Obtener un par de bancas en el Congreso no compensará la pérdida del gobierno provincial. Por lo tanto, podría entenderse que el justicialismo competirá para 'salvar el honor' en las elecciones nacionales que quedan por delante. Pero no. Hay bastante más en juego y tiene que ver con el liderazgo de la oposición que enfrentará a Marcelo Orrego los próximos cuatro años.

¿Quién será el interlocutor del gobernador electo a partir del 10 de diciembre? ¿Acaso será una sola figura? ¿O habrá una diáspora en el PJ y una infinidad de vertientes, cada una acordando por su lado, por separado? Una respuesta anticipada a estos interrogantes la dio el intendente electo de Rawson, Carlos Munisaga, la semana pasada en Banda Ancha.

La receta de los jefes comunales del peronismo y aliados será conformar un bloque único, bajo la etiqueta de 'liga de intendentes justicialistas'. Sin excluidos. Todos y cada uno de los 15 no orreguistas deberían sentarse en torno de esta mesa, dando por superada la confrontación uñaquista-giojista.

Pero este diseño acordado en borrador tiene varios condicionantes todavía por delante. Una parada imprescindible será el 13 de agosto. Y se refiere a la todavía irresuelta interna entre Sergio Uñac y José Luis Gioja. El gobernador decidió sostener su precandidatura a senador aún después de la caída del 2 de julio. A su despacho llegaron miradas contrapuestas.

Hubo quienes le recomendaron que decline las aspiraciones para resguardarse de otra eventual derrota. Pero también estuvieron quienes lo alentaron a seguir adelante para no entregarle en bandeja la conducción del peronismo a Gioja.

Molestó sobremanera que la misma noche del 2 de julio el diputado nacional prácticamente saliera a pedir las llaves del partido. Si Uñac se retiraba de esta contienda por el Senado, era cederle a Gioja la conducción que viene reclamando desde aquella interna de marzo de 2020. Renunciar significaba también asumir el costo de la derrota provincial como único responsable del resultado, cuando el fracaso fue compartido. Orrego les ganó a los dos juntos.

Uñac es consciente de que está caminando por la cornisa. Tiene el deber de ganarle a Juan Carlos Gioja en la primaria del 13 de agosto, para ponerle freno a la embestida de José Luis. Pero nadie le garantiza la victoria. Ahí radica el alto riesgo de seguir en la competencia. Si le tocara perder, el gobernador quedará muy malherido hacia adelante. Terminará su mandato el 10 de diciembre sin más que decir o hacer.

Por eso Uñac está obligado a imponerse en la primaria. Ese es el desvelo del oficialismo por estas horas, pensando en los años que vendrán. Si el gobernador se convierte en senador, aunque sea por la minoría, tendrá voz en la mesa peronista a conformar. En cambio Gioja, no habiendo ganado la gobernación ni una banca para su hermano, quedaría debilitado.

En cualquier hipótesis, los sub-50 del peronismo vienen empujando para sacarse de encima el lastre de esta interna heredada. Lo están diciendo recatadamente. Pero ya no guardan silencio cuando tienen que referirse al alto precio que tuvo esta guerra.

Por eso están impulsando al veinticinqueño Juan Carlos Quiroga Moyano como futuro presidente partidario. Es un dirigente del interior que ha consolidado su poder territorial con una acumulación de victorias inobjetables. Pero fundamentalmente representa una vuelta de página respecto de los cuadros que venían a cargo hasta ahora. Por ejemplo, Juan Carlos Abarca.

El albardonero fue uno de los que resistió la coronación de Cristian Andino como candidato a gobernador tras el fallo de la Corte Suprema. Junto con el vicegobernador Roberto Gattoni hicieron fuerza para conservar a un Uñac como cabeza de fórmula. Por lo tanto, les imputan a ellos y al sector que representan la cuota de responsabilidad que les cabe por el resultado obtenido.

¿Acaso Andino hubiera garantizado la victoria? Imposible saberlo. Es contrafáctico. Pero la otra receta, la que se aplicó finalmente, fue fallida. Y ese dato es inapelable.

Entonces hay una delicada arquitectura en proceso, para evitar la dispersión del peronismo cuando tengan que entregarle el gobierno a Orrego y Juntos por el Cambio. El peor escenario es precisamente la división, que cada intendente y/o cada diputado tenga canales de diálogo independientes. Por supuesto, la primera condición para impedirlo será ordenar el desorden. Administrar el caos natural sobreviniente de la derrota.

¿Quién está en condiciones de liderar este proceso? Nadie lo sabe. Las próximas semanas, los próximos meses, serán decisivos para construir los consensos. El 13 de agosto será determinante también. Si gana Uñac, Gioja quedará complicado para erigirse como autoridad. Si pierde Uñac, Gioja tendrá allanado el camino.

Esto no significa que el diputado nacional vaya a encabezar personalmente la etapa que viene. Aún ganando la PASO del 13 de agosto, tiene una camada de dirigentes con aires de renovación. Mencionó a algunos la semana pasada en Banda Ancha. Habló de Facundo Perrone, Daniela Castro, Maira Zepeda y Leonardo Gioja, por ejemplo.

Curiosamente, cualquiera de ellos tiene diálogo hace rato con pares del uñaquismo. Ese nuevo estrato que asoma, de un lado y del otro, puede concebir la nueva etapa. Pero nada está dicho. Lo único cierto, a esta altura, es que el peronismo se juega mucho más que el honor.


JAQUE MATE