Es cíclico. De vez en cuando, vuelven a brotar las disidencias en el PRO en San Juan, con algunas voces discordantes hacia la conducción de Eduardo Cáceres y su estrechísimo equipo de colaboradores, donde aparecen el actual diputado electo Enzo Cornejo y la saliente delegada de Desarrollo Social de Nación, Gimena Martinazzo.

Otra vez el macrismo sanjuanino vuelve a levantar la voz contra el estilo de conducción ausente de Cáceres, con una salvedad: esta vez el diputado nacional que supo tener entrada libre no solo a los despachos más encumbrados del Congreso sino también a la Casa Rosada, corre el riesgo de quedar opacado por el debut parlamentario de Marcelo Orrego.

Eso, más la lógica pérdida de poder asociada al final de mandato de Mauricio Macri. Cáceres, como presidente del PRO en San Juan, dejará de ser el nexo obligado para llegar al gobierno nacional, para convertirse en el más ambicioso de los escenarios, en un miembro importante de la oposición al albertismo. Habrá que verlo caminar un poco desde el 10 de diciembre para ver si está dispuesto a elevar el perfil o sigue prefiriendo subir de vez en cuando una foto a redes sociales y poco más.

Esta vez el reproche para Cáceres y su entorno llegó desde Albardón, de parte de un dirigente departamental importante que rivalizó nada menos que con Juan Carlos Abarca por la banca de diputado, el concejal Alejandro Riveros. En Banda Ancha el edil midió sus palabras pero dejó muy en claro que sintió en carne propia que su propio partido le dio la espalda. Una anécdota que compartió, demostró de qué estaba hablando.

En la campaña de 2017, solo Roberto Basualdo fue a agradecer a la tropa albardonera el esfuerzo puesto para obtener las bancas. A Cáceres todavía lo están esperando, según manifestó Riveros. El diputado nacional estableció una metodología de comunicación que siempre tuvo a Cornejo como mediador. Por eso el concejal albardonero se sintió doblemente desairado, cuando el titular del Enacom directamente no le contestaba ni los mensajes de Whatsapp.

Detrás de Riveros hay un grupo de macristas disidentes de Cáceres que pretenden disputar el poder del partido, en la renovación interna de autoridades prevista para 2020. El albardonero ha tenido contacto con Marcelo Orfila, el sanjuanino que Cambiemos adoptó en Buenos Aires para el manejo de ferrocarriles  y que envió de vez en cuando a la provincia para verificar en el territorio por qué había tanto ruido político.

El PRO tuvo la particularidad en San Juan de haber llegado al Poder Ejecutivo nacional sin lograr consolidar un espacio potente. Por el contrario, el partido del presidente Macri siempre tuvo que orbitar en torno de otras expresiones para lograr cierta competitividad, quedando reducido a un escolta de Basualdo o de Orrego, en la versión 2019 de la alianza.

En otra escala, ocurrió también a nivel nacional, a juzgar por algunos quiebres incipientes desde el Congreso, como los que visibilizaron días atrás el presidente de la Cámara Baja, Emilio Monzó, y el diputado cordobés Nicolás Massot. A coro le reprocharon a Cambiemos haber montado una gestión en la grieta, pagando el costo cuatro años después.

Claro, al menos Massot ya carga con el mote de traidor, sentenciado por la autoproclamada "fiscal de la República", Elisa Carrió, hoy en simulada retirada de la política activa.

San Juan no ha estado al margen de estos dilemas. El PRO en la provincia quedará sometido a una dura prueba desde el 10 de diciembre. Por delante, Cáceres o quien lo suceda, tendrá la enorme tarea de convocar para fortalecer las bases, conscientes de que será mucho más difícil ahora desde el llano que cuando estuvieron en el poder. O, por el contrario, el partido correrá el riesgo de quedar reducido a una expresión simbólica como tantos otros ensayos que hubo en la historia reciente de Argentina.

Dijo ayer en Banda Ancha el peronista Mauricio Ibarra que el futuro político de Macri, más que depender de él, dependerá del pulso de Alberto Fernández. Si el presidente electo logra superar los antagonismos, el heredero del grupo Socma estará en dificultades. Pero si el nuevo mandatario del Frente de Todos apuesta a agudizar los enfrentamientos, esa cuchilla de doble filo podría terminar volviéndose en contra suyo. Como ya ocurrió.

JAQUE MATE