Eso que no se dice
Aquella consigna de la "unidad hasta que duela" promete éxito electoral. La clave de la gestión parece estar en el equilibrio interno del peronismo.
Hay media chicana y media verdad, cuando desde el oficialismo macrista siembran dudas sobre la convivencia entre Alberto Fernández y Cristina, una vez que ambos estén en el poder. Uno al frente del Ejecutivo Nacional. La otra, manejando el Senado y monitoreando de cerca también la Cámara de Diputados, con fuerte presencia de legisladores asociados a Unidad Ciudadana.
La chicana de Cambiemos lógicamente apunta a restarle talla política a Alberto, al reducirlo a un virtual títere cuyos hilos opera Ella. No deja de ser una patraña en contexto preelectoral. Basta con hacer un mínimo ejercicio de memoria para comprender que el sistema presidencialista argentino no admite dobles comandos. Le pasó a Eduardo Duhalde con Néstor Kirchner. El patagónico asumió el 25 de mayo de 2003 a la sombra del caudillo bonaerense, pero no tardó en sacarse el lazo de encima.
Nada hace suponer que Alberto vaya a subordinarse a Cristina. Y pensar que ella intentará imponerse desde las sombras del Congreso de la Nación, también resultaría contradictorio con su propio discurso acerca de deponer los personalismos en pos de una construcción más grande que pueda revertir los devastadores efectos del neoliberalismo en la clase trabajadora argentina.
Sin embargo, yendo ahora al plano de la media verdad, sí hay argumentos para entender que Cristina no será una convidada de piedra en la eventual administración de Alberto. Su sola presencia en la fórmula, no solo garantiza el acompañamiento de sus votos, que son suyos y de nadie más. También funciona como garantía de la aplicación de determinadas políticas. Y freno a todo aquello que se pueda oponer al proyecto nacional y popular.
Es paradójico, pero Cristina tendrá el mismo poder que tuvo su ex vicepresidente Julio Cobos, cuando aquella madrugada de piquetes ruralistas le dio de baja al proyecto de las retenciones móviles. Que la historia lo juzgue, su voto... no fue positivo.
Este cuadro de situación, de colisión de puntos de vista y matices en la aplicación de medidas, no resulta descabellado. No es secreto para ninguno de los referentes del Frente de Todos, hoy llamados a convivir dentro del mismo espacio aunque sin perder su identidad. Los técnicos del Instituto Patria están trabajando con los del Partido Justicialista y con los del Grupo Callao, por ejemplo. Es lo que José Luis Gioja definió como "unidad hasta que duela", cuando hace varios meses impulsaba esta construcción amplia y abarcativa.
Ayer en Banda Ancha, el alfil uñaquista de la lista de diputados nacionales, Gerardo Torrent, también afrontó el asunto de frente y sin vueltas, cuando fue consultado sobre estas vicisitudes de la convivencia en el poder. Dijo que el rol de Cristina será el de vicepresidenta de los argentinos. Pero inmediatamente después lanzó una aclaración que posiblemente haya sido su definición más intensa de toda la entrevista: "Alberto Fernández se está nutriendo del poder de todos los gobernadores".
Cuando el candidato presidencial promete una mirada federal, al mismo tiempo está trabando una relación de compromiso mutuo con quienes tienen el poder territorial en el país. Así entonces se justifica la presencia de Sergio Uñac en la cartelería de campaña después del 11 de agosto. Es una apuesta conjunta a tonificar ese vínculo. Gana el sanjuanino mayor fluidez en su futura relación con la Casa Rosada. Y gana el eventual presidente un aliado si hubiese tensiones internas que resolver.
Todo eso que no se dice, pero que al mismo tiempo aparece cada vez con más nitidez, a medida que se acerca el 27 de octubre.
JAQUE MATE