El mensaje de la segunda foto
Después de la cumbre Macri-Fernández, la segunda imagen del nuevo presidente electo dejó una lectura imprescindible para entender lo que viene.
Así como la foto política del lunes fue el encuentro institucional entre Mauricio Macri y Alberto Fernández, la imagen del martes fue la que se tomó en la asunción del gobernador tucumano, Juan Manzur. Nuevamente el protagonista excluyente de la postal fue el presidente electo y una sugestiva guardia de honor integrada por mandatarios provinciales, intendentes y dirigentes sindicales de rango nacional.
Desde Héctor Dáer, secretario general de la CGT, hasta Andrés Rodríguez, de UPCN, pasando por Sergio Palazzo, de Bancarios, José Luis Lingeri de Obras Sanitarias y Roberto Fernández, de la UTA, por solo nombrar algunos, el aparato sindical tuvo un lugar acomodado en esa instantánea, la primera de esta magnitud tras la elección del domingo.
Es verdad, como señalaron los medios nacionales, que los gobernadores, entre ellos Sergio Uñac, se llevaron la atención del presidente Fernández. Insistió en que viene una administración con participación federal de los 24 distritos. Para los caciques provinciales, fue la ratificación de un compromiso de campaña que suena más que bien.
Pero en el análisis del cuadro, podría correrse el riesgo de obviar el otro dato relevante: nuevamente, la presencia del poderoso arco sindical como respaldo político de Alberto, casi a la par de los gobernadores. Hay sobradas razones para reparar en este punto.
El miércoles 25 de septiembre, cuando ya había pasado la primaria y Fernández-Fernández demostraba su potencial victoria, estuvo en San Juan el economista Matías Kulfas, uno de los candidatos del albertismo para conducir el Ministerio de Economía o similar. El "señor K", como lo bautizamos simpáticamente en esta misma columna de opinión, se llevó un documento elaborado por la Unión Industrial Argentina, que había hecho pie en nuestra provincia precisamente para provocar el contacto.
Poco más de un mes después y con el resultado electoral consumado, el presidente de la Unión Industrial de San Juan, Hugo Goransky, desempolvó el documento ayer aquí en Banda Ancha, en Canal 13. Entre otras cuestiones, más allá de la corrección de la macroeconomía, la previsibilidad cambiaria, la menor presión tributaria y el estímulo a las inversiones de la economía real, volvió a la escena la urticante reforma laboral.
Goransky prefirió referirla como "modernización" laboral, con "nuevas formas de contrataciones", para bajar la conflictividad. Detrás de cada expresión se abre un inagotable abanico de posibilidades y, visto desde el costado sindical, también un manojo de dudas y sospechas. Es verdad que el empresariado necesita bajar costos para mejorar su competitividad. El conflicto surge cuando en ese esquema se ponen los salarios, aportes y contribuciones, también sobre la mesa.
El domingo anterior a las elecciones, en el último debate de candidatos, Fernández sentó posición. Nítidamente, tomó distancia de la reclamada reforma laboral. Y lo hizo con una crítica abierta al modelo de Cambiemos. "Macri uberizó la economía", dijo el ahora presidente electo. Y agregó: "la uberización consistió en quitarles responsabilidades a los empresarios y sacarles derechos a los que trabajan". Solo con esa frase, el pedido de la UIA entra en colisión frontal.
También genera controversia la promesa albertista -compartida por Roberto Lavagna- de ponerle plata en el bolsillo a la gente. Para los industriales, generadores de empleo y pagadores de salarios, es motivo de alarma. Goransky hizo una mueca, se tomó un par de segundos y contestó aquí que no se puede creer en "soluciones mágicas". Aunque desarrolló su idea, no hizo falta demasiado para entender que a los empresarios los asusta la idea de una paritaria sin parámetros o incluso con pisos de negociación elevados, fogoneados desde el nuevo poder político.
En este caldo se cocinan las primeras horas del futuro gobierno. A todas luces es un tema crucial, despertar el 50% del aparato productivo dormido, incentivando el consumo y por lo tanto, el poder adquisitivo del trabajador promedio. Fernández llega prometiendo tener la receta. Cuenta para ello con un gran pacto social. Más que nunca, con la certeza de que no será fácil.
JAQUE MATE