El miércoles 6 de marzo, en la cumbre del PRO en Santa Fe, Mauricio Macri hizo contener la respiración a los dirigentes de todo el país que habían viajado para escucharlo. Entre ellos, la delegación sanjuanina. Según el alma mater del partido amarillo, Javier Milei tiene 40 días para remontar la gestión y empezar a exhibir algún vestigio de recuperación.

Sonó a ultimátum. Que lo diga Macri tuvo peso específico. Primero, porque en su condición de ex presidente conoció a la fuerza cuáles son los márgenes de la tolerancia social. Segundo, porque el PRO sigue siendo el principal y único aliado incondicional de La Libertad Avanza en el Congreso. Tercero, porque el propio Milei reconoce que hablan periódicamente.

Sin acuerdos políticos que lo sostengan, el presidente tiene una absoluta dependencia de la aprobación popular. Hasta ahora no le fue mal en este sentido. Todas las encuestas le adjudican entre el 40 y el 50 por ciento de acompañamiento. Algunos entienden que es poco, en comparación con otras administraciones precedentes.

Sin embargo esta etapa no admite comparaciones. Nunca un mandatario llegó con la motosierra en la mano y aplicó un ajuste tan feroz como Milei. Por lo tanto, que conserve niveles de aceptación cercanos al 50 por ciento es digno de reconocimiento. No existe ninguna otra figura política en la Argentina que le haga sombra.

Los mismos consultores que analizan el fenómeno Milei -como Carlos Fara y Hugo Haime- coincidieron este fin de semana en dos principios elementales. El primero de ellos es que toda presidencia tiene seis meses de gracia, no 100 días. El segundo ítem a considerar es que el respaldo popular es muy volátil. Hoy está, mañana no. Macri lo vivió en carne propia.

Por eso retumbó el ultimátum en esa charla para pocos, en Santa Fe. Uno de los asistentes reveló el dato a este medio con estricta reserva de fuente, dada la sensibilidad de la información.

Las metas alcanzadas como el déficit cero, la caída del dólar blue, la baja del riesgo país y la buena cotización de los bonos argentinos no le llenan el plato al trabajador o al jubilado. No le sirven para cargar la SUBE o arrimarse a la estación de servicio. Mucho menos para conformar la voracidad de las prepagas. Ni para abonar el alquiler.

La liberalización absoluta del mercado hasta ahora solo trajo asfixia a la mayoría. El ministro de Economía, Luis Caputo, se focalizó en su metier, lo financiero. La ministra de Capital Humano, Sandra Pettovello, achicó las coberturas sociales. Todo fue consecuente con el ajuste.

De acuerdo al dogma libertario, los precios se irán acomodando solos, sin intervención del Estado. Y los salarios recuperarán el poder adquisitivo paulatinamente, frente a una inflación en caída libre. De todos modos la semana pasada Caputo tuvo que sentarse con los supermercadistas para ver si lograba frenar la remarcación en las góndolas. El resultado fue la apertura a la importación de alimentos. Y cruzar los dedos.

Más allá de los dimes y diretes de Milei con Lali, con Cristina, con los gobernadores, con los diputados, con los senadores y hasta con su propia vicepresidenta, Victoria Villarruel, el veredicto final estará en el bolsillo de quienes lo votaron y quienes no lo hicieron. Si la situación económica mejora donde importa, en los hogares, el presidente habrá pasado la prueba. Pero si esto no ocurriese, el pronóstico será negativo.

Más allá de las convicciones y la militancia libertaria fervorosa, a este presidente -como a todos los anteriores- el poder adquisitivo de las familias le marcará el tiempo. Se dictará sentencia en torno a una pregunta muy simple: ¿alcanza el sueldo o no alcanza? El sacrificio podrá ser una medida aceptable siempre y cuando el plazo sea razonablemente corto. Más allá de ese umbral, la paciencia se agotará. Sin atenuantes.

A esta altura, casi habría que pedir disculpas por exponer un razonamiento tan obvio. A veces resulta necesario volver a lo simple para salirse del corset del dogma.

Macri acompaña ideológicamente a Milei. Tienen una coincidencia plena. De hecho, Mauricio fue el artífice del apoyo del PRO la misma noche del domingo 22 de octubre de 2023, cuando Patricia Bullrich fue eliminada en la general y no pudo pasar al ballotage. La incorporación de Caputo al ministerio de Economía y la de Federico Sturzenegger como asesor externo y autor de la Ley de Bases, fueron otra demostración de la cercanía.

Aún así, Macri bajó línea el 6 de marzo entre los suyos para seguir repitiendo enfáticamente que no cogobiernan. No al menos como quisiera el líder del PRO. 'Es él, su hermana y las redes', dijo Mauricio también en Santa Fe, en un encuentro de la Fundación Libertad, de Rosario. Es decir, el propio Javier no admite ampliar en lo más mínimo el círculo del poder. 

Pero negar el cogobierno, por parte de Macri, significa también ponerse a resguardo. Si pasados 40 días la administración libertaria no consigue levantar cabeza de verdad, en la economía doméstica, habrá poco para seguir defendiendo.

Mientras tanto, el presidente del PRO en San Juan, Enzo Cornejo, empezó a tocar la partitura que les entregó Mauricio en Santa Fe. El viernes pasado en Banda Ancha, el diputado macrista lanzó una advertencia: 'no veo futuro si no mejora la relación entre Milei y los gobernadores'.

Otro ultimátum. El mismo ultimátum.


JAQUE MATE