La postulación de Cristina Fernández de Kirchner para conducir el Partido Justicialista reveló dos cosas. La primera, que todo pasado fue mejor. O que al menos así funciona para una cantidad importante de dirigentes y militantes. Y la segunda, que no asomó todavía ningún otro referente de la nueva generación que pueda opacarla. Mucho menos, que pueda disputarle el liderazgo.

Si esto es bueno o es malo, habrá opiniones para todos los gustos. Pero la reconfiguración del PJ luego de la amarga experiencia de Alberto Fernández y el poder bicéfalo fallido, dejó todo a la vista. Ganó Cristina una vez más.

No fue muy diferente a lo sucedido en el PJ de San Juan, donde los líderes optaron por dar un paso al costado, pero no se corrieron un milímetro. La toma de decisiones sigue pasando por ellos. Abundan las pruebas. Cristina los forzó a manifestarse.

Bastó que Sergio Uñac y José Luis Gioja se pronunciaran rápidamente a favor de Ella, para que el Consejo Provincial del PJ el mismo lunes por la noche se reuniera en la sede de 25 de Mayo y Alem y bajara la instrucción de salir a buscar avales

Avales para Cristina, por supuesto. ¿Acaso alguien pensó que lo de Ricardo Quintela seguía en pie?

El riojano se sigue resistiendo a desarmar su campaña por la presidencia del partido. En mayo pasó por esta provincia cuyana para abrochar los respaldos de Uñac y de Gioja. Hasta se llevó una foto con los intendentes. Todo parecía resuelto, hasta que asomó Cristina. Ahí se terminó la carrera del gobernador apodado El Gitano.

Lo de Uñac y Gioja con Quintela no fue una traición. Simplemente actuaron en línea con el resto del partido. La centralidad de Cristina logra eclipsar a propios y extraños. Si hasta la Casa Rosada la identifica como la única contrafigura relevante, para confrontar con Javier Milei.

Ahora vale hacer una advertencia para los ansiosos. Interpretar que Ella será la candidata presidencial para 2027 es un exceso. Su gravitación en la política argentina y fundamentalmente en el PJ no siempre tendrá correlato con la competitividad electoral.

Pero no se trata de candidaturas, todavía. Se trata de poder. En esa liga, bastó un mínimo gesto suyo para activar un operativo clamor que barrió con cualquier otro aspirante.

En San Juan, Uñac y Gioja pudieron dejar los enconos personales a un costado para construir una lista de consenso que hoy encabeza Juan Carlos Quiroga Moyano. El diputado veinticinqueño es un peronista de larga trayectoria, nadie le desconoce los pergaminos. Pero claramente actúa bajo la consulta permanente con el senador.

La vicepresidenta partidaria, Graciela Seva, es una extensión de Gioja. Fue su secretaria privada durante los 12 años de gobierno. Seguir analizando los nombres de la lista de autoridades sería redundante. Todos tienen ascendente en uno o en el otro. Incluso el gramajismo termina triangulando decisiones con las dos cabezas.

En el fondo y en la superficie, todo aquel que tenga aspiraciones para el 2025 y para el 2027 sabe que sin el acompañamiento de Uñac y/o de Gioja será imposible competir. El mismo criterio está empezando a operar a nivel nacional. Sin el guiño de Cristina, nada.

Lo puso por escrito en su carta difundida el lunes por la tarde, por redes sociales. Está dispuesta a 'discutir en unidad'. Es decir, todos en su despacho. Ella en la cabecera. Como en los viejos tiempos. ¿Es culpa suya, como patalearon Emilio Baistrocchi en San Juan y Florencio Randazzo en Buenos Aires? Relativamente.

El derrumbe del Frente de Todos, la derrota histórica del peronismo en 2023 perdiendo por primera vez su mayoría en el Senado desde el regreso de la democracia, no le hicieron mella. De alguna manera, la ex vicepresidenta logró emerger. Tuvo una colaboración externa: la motosierra impiadosa de Milei.

El ajuste libertario fue un muy buen argumento para reencontrarse entre peronistas que hasta ayer no se toleraban, como Uñac y Gioja. Como dice el refrán popular: los unió el espanto.


JAQUE MATE