción cuando no alcanza el sueldito para bancar la cuota del colegio privado más barato disponible. Como si la decisión tuviera la misma entidad que comprar un kilo de papas. Redujimos la historia a una cuestión de mercado. De costo por beneficio.
Recordó la señora de nuestra anécdota, que allá a fines de los años 70, el Estado de Ecuador buscaba egresados de la Escuela de Fruticultura y Enología de San Juan, Argentina, para dirigir un proyecto industrial de dulces y conservas en aquel país. El establecimiento de Paula y 25 de Mayo era referencia latinoamericana. Posiblemente vos no lo sepas, porque nadie te lo contó.
Ese modelo educativo admirado desde el resto del Cono Sur fue desgranándose. El correlato en nuestra tierra se fue acentuando desde los años '90 en adelante. Al menos esa es la memoria corta que nos permite nuestra edad todavía acotada.
La Escuela de Enología pero también la Industrial, la Normal, la Antonio Torres, la Superior, las EPET, todas instituciones admiradas y de formación incuestionable, prestigiaban no solo a sus alumnos sino a sus docentes y a sus directivos. Pertenecer a estas escuelas era ser. Y fundamentalmente, tener la posibilidad de ser más aún.
Yo no sé qué se quebró en el medio. Sí puedo identificar que hubo una evolución inversamente proporcional: más cayó la educación pública mientras se sucedían los gobiernos, década tras década, con una agenda de ajuste. El tema de debate parlamentario promovido fue 10 a 1 cómo achicar el gasto, más que sentar las bases de una educación que permitiera construir un porvenir diferente.
Hubo intentos. Sería injusto desconocerlos. La fallida Ley Federal de Educación. Fracaso total y condena para miles de chicos que ni siquiera aprendieron a comprender un texto. Luego la Ley de Educación Nacional, moderna y llena de objetivos que, sin inversión y una decisión política de aplicarla a como de lugar, se quedará en el inútil sitio de las buenas intenciones.
Hoy nuevamente la agenda parece estar anclada en las necesidades del Fondo Monetario Internacional: esas que, décadas después siguen girando en torno al ajuste del déficit fiscal. Como si el futuro se resolviera por el nivel del gasto y no por los aciertos de la inversión bien hecha.
Ojalá nos demos cuenta. No se puede frenar la historia. Ni vivir en la nostalgia de tiempos mejores. Pero siempre estamos a tiempo de reaccionar".