El veredicto de las aulas
La grieta se podrá medir entre presencialidad y virtualidad, protocolos versus contagios. Siempre quedarán sectores disconformes. ¿Siguen los bocinazos?
Esta semana que comienza será de las más interesantes. Será decisiva para medir el impacto de la nueva grieta acerca de las clases presenciales o virtuales que hizo pie en San Juan desde que despegó la segunda ola de contagios y hubo que regresar al confinamiento. Parecía un debate de porteños, muy alejado. Pero, así como la peste terminó llegando, también se afincó este otro debate. Bueno, a partir de este lunes esa disputa tendrá ganadores y perdedores.
Podrá verse, medirse, la magnitud de la presencialidad. Si hay una asistencia masiva o floja. Si gana el temor a los contagios o el temor a quedar rezagado en la educación. Hay biblioteca para un lado y para el otro.
Los casos diarios han cedido levemente desde el jueves o viernes de la semana pasada pero todavía están elevados. Salir a la calle, subirse a un colectivo, puede ser intimidante para cualquiera. Está más que justificado que un papá o una mamá prefiera evitar el riesgo. Sobre todo cuando en su familia hay personas con comorbilidad que aún no han sido vacunadas. Quedan muchas personas en esa condición todavía.
Pero optar por la virtualidad traerá aparejada una consecuencia negativa desde lo pedagógico. De acuerdo a lo comunicado oficialmente después de la intensa reunión mantenida por el Ministerio de Educación y los sindicatos el viernes, los alumnos no tendrán clases vía Zoom. Deberán retirar las guías de plataformas en la web. Responderlas cada uno en su hogar y después mandárselas a su docente. En paralelo, sus compañeros habrán retomado el contacto cara a cara, con distanciamiento y protocolos, día por medio o semana por medio, pero habrán regresado a la escuela. Se agrandará el abismo entre unos y otros. Eso es innegable.
Aún así, el gobierno optó por dejar liberada a cada familia la decisión, habiendo tomado nota de la grieta. Y por supuesto, entendiendo que la situación sanitaria es mucho más amenazante cuando no hay auto propio, cuando para ir y venir hay que subirse al transporte público. Pegados unos a otros.
Este aspecto, el sanitario, tendrá una consecuencia medible en un par de semanas. Se podrá tomar como referencia este lunes 7 de junio para valorar lo que sucedió con los contagios dentro y fuera de la escuela. Por eso parte del acuerdo con los sindicatos incluye una reunión semanal, cada viernes, para monitorear los números y apretar el botón rojo cuando sea necesario.
Mientras tanto, avanza la idea de anticipar las vacaciones de invierno y extenderlas. No esperar hasta julio, como habitualmente sucedía en años normales. Y no limitarse a 14 días como era costumbre. Nada de lo que fue sirve para este contexto extraordinario.
También esta semana los docentes tendrán una respuesta concreta acerca de la presunta duplicación de su trabajo. El carácter optativo entre presencialidad y virtualidad que dispuso el gobierno para no confrontar con las familias, le abrió un frente aparte con los trabajadores de la Educación. Denunciaron un intento de explotación laboral que derivó en un bocinazo masivo el jueves pasado.
Tanto Educación como los gremios paritarios UDAP, UDA y AMET firmaron un compromiso acerca de que no habrá una sobrecarga horaria. Advirtieron que todo será igual que desde el 1 de marzo. Sin embargo, ese también es un problema, porque en la manifestación muchos reclamaron en contra de ese sistema instaurado el 1 de marzo. El paso de los días podría aplacar el malhumor o, por el contrario, seguir sumando presión.
Frente a este panorama, el vicegobernador Roberto Gattoni dejó una serie de declaraciones políticas el viernes pasado en Banda Ancha. Reconoció que 'no existe la norma ni la forma de dejar conformes a los 30.000 docentes y a los 200.000 alumnos'. Por lo tanto, están dispuestos a seguir escuchando pataleos de distintos sectores. Posiblemente la apuesta estará dada en conformar a la mayoría, sin que eso implique rifar el delicadísimo estatus sanitario de la provincia.
Gattoni equiparó el estrés docente al mismo que están pasando los policías, el personal sanitario, los comerciantes, cada uno agobiado por los drásticos cambios que trajo aparejado la pandemia. Por eso consideró que es natural y hay que convivir con la frustración, el enojo y la disconformidad. No hay recetas mágicas para dejar a todo el mundo conforme. La única salida nuevamente parece girar en torno a las vacunas.
Aunque están empezando a llegar las partidas demoradas de Sputnik V y AstraZeneca, Gattoni estimó que recién entre agosto y septiembre se podría alcanzar un porcentaje importante de población inmunizada. Justo cuando el invierno esté en retirada. Cuando haya pasado la peor parte de los contagios. Nuevamente, queda al menos un trimestre duro por delante. Enmarcado por la incertidumbre, por el miedo también. Por la grieta.
Por el momento, esta semana que comienza dejará un veredicto parcial acerca de las clases. Habrá escuelas plenamente activas o semi-desiertas. Colectivos cargados de guardapolvos y mochilas o a medio llenar. Protestas desinfladas o encendidas otra vez. Cada uno atenderá su propio malestar. Querrá una respuesta acomodada a su propia situación. Que lo sepa desde ahora: a lo mejor le toca seguir aguantando. Es la historia misma de la peste.
JAQUE MATE