Estamos mal ¿pero vamos bien?
Una frase bien noventosa sintetiza el mensaje político de los tiempos. Como dice el tango, 'primero hay que saber sufrir'.
'Estamos mal, pero vamos bien', dijo el entonces presidente Carlos Saúl Menem en medio de una de las tantas crisis argentinas. La expresión noventosa sintetiza el mensaje político en la nueva era iniciada este domingo, tanto a nivel nacional como a nivel provincial. Como todo gobierno que arranca, tanto Javier Milei como Marcelo Orrego tendrán a su favor el alto crédito social. Pero la cuenta regresiva empezó.
Efectivamente, desde este 10 de diciembre el contador de los cuatro años de mandato inició el descuento del tiempo disponible. Hay cierto consenso acerca de que la luna de miel dura los primeros 100 días. Sostener el contrato social solo con medidas ingratas será altamente desafiante.
Sin embargo no tendrá nada de novedoso. Tanto es así que hace ya tres décadas Menem acuñó aquella frase que hoy recupera utilidad. 'Estamos mal, pero vamos bien', alude precisamente a renovar la expectativa de una mejoría en un plazo razonable. Pero primero hay que saber sufrir, como dice el tango.
'Ningún gobierno ha recibido una herencia peor que la que estamos recibiendo nosotros', dijo Milei de espaldas a los diputados y senadores, en las escalinatas del Congreso, debajo del sol abrasador del mediodía y frente a su militancia fervorosa que aplaudió cada consigna emparentada con la motosierra.
Que Milei haya optado por hablar hacia afuera del parlamento tuvo sentido. En el recinto legislativo jugará en desventaja. Tendrá que pedir muchos favores políticos para reunir quórum y finalmente obtener las herramientas para implementar su plan de gobierno. Respaldarse en la ciudadanía parece una decisión estratégica.
Las masas compensaron históricamente cualquier otra debilidad del gobernante de turno. Acaso el ejemplo más contundente sea el 17 de octubre de 1945. Allí donde la política parece impenetrable, la gente en las calles termina perforando. Milei, que es un outsider y autoproclamado anti-casta, está apelando a una receta clásica.
'Aún cuando hoy dejemos de emitir, seguiremos pagando el costo del desmadre del gobierno saliente', dijo el presidente recién asumido. Por lo tanto, todo lo espantosamente malo que sucederá en las próximas semanas, en los próximos meses, se podrá endosar directamente a Alberto Fernández, a Cristina, a Sergio Massa y compañía.
Otra receta clásica para un gobierno con aires de renovación: la pesada herencia. De acuerdo al diagnóstico del presidente libertario, el Frente de Todos o Unión por la Patria 'plantó' una inflación del 15.000 por ciento anual y una pobreza del 90 por ciento. Por lo tanto, todo lo que suceda por debajo de esos números catastróficos será bueno.
Toda inflación por debajo del 15.000 por ciento anual será presentada como el mal menor. Todo índice de pobreza por debajo del 90 por ciento será exhibido como una conquista, gracias al cambio de rumbo. La vara quedó bastante baja, por cierto. Milei se puso la vara muy abajo. El resto corrió por cuenta de Alberto, que se marchó con un índice de relativa aprobación del 16 por ciento. Históricamente malo. Paupérrimo.
Según Milei, 'los empresarios no invertirán hasta que vean el ajuste fiscal'. Por lo tanto, 'no hay alternativa al ajuste y no hay alternativa al shock'. Pero lo dijo más fácilmente, de modo tal que no quede argentino sin entenderlo: 'no hay plata'.
Todo lo que se anuncie de aquí en adelante, estará atado a esa definición simple y ya convertida en remera: 'no hay plata'.
En las horas subsiguientes hubo una cantidad de análisis en torno del crédito social que tendrá la nueva administración. Sorprendió el 'aplausómetro' ante cada definición de ajuste. El acompañamiento de los trabajadores precarizados. Incluso de docentes o estudiantes de universidades nacionales, todos atados al presupuesto público de una u otra forma.
Especulaciones al margen, el respaldo está. En eso Milei tiene la ventaja que tuvo todo nuevo presidente al comenzar la gestión. Pero empezó el goteo.
San Juan no escapa a este cuadro de catástrofe. El gobernador Orrego lo dijo y lo reiteró a lo largo de toda la asunción este domingo:le toca hacerse cargo en el peor momento de la historia reciente. La provincia no está encapsulada ni aislada de lo que le suceda al país.
Según Orrego, las finanzas públicas de San Juan están muy comprometidas porque 'los recursos suben por escalera y los gastos por ascensor'. Esto implica que en el corto plazo podría haber déficit fiscal, el fantasma tan temido que San Juan logró erradicar hace unos 20 años.
Veladamente, Orrego acusó a la gestión de Sergio Uñac de haberle dejado una administración muy comprometida por el alto nivel de erogaciones, en un contexto de caída sostenida de ingresos. La 'estanflación' que Milei volvió a confirmar este domingo implica exactamente un agravamiento de esas variables: precios cada vez más elevados con derrumbe de la actividad económica. Esto implica una menor distribución de coparticipación.
Por eso Orrego habló de austeridad una y otra vez. La reducción del 30 por ciento del gasto político será apenas un gesto para el presupuesto provincial. Un gesto necesario, antes de explicar cómo impactará la austeridad en el resto del Estado.
Resentir las cuentas públicas puede tener varias dimensiones. Están los contratos con los proveedores, sin ir más lejos. Los salarios, en caso extremo.
Como Milei, Orrego tiene el crédito intacto. Puede apoyarse en el voto que optó por el cambio. En el alto rechazo al modelo que se fue este domingo. En la cuota de confianza imprescindible para sostener que 'estamos mal pero vamos bien'.
JAQUE MATE