El test Milei pone a prueba la tolerancia social
En un esquema clásico, el presidente de la Nación tendría una luna de miel de alrededor de 100 días. Pero cuando se trata de Javier Milei, ninguna receta conocida es aplicable.
En un esquema clásico, el presidente de la Nación tendría una luna de miel de alrededor de 100 días. Pero cuando se trata de Javier Milei, ninguna receta conocida es aplicable. Por eso, para oficialistas y opositores, la gran incógnita a esta altura es cuánto más aguantará la gente. Hay hipótesis varias. Pero el único laboratorio que cuenta es la calle.
Es lo que podría denominarse 'el test Milei'. A dos meses y once días de la asunción, es el desvelo de los encuestadores. ¡Con justa razón! La política de shock que prometió el presidente libertario y cumplió a rajatabla tuvo al menos un acierto: las medidas más difíciles sucedieron en el pico de mayor popularidad del gobierno.
En adelante, salvo que hubiera una recuperación milagrosa, la Casa Rosada deberá navegar entre la fidelidad de los propios -que nunca son mayoría- y el malestar del resto.
Vale explicarlo un poco mejor. Los votantes duros de cualquier expresión política suelen ser acotados. En el mejor de los casos, alrededor del 30 por ciento. No casualmente fue el porcentaje que obtuvo Milei en las PASO y que luego repitió en las generales. Solo cuando pasó al ballotage se alzó con el 56 por ciento. El diferencial no le pertenece.
Los presidentes desde el regreso de la democracia hasta la actualidad tuvieron niveles de apoyo oscilante. La voluntad de la ciudadanía fue y volvió, de acuerdo a las coyunturas. La volatilidad radica especialmente en ese segmento de la población que no se identifica ideológicamente con uno ni con el otro. Metafóricamente, llámese 'voto veleta'. Sin ofender.
Lo tuvieron Alberto Fernández, Mauricio Macri, Cristina Fernández de Kirchner, Néstor Kirchner, Fernando De la Rúa, Carlos Menem y Raúl Alfonsín. Todos y cada uno de ellos conoció el ascenso y el ocaso electoral. Los gradualismos jugaron siempre a conservar el mayor tiempo posible el beneplácito popular. Pero este manual clásico no sirve para entender a Milei.
El presidente libertario armó un partido político que en un par de años ganó una discreta representación parlamentaria y en dos años más llegó a la Casa Rosada. Se impuso prometiendo ajustar a la casta, dinamitar el Banco Central y aniquilar definitivamente la inflación.
Su discurso inaugural quedó sintetizado en una sola frase: 'no hay plata'. La motosierra no perdonó a nadie. No se limitó a los privilegiados. El azote le llegó tempranamente a las pymes y a los trabajadores.
Milei recibió una economía en llamas. Decidió liberar los precios y en dos meses de gestión acumuló el 50 por ciento de inflación. Cuánto fue por la herencia recibida y cuánto fue por las medidas aplicadas desde el 10 de diembre, eso sigue siendo materia de discusión. Ni siquiera las encuestas liquidan de manera definitiva esta disputa.
El fin de semana pasado la consultora Zuban, Cordoba y Asociados publicó un sondeo realizado los días 13 y 14 de febrero en todo el país. Según ese relevamiento, el 54 por ciento de los argentinos siente desconfianza de que Milei vaya a mejorar la economía.
Si se mira el medio vaso lleno, casi el 45 por ciento sigue apostando por este modelo. No es poco. ¿Qué otro presidente con medidas similares conservaría un nivel de apoyo semejante?
Por supuesto, la primera lectura es la más sencilla y evidente: más de la mitad de la opinión pública empezó a tener dudas. 'No la ven', como diría el slogan libertario de redes sociales.
El ala más política de La Libertad Avanza observa minuciosamente la calle. Un dirigente del espacio reconoció que la potencia del presidente está fundamentalmente sostenida por el respaldo popular. El día que ese pilar se resienta, habrá mayores complicaciones. Solo con la gente detrás suyo Milei pudo enfrentarse al Congreso y a los gobernadores.
Por eso resulta vital la duración de la luna de miel. Es decir, el paréntesis de enamoramiento incondicional entre el líder y su pueblo. El próximo bimestre parece ser el punto de inflexión al que todos señalan.
El ministro de Economía, Luis Caputo, repitió esta semana lo mismo que viene diciendo Milei: entre marzo y abril Argentina tocará fondo. ¿Se puede estar peor? Evidentemente, sí. El pronóstico, pese a todo, es optimista. Quiere decir que en el segundo semestre vendrá el alivio. Creer o reventar.
Desde la oposición el plazo estimado es el mismo. Los analistas del peronismo prevén que entre marzo y abril la paciencia habrá llegado al límite, por el atraso de los salarios contra el costo de vida. Especialmente, porque llegarán las primeras boletas de luz y gas al triple de su valor actual.
'La gobernabilidad está en el límite, porque cada uno de nosotros está en el límite', dijo la dirigente social de Amas de Casa, Laura Vera, este martes en Banda Ancha.
Un día antes, el vicegobernador Fabián Martín coincidió en el diagnóstico sobre las dificultades históricas que atraviesa el país. Pero ofreció una mirada más tolerante con Milei. Dijo que Argentina tuvo la inflación más alta del mundo en 2023 como consecuencia de las políticas arrastradas durante décadas.
Todos están viendo el mismo cuadro. Lo que cambia sustancialmente entre unos y otros es el grado de comprensión, las expectativas que genera el modelo libertario. Ahí radica la clave del test Milei que pone a prueba la tolerancia social. No en las encuestas ni en las burbujas fabricadas en redes sociales, sino en la calle.
JAQUE MATE