No votar por los candidatos de Marcelo Orrego el próximo 22 de octubre, en 33 días más, sería equivalente a 'tirarse tierra encima', según el diputado electo por Capital, Gustavo Fernández. O, dicho en otros términos, enterrar al gobernador. Puede suceder.

Tuvo lógica la reflexión del dirigente de Dignidad Ciudadana que, en dupla con Susana Laciar, destronó al justicialismo de Capital. Si la lista de Orrego -por lo tanto, la de Patricia Bullrich- quedara tercera en esta oportunidad, sería una catástrofe para quien todavía no empieza a gobernar.

Orrego ganó las elecciones del 2 de julio con el 51 por ciento. El drenaje de votos que sufrió en la PASO del 13 de agosto fue monumental. Entre los dos precandidatos presidenciales amarillos sumaron apenas el 28 por ciento. El gobernador precisa contrarrestar esta caída y la estrategia, a todas luces, es apelar a una consigna clásica y bien sanjuanina.

Consiste en recordarles a los votantes la altísima dependencia de fondos nacionales que tiene la provincia. Desde Leopoldo Bravo en adelante, cada uno de los gobernadores en este tramo de 40 años de democracia jugó fuertemente su relación con la Casa Rosada como activo electoral. Y la gente respondió.

Si no compartieron el color político con el presidente de turno fue clave el manejo de los legisladores propios en el Congreso Nacional como resorte para la negociación. Quien tiene manos para ofrecer en el Senado y en Diputados, puede pedir atenciones a cambio. Y viceversa. Así funcionó la relación entre Sergio Uñac y Mauricio Macri.

Privar a Orrego de este músculo en el Parlamento sería cortarle otro brazo, con perdón de la metáfora. Ya sufrió una mutilación importante cuando el 14 de mayo, antes de ser electo gobernador, quedó en minoría en la Legislatura. Le tocará entenderse con una mayoría opositora y un bloque oficialista de apenas un tercio del recinto.

En privado, varios futuros funcionarios de Orrego coinciden en reconocer la preocupación. Son conscientes de que les tocará gestionar en tiempos difíciles. La crisis económica es fenomenal y, gane quien gane, habrá restricciones. Cada vez que Nación cerró el grifo, se sintió en San Juan. Si a este panorama se agrega un contexto político adverso, será doblemente sombrío.

Si la próxima presidenta será Bullrich o no, eso escapa largamente a las necesidades y a las posibilidades de Orrego. Aunque sea inconveniente plantearlo en campaña, el próximo gobernador está preparándose para gestionar con quien sea que llegue a la Casa Rosada. Algo de eso deslizó Fernández la semana pasada en Banda Ancha.

Dijo que no darle senadores y diputados nacionales a Orrego equivale a 'tirarnos tierra encima'. El razonamiento vale tanto con un presidente de su propio signo político como con cualquier otro. Es decir, con Sergio Massa y con Javier Milei también. Tal vez más.

Si a Orrego le tocara convivir con Massa o con Milei, jugará de visitante. Será cacique de una 'provincia chica'. La única manera de compensar esa desventaja sería ofrecer votos en el Senado, donde San Juan tiene el mismo peso que cualquier otro de los 24 distritos. Allí, en la Cámara Alta, todas las jurisdicciones están igualadas. Distinto es Diputados, donde la magnitud de cada población determina el número de bancas.

El 10 de diciembre dejarán el Senado Rubén Uñac, Cristina López y Roberto Basualdo. Los dos primeros por el PJ y el restante por Producción y Trabajo. Nadie sabe a ciencia cierta cómo serán los reemplazos. El tanteador del 13 de agosto dejó las cosas muy parejas entre los tres frentes: Unión por la Patria, La Libertad Avanza y Juntos por el Cambio.

El tema es que las tres bancas en el Senado no se reparten proporcionalmente, sino simplemente quedan dos para la primera fuerza y la restante para la segunda fuerza. Es decir, el que resulte tercero, aunque sea por un voto, terminará excluido. El riesgo de altísimo en un escenario de tercios con pronóstico incierto.

Los candidatos de Milei, Bruno Olivera para senador y José Peluc para diputado, corren con ventaja. Sumaron unos 30 puntos en la primaria en lista de unidad, mientras Unión por la Patria y Juntos por el Cambio compitieron con divisiones internas. Ahora estos dos espacios tradicionales intentan retener los puntos de la lista eliminada en la PASO y crecer seduciendo a los que no fueron o votaron en blanco.

Orrego tiene un par de elementos a su favor. El primero es que difícilmente quien votó a Juan Domingo Bravo se fugue hacia otra opción que no sea Emilio Achem para el Senado. El segundo factor es que el gobernador electo tiene el halo de poder de todo el que comienza. Condensa el futuro inmediato. Es un diferencial que no puede exhibir ningún otro dirigente en esta contienda.

Ninguno otro, excepto los candidatos presidenciales. Ese es el flanco débil de Orrego, su alta dependencia de la suerte que le toque a Bullrich, en una carrera donde algunas encuestas la ponen tercera, fuera del balotaje. Por supuesto, los sondeos de opinión pública tienen alto grado de error. Pero por el momento siguen siendo la información disponible para tomar decisiones.

Tanto es así, que el orreguismo echó mano a una receta histórica, siempre efectiva en campañas sanjuaninas: darle poder al gobernador en el Congreso, como moneda de cambio para entenderse con la Casa Rosada. O enterrarlo antes de empezar.

JAQUE MATE