El sol sale para todos, ¿la fiesta también?
Hasta hace algunas semanas la Fiesta Nacional del Sol era prácticamente tema clausurado. Pero el trabajo silencioso por estos días indica otra cosa.
Hasta hace algunas semanas atrás la Fiesta Nacional del Sol era prácticamente tema clausurado. Un poco por prudencia, otro poco por pudor, no quedaba margen. Hablar de una celebración en contexto de pandemia resultaba cuanto menos inoportuno. El propio gobernador Sergio Uñac dijo en Paren las Rotativas que sí se podía imaginar un 2021 sin el evento. Pero el trabajo silencioso por estos días indica otra cosa.
Muy en cuentagotas la secretaria de Cultura, Virginia Agote, dijo en Banda Ancha que están ensayando algunos diseños en borrador, para una puesta muy diferente a la de años anteriores. Es decir, el Coronavirus dejará su marca indeleble en la nueva versión de la fiesta más importante de San Juan, pero la decisión política es sostenerla de algún modo.
Es toda una declaración de principios, por varias razones. Primero, por aquella consigna de recuperar la celebración interrumpida varias veces en el tiempo, la mayoría de las veces por falta de fondos o porque las urgencias llevaron el presupuesto a otros destinos. Superar la valla que impone el Covid-19 sería otro trofeo en la administración de la peste. Concretar la fiesta contra toda la adversidad podría adquirir, desde ese punto de vista, el valor simbólico de la victoria. O no tanto. Pero al menos podría investirse de esperanza, que sí es mucho.
Pero la realización de la Fiesta Nacional del Sol tiene también un motivo económico. Es una industria que mueve millones y millones de pesos, que activa todo el sector naranja, cuyo impacto se puede medir en el Producto Bruto Geográfico sanjuanino. Desde los metalúrgicos y electricistas que montan las estructuras hasta los expositores y por supuesto, los artistas, vestuaristas, utileros, maquilladores y una larga lista de etcéteras, encuentran una vez al año la gran cita laboral.
El castigo monetario y anímico que sufrió la cultura en los largos meses de aislamiento y distanciamiento social, encontraría su recompensa finalmente. El gobierno lo analiza también desde ese punto de vista a esta altura del calendario, sin prisa pero sin pausa. No hay una definición final, pero sí algunas ideas que están conversando no solo las autoridades del Ministerio de Turismo y Cultura que conduce Claudia Grynszpan, sino por supuesto los especialistas del Ministerio de Salud Pública. Todo, absolutamente todo queda bajo la órbita de lo sanitario.
Si San Juan tiene estos desafíos, sin circulación viral comunitaria todavía, en Mendoza el cuadro es bastante más complejo. Hace apenas unos días, el gobernador Rodolfo Suárez le dijo al diario Los Andes que "es difícil que lleguemos a Vendimia con todo solucionado en una situación de pandemia”. Dejar el Frank Romero Day inerte, mudo y con las luces apagadas, recordará a 1985, cuando un terremoto azotó a la vecina provincia.
Aún así, tanto la Fiesta del Sol como la Vendimia tienen un horizonte un poco más lejano en el tiempo, entre fines de febrero y principios de marzo. Más difícil se presenta la situación para la Fiesta Nacional de la Tradición, en Jáchal, que debería organizarse en menos de tres meses, con un país tomado por la peste y sin muchas pistas acerca de un protocolo posible para evitar las aglomeraciones.
Todo esto figura en el mapa de Turismo y Cultura. El Covid-19 impactará no solo en la Fiesta Nacional del Sol sino en el conjunto de las celebraciones departamentales. Tendrán que despedirse ¿momentáneamente? de los grandes artistas invitados como Luciano Pereyra o Abel Pintos, para volver a sus raíces, al rescate de lo propio, a las plazas, con propuestas más discretas, intimistas y federales.
En borrador, la fiesta mayor de los sanjuaninos se está pensando sin la magnitud de años anteriores. Sin espectáculo de cierre. Sin masivas concurrencias en torno de un artista popular. Sin contar el récord de personas alcanzado cada noche. Si prospera la fiesta, será muy diferente a la que conocimos. Se repartirá en varias semanas con propuestas coherentes con el tema elegido, en cada municipio. Y todo será con el distanciamiento social como signo de los tiempos, del actual y de los que vendrán. Eso también emerge: muy difícilmente vuelvan los grandes eventos. Al menos, es lo que imaginan en el entorno de Grynszpan.
Aún así, levantar el telón implicará un riesgo. Tanto como fue la apertura del comercio lleno de vallas y policías al principio. O el regreso a clases presenciales, antes que en ningún otro sitio del país. El Gobierno seguirá midiendo milimétricamente los pasos. Se ha tomado la decisión de acompañar a los pequeños emprendedores culturales. Priorizar la apertura de las pequeñas salas de teatro antes que el majestuoso Bicentenario o el histórico Juan Victoria. El protocolo está terminado, pero falta el decreto que sigue retenido a propósito.
La demora obedece a un frágil equilibrio que mide la cantidad de personas que se vuelcan a las calles, al transporte público de pasajeros. Unos primero, otros después. Ese es el parámetro que rige las decisiones. Mientras el estatus sanitario siga intacto -y de ello no hay garantías- seguirán apareciendo nuevas flexibilidades.
La primera condición será evitar la circulación viral comunitaria. Recién entonces el sol sanjuanino podrá convertirse en un ícono de alivio, allá en febrero, mientras se aguarda la llegada efectiva de la vacuna. Así como el sol sale para todos, la fiesta parece que también.
JAQUE MATE