Al libertario Bruno Olivera lo tiraron a la parrilla, mientras Sergio Uñac y Celeste Giménez Navarro pudieron seguir adelante sin mucho reproche, salvo alguna dedicatoria en redes sociales. Al senador del bloque La Libertad Avanza le costó y le costará mucho más caro el dietazo de senador, porque quedó expuesto como promotor de la iniciativa. Y porque su espacio político sigue levantando la bandera anti-casta.

Olivera pagará el precio de su propia contradicción. Pero también pagará el precio de la contradicción del mismísimo Javier Milei. El presidente condenó a los senadores por el descaro de duplicarse las dietas, pero se hizo el distraído luego de firmar los abultados aumentos de sueldos en el Ejecutivo. Karina, su hermana, fue una de las grandes favorecidas.

El privilegio más reciente se conoció este fin de semana. El jefe de Gabinete, Nicolás Posse, recibirá una remuneración de alrededor de 70 millones de pesos por integrar el directorio de YPF. Si la petrolera es deficitaria y por eso la quieren privatizar otra vez, evidentemente la plata todavía alcanza para ganar sueldos estrafalarios.

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Pero, como este aumento descarado no tiene ni tendrá la difusión que sí tuvieron y seguirán teniendo los senadores -algo habrán hecho- el foco quedará puesto sobre el Congreso. En particular, sobre los libertarios que desviaron el camino de la tan declamada motosierra y, en especial, la lucha contra la casta y los que no la ven.

Si no lo rescatan con los viejos códigos de la política, Olivera será el pato de la boda.

Según una alta fuente libertaria, la semana pasada Olivera estuvo bajo presión para firmar una renuncia a cobrar el aumento de la dieta. ¿Acaso existe algo así? En principio, es una fábula. La prueba es que Milei, cuando fue diputado nacional, tuvo que cobrar su remuneración obligatoriamente y luego sortearla con transmisión en vivo por redes, para dejar constancia de que se estaba desprendiendo de ese dinero. Algo similar está haciendo el presidente de la Cámara de Diputados, el riojano Martín Menem.

Considerar al Congreso como un gasto inútil sienta un mal precedente. ¿Quién se opondría al cierre de ese -citando al presidente- 'nido de ratas'? Chau Montesquieu.

La sobreactuación apunta al presunto carácter indigno de los legisladores. Si su rol es despreciable, entonces la dieta que reciben es inmerecida. El razonamiento es muy peligroso. Considerar al Congreso como un gasto y solamente como un gasto inútil, sienta un mal precedente. ¿Quién se opondría al cierre de ese -citando al presidente- 'nido de ratas'? Chau Montesquieu.

Claro, para que cierre esta lógica, los senadores y los diputados tienen que hacer su parte. Fue impactante cómo acordaron aumentarse las dietas libertarios, macristas, radicales, peronistas y otros. Ahí no hubo diferencias de ninguna naturaleza. Mientras se rasgan las vestiduras por el impacto del ajuste en los trabajadores, los jubilados y las pymes, mientras se echan la culpa mutuamente por la crisis, se pusieron a salvo ellos mismos. Una vez más.

Milei rápidamente intentó sacar provecho de ese mal paso. En su cuenta de Twitter destacó que los legisladores libertarios no acompañaron el dietazo. Pero, ¡sorpresa! Apareció la iniciativa del senador salteño Juan Carlos Romero -el promotor del aumento- con la firma del sanjuanino Olivera como coautor. ¡Ups!

La prueba irrefutable

El joven libertario se justificó como pudo. Finalmente se declaró arrepentido. Luego tuvo vedado brindar más declaraciones, hasta nuevo aviso. El viernes pasado, Diario de Cuyo prácticamente lo sentenció a la expulsión, citando fuentes internas del partido ADN, columna vertebral de La Libertad Avanza en San Juan.

El traspié de Olivera puede tener finales alternativos. Uno de ellos sería esperar en silencio el tiempo suficiente para que el escándalo se vaya apagando. Sería la receta clásica. La que siempre funcionó. Tarde o temprano sucederá algo que forzará a dar vuelta la página en la agenda mediática. Así pasó históricamente en circunstancias similares.

Otro final alternativo sería que los libertarios empujaran a Olivera para hacer algún anuncio de alto impacto, como la renuncia a la banca. O, un poco menos drástico, el sorteo de la dieta. A ejemplo de Javier. Hay toda una gama de posibilidades para capitalizar el incidente de la mejor manera. Minimizar el daño, aunque sea.

Una decisión de esta naturaleza serviría, además, para exhibir el contraste con los justicialistas Uñac y Giménez. Si Olivera es capaz de retractarse, ¿por qué ellos no?

Sottovoce, los dirigentes veteranos dirán que gestos como este son pura demagogia. Que un senador no puede cobrar menos que un asesor o un secretario de planta permanente del Congreso. Que son legítimos representantes de la Nación, cabeza de uno de los tres poderes del Estado. Que el debate de fondo es otro. Que la indignación impostada por Milei se cae a pedazos cuando se ventilan los sueldos de su entorno.

En esta línea, la discusión en torno de la nueva Ley de Bases podría ser el hito para seguir adelante. Dejar atrás el sainete de las dietas. Y, como cantaba Luca Prodan, 'mejor no hablar de ciertas cosas'.


JAQUE MATE