Este martes Marcelo Orrego cumple su primer año como gobernador y si hay que decir una sola cosa de su gestión, solo una, es que mantuvo el statu quo. Tal vez haya sido un acierto, frente al tembladeral que sucedió en la Argentina, encontrar un poco de quietud en esta provincia remota de la zona andina.

Hubo cambio, sí. Pero ocurrió más en las formas que en el fondo. Fue precisamente lo que votó la mayoría aquel 2 de julio de 2023. Menos parafernalia. Bajo perfil. La receta funcionó. Todas las encuestas le asignan más de 60 puntos de imagen positiva al gobernador. Ese es su gran activo y su mayor apuesta: más imagen que discurso. Menos palabras. Más cercanía.

El orreguismo extrañará en esta columna una valoración acerca de la gestión propiamente dicha. Es decir, los números en obra pública, días de clase, atención sanitaria y políticas sociales. Que se haya mantenido el funcionamiento en general, sin grandes sobresaltos, fue meritorio.

A Orrego le tocó amortiguar el impacto de la motosierra. Lo logró con mucho esfuerzo y alta tolerancia social. Fue vital que mantuviese intacto el contrato social. Eso se tradujo en un alto acompañamiento, pese a la escasez de recursos y al ajuste brutal.

Ese pacto con el electorado le sirvió al gobernador para despejar una de las grandes dudas que afrontaba el 10 de diciembre del año pasado, cuando prestaba juramento. ¿Cómo podría convivir con la mayoría uñaquista en la Legislatura? El asunto se saldó rápidamente.

Con el buen oficio de Fabián Martín, Orrego construyó una nueva mayoría, porque así funciona el poder. Los intendentes se acomodaron rápidamente, salvo Romina Rosas de Caucete. Con ella la relación nunca se pudo encarrilar. Con todos los demás, en mayor o menor medida, el diálogo se afianzó en base a gestos de cordialidad recíprocos.

Entonces, decir que Orrego mantuvo el statu quo es, por sobre todas las cosas, un reconocimiento. Sostener relativamente el ritmo en una provincia Nación-dependiente cuando Nación cerró el grifo de los recursos de un día para el otro es digno de mención especial.

El primer año de Javier Milei fue todo lo contrario al primer año de Orrego. Fue la ruptura total con el país conocido hasta el 10 de diciembre del año pasado. El presidente llegó dispuesto a sublimar su romance con los grandes grupos financieros. Les obsequió una renta del 45 por ciento en dólares con el carry trade, bien al estilo de Toto Caputo. El Messi de las finanzas.

Pese a la licuación de las jubilaciones y al recorte de la cobertura de medicamentos de PAMI, pese al ajuste a las universidades y a los despidos masivos tanto en el sector público como en el sector privado, Milei llegó al primer año de gestión con alrededor de un 50 por ciento de acompañamiento en las encuestas.

En este contexto ese número es una enormidad. En buena medida 'El Javo', como le dicen los libertarios en redes sociales, se hace fuerte frente a una oposición desintegrada y carente de figuras de peso. Salvo Cristina, la oponente elegida.

La flamante presidenta del Partido Justicialista fue el último recurso para reconducir al peronismo desorientado, fuera del poder. El síndrome de abstinencia fue mucho peor en esta provincia.

A nivel nacional, Mauricio Macri interrumpió la seguidilla de gobiernos justicialistas entre 2015 y 2019. No así en San Juan. Aquí hubo 20 años de continuidad entre José Luis Gioja y Sergio Uñac. Hoy el movimiento transita una crisis que solo tiene precedentes en el regreso de la democracia, cuando César Gioja intentó disputarle la gobernación a Leopoldo Bravo en 1983.

Hasta 1991, cuando apareció Jorge Escobar con el padrinazgo de los Menem, el justicialismo estuvo dividido en no menos de cuatro corrientes internas. Hoy sigue partido al menos en dos, con mucho esfuerzo por disimular la fractura.

Para la gente el balance tendrá un agridulce. Por un lado, se desaceleró la inflación. Pero el costo fue altísimo. Se logró, esencialmente, planchando el consumo. Licuando el poder adquisitivo debido a la brutal devaluación del 118 por ciento de diciembre.

Hubo guerra con las universidades públicas y guerra con los jubilados, pero no todo se jugó en el bolsillo. También hubo una batalla cultural contra la justicia social. Que cada uno se las arregle como pueda. Y ahí el León se hizo cada vez más fuerte.

La profecía de la caída de Milei no se cumplió. Entra ahora en cuenta regresiva para las elecciones legislativas de 2025. Tiene tan pocos diputados y senadores que solo puede crecer, sea cual fuere su resultado. El PJ, el PRO y la UCR solo pueden achicarse, porque vienen de elecciones mucho más generosas que la que enfrentarán en apenas unos meses más.

Se viene un Milei empoderado. Mucho más. Para Orrego será cuestión de afinar el pragmatismo. Correrse de la línea de fuego. Con eso le alcanza por ahora.


JAQUE MATE

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