Detrás del discurso ceremonioso y los modales siempre acordes, Marcelo Lima fue, es y será un militante político clave. Lo fue durante los 12 años de gobierno de José Luis Gioja. Y también durante los cuatro siguientes de Sergio Uñac, aún cuando la relación había comenzado con tensiones.

La fórmula Uñac-Lima, anunciada en 2015, sintetizaba la figura que mejor medía en la intención de voto con la que había rivalizado internamente por la sucesión de Gioja. Pocos lo recordarán, aunque no haya pasado demasiado tiempo. Pero hace cuatro años la tensión del vice pocitano y el intendente capitalino era inocultable. 

Ambos querían lo mismo, aunque terminó inclinando la balanza la competitividad electoral. Porque, más allá de las pasiones y los afectos, los peronistas siempre persiguen el poder. En la derrota pierden todos. En la victoria, al menos hay espacios para compartir.

Entones Uñac ganó la candidatura por consenso, pero tuvo que ceder nada menos que el lugar de su compañero de fórmula. Tuvo que convivir con Lima durante aquella campaña y saber que, en el gobierno, deberían aprender a coexistir superando la desconfianza.

El tiempo transcurrido habilita a revelar algunos secretos hasta ahora no contados. Por ejemplo, que Lima le dijo en la intimidad a Uñac que para él la interna se había agotado el mismo día en que se cerró la fórmula. Y que de ahí en adelante sabía el lugar que le tocaría ocupar. El de acompañar con lealtad, concepto caro para los peronistas. No siempre logrado, por cierto.

Lima se convirtió en un amortiguador de las tensiones internas. Lo hizo dentro de la Cámara de Diputados, calmando a los compañeros retobados con alguna iniciativa que no terminaba de convencerlos. Y lo hizo también hacia afuera de la Legislatura, en el ámbito del Partido Justicialista. 

Mantuvo un diálogo fluido con el diputado nacional Gioja, aún en momentos en que la relación se hubiese enfriado. Supo contener y cohesionar, siempre desde la reserva de su despacho en Libertador y Las Heras. En segundo plano. Sin ostentar absolutamente nada.

Este miércoles, Uñac convocó a la última reunión de gabinete con esta camada de ministros. Les habló de lo realizado y de la necesidad de ser austeros en los meses que vendrán, porque la crisis no se terminará el 10 de diciembre. Pero el encuentro tuvo un halo de despedida para el vice específicamente.

"Marcelo, fue un honor trabajar con vos", le dijo el gobernador a Lima, delante de todos los funcionarios, incluido el ministro de Hacienda y futuro presidente de la Cámara de Diputados, Roberto Gattoni. Uñac contará ahora desde el inicio con un hombre de su absoluta confianza, como terminó siéndolo también el dirigente que se irá el 10 de diciembre.

¿Se irá? Lima quedó fuera de todas las listas electorales, tanto provinciales como nacionales. Se barajó en algún momento la posibilidad de que continuara como vicegobernador, que intentara volver a la Intendencia de la Capital o incluso, que se inscribiera entre los aspirantes para la Corte de Justicia. Nada de eso ocurrió.

Sin embargo, costará imaginarlo fuera del escenario. Todavía circula su nombre en el contexto de los cargos que debe designar el presidente Alberto Fernández. Sin más rigor que los comentarios de pasillo, Lima siempre figura en el staff de dirigentes aptos para el desempeño de la función pública. Habrá que esperar un poco más.

Lo cierto es que, más allá del cargo, que es una circunstancia, Lima seguirá presente en el peronismo sanjuanino como fuente de consulta doctrinaria, a partir del estudio que ha plasmado en sus propios libros. Tendrá línea directa en todas direcciones. Seguirá actuando como factor de cohesión. Como aquel rival que se convirtió en pilar.

JAQUE MATE