El huevo o la gallina. ¿Marcelo Orrego ganó la gobernación porque integra Juntos por el Cambio? ¿O sucedió a la inversa y la alianza amarilla se impuso gracias a la figura emergente del santaluceño? A esta altura la discusión no tiene más sentido que el entretenimiento de alguna mesa de café. Detrás de esta cuestión hay una verdad irrefutable: un partido provincial fundado hace unos 20 años se quedó con el poder y lo consiguió rompiendo el molde del Bloquismo o la Cruzada Renovadora.

La referencia con estos otros dos partidos provinciales es obligatoria para el análisis, porque ambos marcaron distintas etapas de la historia reciente. La mayor parte del tiempo rivalizaron entre sí, desdibujando por momentos a los grandes espacios nacionales como la UCR y el PJ. Pero, aún en la diferencia, bloquistas y cruzadistas tuvieron un elemento común: contaron con líderes/caudillos carismáticos y verticalistas.

Fue la marca de nacimiento del partido fundado por los tres hermanos Cantoni. Federico Cantoni alineó los cuadros internos y les heredó esa forma orgánica de conducción. Su hijo, Leopoldo Bravo, continuó ese legado. Aún fuera del gobierno provincial, Don Leopoldo fue un actor central de la política sanjuanina. Incluso durante sus días de reposo, en la planta alta de la casa de calle Mitre.

Un poco después del centenario Bloquismo, la Cruzada Renovadora también vio la luz de la mano de un médico. ¡Como Cantoni! Alfredo Avelín (padre) edificó una fuerza piramidal a partir de su propia personalidad. Durante décadas fue un candidato competitivo, aún no alcanzándole para llegar a la Gobernación. Finalmente sucedió en 1999, con el resbaloso soporte de La Alianza. La experiencia duró poco. En agosto de 2002 lo desalojaron vía juicio político.

Luego de la crisis del 2001, los cacerolazos y el clamor popular de 'que se vayan todos', nacieron varios partidos políticos provinciales. Por ejemplo, ACTUAR, de Rodolfo Colombo, como un desprendimiento del radicalismo. También Dignidad Ciudadana, surgido de las asambleas vecinales. Pero uno solo, de aquella camada, alcanzó el mismo estatus del Bloquismo y la Cruzada: Producción y Trabajo.

Fundado por Roberto Basualdo, el partido nació como un desprendimiento del peronismo disidente que no acordaba con José Luis Gioja. Muchos de los que se afiliaron luego volvieron al PJ. Quedaron los basualdistas de paladar negro, resistiendo durante  los años de hegemonía giojista primero y uñaquista después.

A diferencia de Bravo y de Avelín, Basualdo nunca cultivó un estilo de conducción caudillesca. A menudo los armados que resultaron relativamente exitosos en las urnas, consiguiendo intendencias y diputaciones en la Legislatura, se desarmaron al poco andar. Fueron frecuentes los saltos hacia el oficialismo de turno.

Basualdo se expuso una y otra vez a las urnas. Consolidó el segundo lugar, a veces con apenas 20 puntos. Le alcanzó para subsistir y sostener a Producción y Trabajo como polo de atracción de otros partidos y agrupaciones. En paralelo tuvo que soportar reiterados ataques de referentes opositores que le echaban en cara su moderación. Lo acusaron de colaborar con Gioja.

Muchos de ellos, incluso los más críticos que tildaban a Basualdo de 'peronismo B', terminaron refugiándose debajo de su paraguas. El resto fue esperar que germine la nueva generación. Basualdo impulsó a Orrego como candidato a intendente de Santa Lucía. El joven abogado perdió la primera contienda en 2007. Pero en 2011 pudo derrotar a Aníbal Fuentes. En ese periodo fue el único jefe comunal de la oposición en los 19 municipios. Se mantuvo firme. Sostuvo la bandera de Producción y Trabajo. Fabián Martín sumó Rivadavia cuatro años después, cuando en 2015 derrotó a Ana María López de Herrera.

Mientras todo esto sucedía en San Juan, Basualdo seguía estrechando vínculos estratégicos en Buenos Aires. Se relacionó con el peronismo federal de Miguel Pichetto, Carlos Reutemann y otros. Pero también se entendió con Mauricio Macri llegada la hora del balotaje en 2015. Hasta la primera vuelta había apostado por Sergio Massa.

Basualdo intentó zafar de la candidatura a gobernador en 2015. Empujó a Orrego pero el santaluceño se plantó en el municipio. Era lógico que el intendente buscara consolidar su territorio a través de la reelección. Roberto terminó cediendo. Pero Marcelo quedó, en cierta medida, emplazado. En 2019 ya no podría esquivar la responsabilidad.

Le tocó quedar bastante por debajo de Sergio Uñac, que logró la reelección con holgura. Pero esa posta era en realidad el prefacio de lo que vendría después. Orrego se consolidó como el protagonista más grativante de la oposición. Basualdo se hizo a un lado. Le cedió la conducción política y se privó de interferir en los criterios internos.

La aparente mesa redonda de Juntos por el Cambio en San Juan siempre tuvo una cabecera reservada para Marcelo. Detrás de la pretendida horizontalidad del espacio se constituyó una jerarquía cantada por los votos. Nada más que decir.

De este modo, Producción y Trabajo llegó al poder el pasado 2 de julio. Vinieron a celebrar referentes del calibre de Horacio Rodríguez Larreta y Martín Lousteau. Pero la trayectoria de Orrego se construyó mucho antes que esta campaña circunstancial. Se montó en un partido provincial de esos que parecían condenados a la extinción. Una fuerza surgida de la peor crisis política que se recuerde en la historia reciente. Sin caudillos y con discurso moderado. Toda una novedad en estos pagos.


JAQUE MATE