Cuatro muertes y después
San Juan en shock por la nueva realidad. A partir de ahora, la libertad de decidir tiene consecuencias, como nunca antes.
El lunes 24 de agosto debería ser un día para recordar por todos los sanjuaninos y sanjuaninas. Ese mediodía, la jefa de Epidemiología, Mónica Jofré, oficializaba la primera muerte por Coronavirus en San Juan. Una fecha dolorosa, innegablemente, marcada a fuego como aquel 28 de marzo cuando se confirmó el primer caso de Covid-19 en la provincia, o el 19 de agosto pasado, cuando estalló el brote en Caucete revelando la circulación viral por conglomerado.
Por supuesto no sería prudente reducir la trayectoria de la pandemia a un calendario frío y deshumanizante. Pero la memoria suele ser la herramienta más efectiva para intentar corregir los errores del pasado y, fundamentalmente, evitar su reiteración. Aprender, para mejorar. Entender, para reencaminar.
Hace siete días, el primer fallecimiento abría otro capítulo en la escalada de la peste en la provincia. Fue el deceso de una persona de 74 años en el aislamiento total aquí en San Juan, no en Asia ni en Europa, no en Estados Unidos, ni en México, Ecuador, Bolivia o Brasil, no en Buenos Aires, Córdoba ni Mendoza. La cara más dolorosa de la pandemia dejó de ser una noticia lejana que llega por agencia. Se volvió real para esta apacible geografía que alguna vez se creyó a salvo por su distancia de las grandes metrópolis, por su histórico problema de conectividad aérea y terrestre convertido en ventaja cuando la globalización aceleró los contagios. Todo eso apenas sirvió para ganar tiempo.
Pero el germen penetró las fronteras. Esquivó los controles sanitarios a bordo de alguna de las personas que quisieron evitarse la cuarentena en hotel por 14 días. Y saltó de persona a persona en reuniones clandestinas, convirtiéndose en una bomba de contagios. Irónico. Fue exactamente la misma secuencia que describió el Covid-19 en cada sitio donde hizo estragos. Para San Juan, para los sanjuaninos y sanjuaninas, estaba absolutamente claro cómo podían ocurrir las cosas. Por eso se buscó prevenir con todos los recursos disponibles, con aciertos y con errores. Nada fue suficiente.
Al primer fallecimiento en soledad le siguieron otros tres. Todos adultos mayores. Otro clásico triste de esta pandemia es que ataca donde más duele y engaña a quienes se sienten a salvo, escudados en su juventud. La provincia arranca la semana no solo con cuatro decesos sino con 246 infectados. La inmensa mayoría, asintomática. Sin no estuvieran diagnosticados, seguirían saliendo de sus hogares y manteniendo contactos estrechos en la calle. Puede haber muchos otros en su misma condición, solo que todavía no fueron detectados por el rastrillaje epidemiológico.
El virus llegó para quedarse y ambas estadísticas solo pueden ir en ascenso. El escenario más optimista, es que la escalada sea muy gradual, sin picos que pongan en riesgo la capacidad de respuesta del sistema sanitario. El gobierno dio por controlado el brote en Caucete, no porque el departamento haya quedado limpio de virus, sino porque se logró detener la curva exponencial al menos contando los primeros 10 días desde que aparecieron los cuatro casos iniciales. Estos últimos cinco días hasta el próximo viernes 4 de septiembre serán cruciales para retomar las actividades en esta nueva-nueva normalidad.
No, la reiteración no es un error. La nueva-nueva normalidad radica en que aquel diseño de vida que sirvió para la San Juan sin circulación viral lógicamente tendrá que ser reajustado. No alcanza con el protocolo, que es el conjunto de procedimientos dictados por la autoridad sanitaria. Es un rediseño de la cotidianidad que vuelva a la población apta para convivir con el germen reduciendo al mínimo la chance de contraer la enfermedad. Significa repensar los movimientos y las conductas familiares, con total prescindencia de los controles policiales.
Sí, seguirán los operativos y los juicios en Flagrancia, las multas y los berrinches por la falta de libertad. Serán actos de rebeldía contra una realidad tan nítida como nunca antes. Con enfermos y fallecidos aquí mismo. Sin necesidad de asustar con las noticias que llegan del exterior porque la pandemia ya tiene tonada sanjuanina.
La reapertura de la actividad económica se presenta inminente. Las razones son explícitas y, aunque suene remanido, la nueva consigna será aprender a convivir con la peste. Habrá que comprender voluntariamente, a consciencia y sin dramatizar, que las grandes reuniones equivalen a una ruleta rusa. En cualquier momento se puede disparar la bala. El desenlace ya es por todos conocido. A partir de ahora, la libertad de decidir tiene consecuencias, como nunca antes.
JAQUE MATE