Era sabido. Aunque Jáchal se cerrara con más y más exigencias para evitar que el virus ingresara a su territorio, era altamente probable que la peste ya estuviera saltando de vecino en vecino. Simplemente, no se había manifestado aún. Sin ánimo de profetizar la desgracia, la pandemia permitía predecir con bastante certeza cuál será su siguiente paso. Entra sin avisar. Se propaga sin pedir permiso.

Le sucedió al país diez meses antes. El jueves 23 de enero el ministro de Salud de Nación, Ginés González García, dijo "no hay ninguna posibilidad de que exista Coronavirus en Argentina". Igualmente se declaró el alerta y la vigilancia epidemiológica. Pero fue hasta una sobreactuación, ante las primeras noticias que llegaban desde China. Por suerte el mundo queda tan, tan lejos, habrá pensado el veterano funcionario, parafraseando a Susanita, el personaje de Quino. 

El germen penetró las fronteras y se fue transmitiendo con la misma voracidad que lo había hecho en Asia y en Europa. En San Juan, Sergio Uñac blindó los límites provinciales con restricciones impensables en otro contexto. Se fue naturalizando con el correr de los meses, pero forzar a que cualquier persona que quiera regresar deba aislarse en un hotel pagando de su bolsillo compulsivamente el costo, fue una medida extrema. Esa decisión se ha ido relativizando hasta tener los días contados. Con circulación viral comunitaria carece de sentido semejante acción.

El sábado 28 de marzo se anotó el primer caso positivo de Covid-19 en San Juan y la historia cambió para siempre. El gobernador comunicó la novedad en un mensaje de tono grave, ese sábado por la noche. Fue el acuso de recibo de la pandemia. Se extremó el muro sanitario. Fue vulnerado. Se demoró la proliferación de las infecciones. Pero finalmente el búnker terminó vulnerado. Apareció el caso 23 en Caucete y de ahí en adelante, una catarata de contagios. Paradójicamente, pese al estupor, era de esperar. La hoja de ruta siempre estuvo marcada.

De Caucete saltaron los contagios a Santa Lucía, a Rivadavia, a Capital, a Rawson. Al resto de la provincia. Zonda y Ullum anunciaron la instalación de controles sanitarios en sus accesos, casi aduanas con otro nombre. Por supuesto fue inútil. El germen siguió proliferando. Luego los departamentos más alejados se negaron a la reapertura del turismo interno, identificando a los visitantes como verdaderas amenazas para la burbuja impoluta de sus vecindarios. Fueron finalmente los propios residentes quienes se terminaron contagiando. Porque así se comporta la peste.

Sucedió en Calingasta, luego en Iglesia, luego en Valle Fértil y finalmente en Jáchal. Si cualquier sanjuanino quería ingresar a la tierra de Buenaventura Luna, debía ir con un testeo rápido negativo pagado de su propio bolsillo. Si no tenía el certificado en mano, sería deportado.  No duró demasiado esa falsa sensación de seguridad. El sábado pasado aparecieron los dos primeros casos positivos. Este lunes por la mañana el intendente Miguel Vega comunicó otros dos. Por la tarde ya sumaban 15 en total.

Por supuesto, todos llevaban varios días infectados. Simplemente, no había transcurrido el tiempo necesario para que se manifestaran los síntomas. La razón de demorar el hisopado hasta el quinto día de haber tenido el contacto estrecho con una persona positiva, es que antes la PCR puede dar negativa. Y aún con la negatividad certificada, siguen sucediendo los contagios. Porque el virus no entiende de papelerío. La biología no es burocrática.

Para los jachalleros, como antes les sucedió a los calingastinos, a los iglesianos, a los vallistos, vendrá una etapa de metabolizar el golpe. Digerir el trago amargo. Acomodarse a la nueva realidad que acaba de revelarse. Porque en definitiva fue eso: correrle el velo a los contagios que ya habían sucedido pero no se habían hecho visibles todavía.

Este martes San Juan recibirá por primera vez un vuelo procedente de Buenos Aires desde que se paralizó todo el transporte aéreo de pasajeros el 20 de marzo. Será un hito. A diferencia de Mendoza, para ingresar al Domingo Faustino Sarmiento habrá que presentar una PCR negativa o ir escoltado a un hotel, donde habrá que someterse a un hisopado y aguardar ahí en ese confinamiento el resultado. Será una restricción por encima de otras grandes capitales del país, que simplemente se abrieron. Pero al menos será una acción en positivo para revincular a la provincia luego de los largos meses de aislamiento estricto.

El paso siguiente será la reapertura del turismo interno. Impedir el ingreso de visitantes a Jáchal no mantendrá a salvo al municipio. La pandemia no necesitó nunca de esa puerta abierta para hacer lo suyo. El mismo razonamiento les cabe al resto de los municipios que tienen sus hoteles y cabañas ociosos, mientras cientos de familias siguen esperando subsidios para remendar el daño económico.

Lo dijo el intendente vallisto Omar Ortiz el viernes pasado aquí en Banda Ancha: "Está comprobado que no hay sistema que el virus no pueda vulnerar". Y compartió una conclusión que anticipa lo que vendrá: "Tenemos que aprender a convivir con el virus, no podemos cerrarnos". Habrá que vencer el miedo, resguardarse en los protocolos y deshojar la magarita hasta que llegue finalmente la vacuna.


JAQUE MATE