Fue título este martes en los principales diarios económicos del país. El Sindicato Empleados de Comercio acordó una suba salarial del 42 por ciento con una suma fija y así se erigió como el mejor arrego entre todos los sectores. Además incluyeron una reapertura de la negociación en enero de 2022. Inmejorable. O no tanto.

Medido contra la inflación no parece tan rutilante el aumento récord de salarios en un sector brutalmente castigado por la crisis económica pre y post pandemia. En realidad, tomando los datos oficiales del INDEC, Argentina acumuló en los últimos 12 meses un índice de precios al consumidor del 50 por ciento. En el primer semestre ya superó el 25 por ciento. 

Nada hace suponer que el caballo desbocado de la inflación vaya a calmarse en los próximos meses y decirlo no es puro pesimismo sino expectativa forjada por la experiencia. Un argentinismo. Con elecciones de por medio habrá un mar de especulaciones y en este país la manera de cubrirse es subir los valores en góndola. Por las dudas.

A esto se suma otro dato preocupante, también divulgado por el INDEC. El índice de salarios aumentó el 40 por ciento interanual de mayo a mayo, según la información más reciente disponible. Resulta notable el desfasaje. En esta carrera de supervivencia, el ingreso siempre pierde frente a la inflación. Tampoco es novedoso. Es otro argentinismo.

Y emerge un tercer dato complicado, de la misma fuente, el INDEC. En mayo las ventas en supermercados cayeron 2,6 por ciento interanual. Crecieron el 7,6 por ciento en mayoristas. Pero bajaron en los autoservicios donde se compran los alimentos e insumos cotidianos, aún en comparación con el año de la peor parálisis por la pandemia.

Entonces el acuerdo récord del Sindicato Empleados de Comercio por el 42 por ciento de aumento de salarios merece ser analizado otra vez. Comparado con la inflación, pierde igual. Además, se aplica en un sector que, salvo excepciones, solo ha sufrido caída de ventas. Por lo tanto, el empleador tuvo que achicarse. Valgan como triste recordatorio los cierres y o salidas de Falabella, Ribeiro, Garbarino y tantas otras pymes que no aguantaron la recesión.

La Cámara de Comercio de San Juan informó este martes que las ventas de julio cayeron el 2 por ciento comparadas con las del año 2020. De ese rendimiento tendrán que afrontar un mayor costo salarial. Por supuesto que los trabajadores no tienen la culpa de la crítica situación económica. Por supuesto que necesitan al menos mitigar la brutal pérdida de poder adquisitivo. Pero eso no atenúa la encrucijada empresaria.

Podrán pensar algunos que los estatales sanjuaninos esta vez corren con ventaja, porque no solo acordaron un aumento del 50 por ciento de salarios sino que el escalonamiento que debía estirarse hasta octubre posiblemente se adelante a agosto. Pero no. Más allá de que esta vez la provincia tiene equilibrio fiscal y solvencia para hacer el esfuerzo, los haberes en el mejor de los casos quedarán empatados con la inflación. No habrá ganado nadie. Tan solo se habrá conseguido mantenerse a flote. No es poco en los tiempos que corren. Pero de ninguna manera podrá hablarse de una recomposición salarial.

Decir que la inflación argentina se debe estrictamente a los desaciertos del ministro de Economía, Martín Guzmán, sería erróneo e injusto. Atribuir la escalada de precios a la emisión monetaria monumental que se hizo durante el 2020 para pagar IFE y otras herramientas de contención social, ya no se justifica. 

Durante el último tramo de la gestión de Mauricio Macri la emisión se redujo a cero, sin embargo la inflación terminó en el nivel más alto de los últimos 28 años. Alcanzó el 53 por ciento. Sin pandemia. Sin confinamiento. De yapa, también quedó una deuda sin precedentes a pagar en los próximos 100 años.

Los economistas hablarán sobre la inercia inflacionaria, sobre las dificultades de parar el fenómeno. Algunos pedirán controles más fuertes sobre la remarcación. El gobierno nacional esta semana anunció una extensión del plan Ahora 12 para comprar lavarropas y otros artículos similares hasta en 30 cuotas con tasa subsidiada, como medida de estímulo al consumo. 

Debiera ser una buena noticia tener mejor acceso a bienes que hoy son inalcanzables para una familia con ingresos promedio. Pero nunca jamás será una buena noticia que el diseño de las políticas esté subordinado a un problema de fondo sin solución: la inflación. De nada sirve dedicar casi tres años de salarios a la adquisición de un electrodoméstico, porque el precio de ese aparato se fue de escala y para pagarlo hay que trabajar cada vez más. Esa relación quebrada entre una cosa y la otra es la que hay que reparar.

Entonces no, no es para festejar un acuerdo paritario récord, porque es el triste reflejo de una inflación récord. Es apenas el intento por mantener la nariz fuera del agua, en un contexto agravado por la pandemia pero generado por causas mucho más profundas. Explicaciones hay un montón. Soluciones, todavía no se vieron.

Venga el refrán estadounidense de la campaña de Bill Clinton, adaptado a la realidad criolla: es la inflación, estúpido.


JAQUE MATE