El fin de semana dejó una nueva moraleja. La movilización ciudadana opositora al gobierno de Alberto Fernández y con apoyo de Juntos por el Cambio, mereció la escucha activa y la respuesta inmediata del gobierno provincial. Al unísono, los funcionarios de Sergio Uñac hicieron un llamado a poner el diálogo por encima de las diferencias, sin que esto signifique uniformidad poque difícilmente exista algo así. Unanimidad nunca. Pluralidad y libertad de expresión, siempre. 

Es pura democracia, con citas electorales cada dos años para definir el rumbo. La representación de las mayorías y de las minorías en el Legislativo debiera ser garantía suficiente para el funcionamiento de un Estado maduro, con una Justicia cada vez menos permeable a los vientos de la política, y un Ejecutivo que pueda suturar las divisiones y salir de la lógica amigo-enemigo que tanto daño hizo.

Parece imprescindible renovar este concepto mínimo para alejar los fantasmas agitados de manera irresponsable por algún alto dirigente, como el expresidente Eduardo Duhalde. Una marcha no es sinónimo de golpe de Estado. No podría serlo en un país que tuvo que pagar tan alto el costo de la libertad plena. Una marcha no puede ser destituyente. Quien la interprete de esa manera, sea partícipe de la misma u observador externo, estaría equivocándose groseramente.

No fue pura coincidencia que el mismo sábado en horas de la mañana el equipo de infectólogos y científicos que asesoran al presidente de la Nación, emitiera un extenso comunicado en el que habló de la epidemia, pero también de la comunicación, de la necesidad de retomar esa causa común capaz de ponerse por encima de las diferencias políticas.

La nota llevó la firma de 16 profesionales incluido el doctor Pedro Cahn. Y fue compartida en redes sociales por la prestigiosa periodista especializada Nora Bär, miembro de la redacción del diario opositor La Nación. Doble valor entonces. 

Los aspectos principales del mensaje incluyeron un fuerte llamado a las autoridades "a tomar las medidas necesarias de bloqueo sanitario a nivel barrial, departamental o provincial, según la gravedad de la situación en sus respectivas jurisdicciones, sin demora". Ninguna novedad a la luz de cómo han venido administrando la pandemia los gobiernos de cada jurisdicción sin distinción partidaria, desde el líder del PRO Horacio Rodríguez Larreta hasta el referente K Axel Kicillof, desde el sanjuanino peronista Uñac hasta el radical mendocino Rodolfo Suárez, desde el combativo jujeño Gerardo Morales hasta la santacruceña Alicia Kirchner. 

Con matices, ninguno se salió de los márgenes dictados por la coordinación sanitaria de la Quinta de Olivos. Ninguno se atrevió a dar un salto al vacío. Los discursos extremos identificados con el concepto fabricado de "infectadura", siempre vinieron de parte de quienes no tienen responsabilidad de gestionar. Nunca se escuchó semejante cuestionamiento de boca de los opositores que comparten con Fernández la carga de cuidar la salud pública. No intentaron siquiera sacar tajada política de la oportunidad.

La nota de Cahn insistió en "los aislamientos intermitentes" que posibilitarían "ir abriendo y cerrando zonas de acuerdo a la sitación epidemiológica". Básicamente es la filosofía del plan implementado en San Juan desde que estalló el brote de contagios en Caucete el pasado 19 de agosto.

Pero los infectólogos reconocieron su incapacidad en el terreno de la comunicación. Pidieron, suplicaron, una campaña "que haga énfasis en lo positivo y no solo en lo taxativo y prohibitivo". Confesaron su preocupación por "recrear esa comprensión y acompañamiento casi unánime que tuvo la ciudadanía cuando comenzó el aislamiento".

Y sí, también hablaron de política. Reconocieron su temor de que las diferencias partidarias "comiencen a enturbiar la política sanitaria". Embarrar la cancha sería otro modo de expresarlo. Y remataron con una frase con impacto de slogan: "El virus no es oficialista ni opositor. La estrategia sanitaria para enfrentarlo, tampoco".

Hay un terreno apto para el debate. Se puede discutir hasta el infinito la fallida intervención estatal en Vicentín, la reforma judicial federal, el impuesto a las grandes fortunas o el punto de coparticipación restado a la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Se puede objetar la concentración de militantes en San Juan para recibir al presidente. Se puede criticar la marcha opositora del sábado porque tampoco respetó el distanciamiento social y sus consecuencias podrían verse en apenas una semana. Se puede disentir sin convertir la provincia y el país en un campo de batalla. 

Lo que no debería ocurrir tampoco es entreverar esa discusión con la salud. Ya no hay misterio: ese tipo de error se paga muy caro.


JAQUE MATE

El comunicado de los infectólogos (Parte I)
El comunicado de los infectólogos (Parte II)