“La oposición va a tener oportunidad de compararnos con Venezuela o con el infierno”, dijo Alberto Fernández ayer al contestar la última pregunta de la conferencia de prensa. Acababa de anunciar la intervención y expropiación del Grupo Vicentín, una de las alimenticias mejor rankeadas en el país, al borde de la quiebra por deudas impagas. Por supuesto, el presidente sabía de antemano que una medida estatista semejante iba a hundir el cuchillo en la grieta de modo irreconciliable.

No se hicieron esperar las repercusiones. Del lado del oficialismo, el justicialismo y los socios de centroizquierda, celebraron el concepto de la "soberanía alimentaria". Al quedarse con Vicentín, el Estado tendría injerencia en un mercado tan sensible como el de la producción de comida. El paralelismo más evidente para comprender la magnitud de la jugada se podría trazar con Aerolíneas Argentinas y con YPF. A través de ambas compañías, el país tiene modo de regular las condiciones con los competidores del sector privado.

Es todo lo que siempre soñó el autodenominado movimiento nacional y popular. Y todo lo que despreció el arco libremercadista, recientemente representado por Mauricio Macri y Cambiemos, que identifica a este tipo de medidas lisa y llanamente con el populismo. Alberto, que tiene un profundo manejo de la política, sabía oportunamente lo que venía cuando hizo el anuncio. Llamativamente, venía de reunirse con los empresarios más poderosos del país la semana pasada, antes de la nueva extensión de la cuarentena. Les pidió colaboración y que les digan a sus gerentes que dejen de llevarse los dólares al exterior.

Fernández, que llegó con un discurso ciertamente más moderado que el de Cristina, rodeado por versiones más amistosas y bien vistas por el mercado como Sergio Massa y los Lavagna, Roberto y Marco, decidió empezar a mostrar el rumbo sin titubeos. Aún cuando la pandemia todavía no se terminó y hace más de 80 días monopoliza la agenda. La conveniencia de la intervención y expropiación de Vicentín se convirtió en el asunto protagónico de la agenda.

Como era de prever, la grieta también explotó en San Juan. De los legisladores nacionales solo dos salieron a marcar posición presurosos. Fue vía Twitter. José Luis Gioja publicó que "la intervención temporal del Grupo Vicentín logra proteger el trabajo de los empleados y evitar la especulación con los alimentos básicos que todos los argentinos consumimos".

En el otro extremo, el macrista Eduardo Cáceres consideró que "la expropiación de Vicentín es inconstitucional y da el primer paso para estatizar el mercado agropecuario" y que "en vez de rescatar a las empresas endeudadas Alberto Fernández usa el dinero del pueblo argentino para quedarse con ellas".

Pero, más allá del debate político, necesario, imprescindible, están los efectos prácticos. Desde ese punto de vista, San Juan podría sacar provecho, al menos en un plano hipotético. Vicentín es propietaria de una de las dos mosteras más importantes de la provincia: ENAV. Esta firma tiene la capacidad de producir 20 mil toneladas de jugo concentrado de uva por año, moler 50 millones de kilos de uva fresca y almacenar 40 millones de litros. Es decir, puede establecer precio a las decenas de productores a quienes les compra.

Los viñateros arrastran toda una historia de reclamos hacia el Estado, cada vez que el mercado concentrado les tiró los precios a la baja. No hubo una sola vendimia en los últimos 20 o 30 años que no llegara acompañada por la queja de los productores, sobre la cartelización que los perjudicó hasta empujarlos al borde del quebranto. La rentabilidad muchas veces estuvo por debajo de la sostenibilidad de los costos. Alcanza con echar un vistazo al archivo para verificarlo.

Con ENAV en manos del Estado, los viñateros podrían contar con un actor decisivo en el mercado que les cambie drásticamente los términos de la relación. No será la Provincia sino la Nación, pero igualmente habrá interlocutores de otro talante para discutir los precios más apropiados en cada temporada.

La expropiación de Vicentín agravará la grieta. Será o es el punto de quiebre que definió con claridad meridiana hacia dónde apunta el modelo albertista. Los argumentos de uno y otro lado son bastante previsibles. Si solo importara la mirada local, para los viñateros sanjuaninos podría ser solamente una buena noticia.


JAQUE MATE