En el Acuerdo San Juan hubo jornadas para todos los gustos. Desde encuentros más explosivos hasta soporíferos discursos. Todo, con una meta explícita, autoimpuesta por Sergio Uñac: tener un documento final con medidas de gobierno de aplicación inmediata para sobrellevar de la manera menos traumática la crisis agravada por la pandemia. El éxito o el fracaso de la novedosa modalidad, que involucra a todos los sectores de la provincia, se podrá medir de diferentes maneras.

Uñac convocó a este enorme foro sin precedentes en el momento más crítico de la historia reciente y, sin dudas, en el más delicado que le haya tocado atravesar a su gestión. El 18 de junio, cuando hizo la presentación en el Salón Cruce de los Andes vía teleconferencia con las 17 mesas sectoriales, trazó un horizonte atemorizante. 

Si el mundo entero tiene una proyección negativa y Argentina también, San Juan no podrá salvarse del achicamiento. La economía podría retroceder una década. Y menos riqueza significa menos empleo y más pobreza. Fue un interesante primer paso reconocer que no hay alquimia posible contra una avalancha semejante.

Hubo respuesta a la invitación. Hubo interés de cada cámara, de cada institución, para estar y hacerse escuchar. Incluso hubo algunos roces en determinadas mesas, cuando empezaron a superponerse intereses. Posiblemente la explosión más escandalosa haya sido la que protagonizaron los prestadores de servicios mineros entre sí, enfrentados desde distintos espacios. Y estuvo muy bien que se pudieran manifestar, más allá de que alguno se haya levantado ofuscado y haya dado un portazo.

Este miércoles, en cambio, el clima de concordia entre los referentes de sectores tan disímiles como la salud privada, la construcción, la agricultura y las ONG civiles, puso el diálogo al borde de la simulación. Si todo está relativamente bien, entonces qué sentido tiene reunirse en torno de una mesa con semejante despliegue logístico. El diputado nacional Walberto Allende intervino y pegó un sacudón a los presentes.

Fue con tono elevado. Dijo que el gobernador es consciente de que no está todo bien y que este es el espacio para opinar. Que él mismo como legislador nacional e integrante del círculo de Uñac tiene una mirada crítica sobre diversos aspectos de la gestión. Y que de nada sirve recostarse en la complacencia. El nuevejulino reiteró que este acuerdo no es ni debe convertirse en una puesta teatral sino en una herramienta para salir adelante.

Fue positivo el llamado de atención. Surgieron aspectos, este miércoles, tan estratégicos como la escasez de agua y la carencia total de un plan hídrico para el mediano y largo plazo. También la falta de seguridad jurídica que espanta algunas inversiones mineras, más por cuestiones de índole nacional que provincial. La necesidad urgente de los trabajadores de la economía popular, que siguen pidiendo proveerle al Estado con preferencia por encima de las grandes empresas.

Y un problema inminente que están viendo con preocupación los productores del campo sanjuanino, referido a la mano de obra para la próxima cosecha. Durante décadas, las frutas y hortalizas se han levantado con trabajadores golondrinas procedentes del norte argentino e incluso de Bolivia. Pero la magnitud de la pandemia y el estatus sanitario sanjuanino no es compatible con la entrada de miles de migrantes transitorios. No hay respuesta todavía para ese desafío y el año calendario aprieta las decisiones.

A lo largo de cuatro horas de exposición diversa, esta es apenas una pincelada de una construcción colectiva novedosa. El gobierno se ha comprometido a hilvanar las 480 propuestas recogidas en la primera instancia para unificar las troncales en una hoja de ruta. Y Uñac, preso de sus palabras, tendrá que presentar el 1 de septiembre el manual sanjuanino anticrisis.

El éxito o el fracaso del Acuerdo San Juan estará dado por ese recetario coral. El momento de hacerse escuchar es ahora, volverse parte responsable para encontrar las soluciones. Después será tarde, aún para exigir que se cumpla la palabra empeñada.


JAQUE MATE