Carta al presidente de la Nación
En la vigilia del ballotage, cinco pedidos concretos que pueden ser compartidos por muchos sanjuaninos y sanjuaninas. Porque gane quien gane, siempre habrá un día después y un país por gobernar.
En la última veda electoral del año, no cabe calificar las propuestas de los dos candidatos que se medirán este domingo en segunda vuelta. Ya dijeron lo que tenían que decir. Queda seguramente una fracción de votantes meditando su decisión final y posiblemente de ellos dependa la victoria de un lado y la derrota del otro. Las cartas están echadas, más allá de toda la artillería sostenida en redes sociales.
Por eso resulta interesante dar vuelta la perspectiva de análisis. Si el foco no está puesto en los candidatos, tal vez sea oportuno mirar hacia el electorado. Preguntarse: ¿qué quiere la gente? Habrá una variada gama de respuestas, según a quien se consulte. Incluso las encuestas darán un panorama parcial, forzado en cierta medida, para poder expresarlo en gráficos estadísticos.
Cualquiera que se autoperciba como portavoz único de la gente tendrá un delirio de grandeza. O simplemente será un mentiroso. Por eso, esta lista de cinco pedidos al próximo presidente debe ser entendida como una carta personalísima, de un sanjuanino cualquiera. A lo mejor sea un planteo compartido por otros. A lo mejor no.
Hecha la aclaración, señor presidente, tenga a bien recibir esta mínima lista de solicitudes detallada a continuación:
1- Que sea capaz de detener la inflación en un tiempo razonable. Que planificar en el mediano y largo plazo deje de ser una fantasía en este país. Que el ingreso per cápita sea el suficiente para vivir con dignidad. Que el ordenamiento de las variables de la economía tampoco signifique el estrangulamiento de los que menos ganan. Ellos vienen soportando la caída del poder adquisitivo. Suelen ser los que más saben de sacrificios, porque siempre se arreglaron con las sobras. Presidente, nadie espera una solución milagrosa. Pero tenga cuidado, porque la asfixia llegó a un límite.
2- Que el país tenga lugar para los 47 millones de argentinos y argentinas, sin excluidos. Que el gobierno contemple a las mayorías y a las minorías. A las personas con discapacidad, a los adultos mayores, a las mujeres vulneradas, a la diversidad sexual. A los más instruidos y capacitados y a los que no, también. Porque de nada serviría un crecimiento concentrado en pocas manos, a costa de la marginalidad del resto. Dígale como quiera, señor presidente. No lo llame justicia social, si no le gusta. Pero la Nación se construye con todos, todas y todes.
3- Que se pueda vivir en paz. Porque el delito ha cercenado las libertades de los vecinos, fundamentalmente en los barrios más humildes. Allí donde las ambulancias no quieren entrar, mucho menos un delivery. Allí donde las drogas han tomado de rehenes a algunos jóvenes y no tanto, es necesaria la presencia del Estado. Es necesaria una mirada integral, que involucre a las fuerzas de seguridad, pero también un agresivo plan de abordaje territorial con mucho trabajo social y educación. Si no hay horizonte, si no hay expectativas, entonces la vida propia vale nada. Mucho menos la vida del otro.
4- Que el desarrollo sea federal, teniendo en cuenta las particularidades de las 24 jurisdicciones y las zonas más alejadas. Porque pensar el país desde la opulenta Ciudad Autónoma de Buenos Aires o la fecunda Pampa Húmeda solo agudizará el desequilibrio. Cada zona tiene su particularidad, su riqueza económica pero fundamentalmente su acervo cultural y su arraigo. 'Gobernar es poblar', dijo Juan Bautista Alberdi. Equivale a generar las oportunidades para que cada argentino y cada argentina pueda realizarse en su lugar de nacimiento. Y ahí también es necesaria la política. Al mercado nunca le resultará rentable la inversión en comunidades pequeñas y aisladas. Por lo tanto, no todo puede estar atado a la rentabilidad.
5- Que la democracia se eleve por encima de la grieta. Atacar el sistema nunca será la salida. Renegar de la voluntad popular jamás fue una receta efectiva en los modelos más exitosos del mundo. Siempre que hubo progreso, se construyó sobre el respeto al voto. Sembrar sospechas de fraude equivale a escupir para arriba. Están dadas las garantías de fiscalización para acreditar el resultado sea cual fuere. El domingo habrá un ganador y un opositor consagrados ambos en las urnas. El primero tendrá la inmensa responsabilidad de administrar un país en crisis. El segundo tendrá la inmensa responsabilidad de controlar a través de su representación parlamentaria durante los próximos cuatro años.
Hace cuatro décadas los argentinos y las argentinas firmaron un pacto social para terminar con los golpes de Estado recurrentes, con las dictaduras militares sanguinarias. Se hizo Justicia. Se respetó el derecho a la defensa. Los condenados tuvieron el mismo trato que cualquier otro imputado en el derecho penal argentino. Con defectos y virtudes, el sistema electoral permitió la sucesión de gobiernos populares, con modelos antagónicos, pero siempre avalados por el voto de la ciudadanía. Nada de esto debiera generar controversia.
Esta es apenas la carta de un sanjuanino. O de muchos y muchas. Tal vez la clave esté en buscar estos consensos como sociedad. Para que tome nota el presidente, gane quien gane.
JAQUE MATE