A solo 10 días de la Nochebuena, el hemisferio norte vuelve a transitar por el momento más crítico de la pandemia, mientras el hemisferio sur, Argentina y San Juan, empiezan disfrutar de una tregua a plazo. Se sabe que las temperaturas estivales atenúan los contagios, no los detienen, pero al menos permiten descomprimir al sistema sanitario. Y no es poca cosa en absoluto. Nunca mejor dicho, es apenas un veranito que terminará entre marzo y abril. Ninguna autoridad duda del rebrote. Con o sin vacuna. No se trata de una mirada apocalíptica sino simplemente de una proyección sensata basada en lo que está ocurriendo en la otra mitad del planeta, pasando el Ecuador.

En Estados Unidos este domingo partieron los primeros camiones del laboratorio Pfizer con vacunas hacia los 50 estados. El anticuarentena y negador serial de la pandemia, Donald Trump, aceleró el trámite entendiendo finalmente la magnitud de la tragedia. En la primera potencia los muertos son más de 299.000.

Mientras tanto, el martes pasado empezó a aplicarse la vacuna en el Reino Unido, hasta ahora el país europeo más castigado por la peste. En este rebrote otoñal Italia le quitó el podio de fallecidos. Alemania cerrará escuelas y comercios no esenciales este miércoles hasta el 10 de enero para frenar el aumento de contagios. En simultáno, la Federación Rusa sigue vacunando a su población de riesgo para detener la nueva escalada. 

Aunque en esta parte del mundo todavía haya miradas selectivas atadas a la anacrónica Guerra Fría, AstraZeneca firmó un acuerdo con los creadores de la Sputnik para aunar esfuerzos. Resulta insólito, pero el pasado soviético sigue incomodando a la militancia ideologizada de los anti-vacunas. Por eso el presidente Alberto Fernández tuvo que contestar a la prensa porteña, que fogonea las desconfianzas, que iba a ser el primero en recibir la dosis. A ver si de esa manera se logra desactivar la operación.

A diez días de la Nochebuena, el calor abrasador de San Juan trajo algunos datos epidemiológicos tranquilizadores. Como se hizo en esta misma columna en los momentos más dramáticos, en esta ocasión también se tomó el último reporte oficial disponible, de este domingo 13 de diciembre, y se comparó con el de 14 días atrás, el 29 de noviembre. Ese es el intervalo en que debe contarse la pandemia para poder entender cómo marcha la curva.

Cuadro comparativo de elaboración propia con datos oficiales

En ese segmento de dos semanas, los casos diarios detectados decrecieron 30 por ciento. El total acumulado creció apenas el 16 por ciento, muy lejos de la época en que se duplicaban los casos en menos de 10 días. Sigue circulando el virus, sigue existiendo el riesgo de contraer la enfermedad, pero en esta tregua de primavera-verano, bajó la agresividad de la peste. La buena noticia podría inducir a un relajamiento tan peligroso como el germen mismo.

Cayó también la proporción de personas que están transitando el proceso infeccioso. Es un 12 por ciento menos que hace dos semanas. En contraposición, la cantidad de recuperados creció el 29 por ciento. Es decir que se mejoran muchas más personas que las que se enferman. Así de simple y así de evidente resulta al comparar los números de Salud Pública.

Aún así, los fallecidos siguieron creciendo. Hubo un 21 por ciento más personas muertas por Coronavirus en dos semanas. Es el principal número en rojo. El más doloroso. El más irrefrenable. Una vez que el virus penetra en un organismo vulnerable, suele ser implacable. El 24 de agosto ocurrió el primer deceso por Covid 19 en San Juan. En la Nochebuena se cumplirán cuatro meses y seguramente habrán sumado más de 300 víctimas fatales hasta entonces, de acuerdo a la progresión sostenida.

Los test negativos diarios subieron el 184 por ciento, según la comparación de los últimos 14 días. Pero el dato más revelador es cómo cedió la ocupación de camas en los hospitales públicos y privados. Los internados cayeron el 29 por ciento. Los pacientes graves en áreas críticas son un 36 por ciento menos. Y los que tienen asistencia respiratoria son un 40 por ciento menos.

Todo esto abona la idea de que el Covid 19 se replegó con las elevadas temperaturas estivales sanjuaninas, como ya sucedió antes en el verano boreal. Todavía está latente, igualmente, el vaticinio del investigador del Instituto de Automática de la Universidad Nacional de San Juan, Daniel Patiño, según el cual el pico de contagios recién vendrá a fines de enero. Salud Pública tampoco dio por superado el problema. 

El subsecretario de Medicina Preventiva, Matías Espejo, insistió el viernes pasado en conferencia de prensa en el llamado a la cordura: pidió a las familias y grupos de amigos ser muy prudentes en las fiestas de fin de año. Esa aglomeración inevitable, el reencuentro para despedir el peor año del que se tenga memoria, podría transformarse en el caldo de cultivo para una multiplicación de contagios.

La limitación de 8 personas por reunión se expandirá a un número todavía no explicitado. Pero es claro que nadie esperará el permiso del gobierno para brindar en familia. Ni será posible controlar lo que suceda en cada uno de los cientos de miles de hogares en toda la provincia.

Es tiempo de recordar que el veranito es tan solo eso, una estación. El virus no se irá. Ojalá las estadísticas no confundan. Nadie podría celebrar por anticipado.


JAQUE MATE