Se pueden decir muchas cosas del año que termina, entre las experiencias personales y las compartidas, siempre con la marca de la pandemia como cicatriz. Cada quien podrá hacer su propio balance. Dejar atrás los acontecimientos más traumáticos jamás imaginados y renovar también la expectativa de que todo mejore. Es ese el recorrido propuesto en esta última columna de 2020, en este ciclo inolvidable de Banda Ancha.

El año empezó con el nuevo gobierno, con las esperanzas de la recuperación. El país y San Juan dejaban un 2019 marcado por el colapso económico, por una inflación récord, merced a una devaluación salvaje, con índices de pobreza y desempleo crecientes. Alberto Fernández vino con la promesa de llenar la heladera de los argentinos y las argentinas, frente a un electorado que le dio una victoria categórica pero al mismo tiempo, un 41 por ciento que lo miraba desconfiado y receloso. 

Para Sergio Uñac, el cambio de signo político en la Casa Rosada auguraba un respiro después de la deteriorada relación con Cambiemos. La deuda de Nación con San Juan se multiplicó hasta superar los 5.000 millones de pesos. La recesión se tornó crónica. El pocitano pudo avizorar que venía una política menos enamorada de los mercados financieros y más comprometida con el aparato productivo, con la generación de puestos de trabajo, con el estímulo del consumo. Pero una noticia lejana y exótica derribó todos los planes.

La infección del Coronavirus, que parecía un problema de asiáticos, rápidamente fue devorando al planeta. Era cuestión de días para que llegara el primer caso a la Argentina. Finalmente sucedió. Entonces sí, oficialmente el 2020 se convirtió en el año de la pandemia. Del miedo. De las calles desiertas. Del cierre forzoso de empresas. Del empleo perdido y la pobreza sin freno.

Una toma aérea de Avenida Ignacio de la Roza en plena Fase 1

Fernández decretó el inicio de la cuarentena a partir del 20 de marzo, cuando los contagios ya se disparaban exponencialmente. Apenas una semana después, debutaba San Juan. El sábado 28 de marzo por la noche, Uñac comunicó la detección del primer caso positivo. Una médica que se había estado perfeccionando en Europa había regresado a la provincia con el virus a cuestas. Fue acosada, hostigada, violentada. El inconsciente colectivo, irracional, purgó el miedo con un acto digno de la inquisición. 

Lo que vino a continuación fue la edificación de un muro sanitario como nunca antes había ocurrido en San Juan. Se persiguió a los camioneros que eran los únicos autorizados a seguir transitando por las rutas argentinas, para traer desde los alimentos hasta los combustibles y los insumos médicos. Les colocaron fajas en las cabinas para evitar que se bajaran siquiera a ocupar un baño o a comprar una botellita de agua. Se vivieron momentos de tensión y confusión. Nadie sabía. Nadie entendía. Cada quien hacía lo que creía más conveniente y cruzaba los dedos para que fuese la decisión correcta.

Fue el año de la virtualidad. La escuela migró a la pantalla de computadoras y celulares. Se agravaron las diferencias. El que tuvo una buena conexión a internet pudo sostener de alguna manera el contacto con su docente. Muchos otros se quedaron en el camino. La magnitud del daño posiblemente se vea a futuro. El 10 de agosto San Juan se convirtió en la primera provincia en retomar las clases presenciales, apenas para los estudiantes de los últimos años, en número mínimo, en burbujas dentro de las aulas. Duró muy poco. El 19 de agosto estalló el brote de contagios en Caucete y las escuelas volvieron a cerrarse.

Pero también sucedieron hechos no relacionados con la pandemia, que merecen un lugar destacado en el racconto de fin de año. Por ejemplo, los funcionarios que se fueron por la puerta de atrás. El secretario de la Función Pública, Andrés Rupcic, investigado por la Justicia Federal de Morón por intentar subir al avión de la provincia un sobre con dólares sin declarar, fue el primero. Luego le llegó la hora al presidente del EPRE, Jorge Rivera Prudencio, por agredir violentamente a un periodista nada menos que en el interior de Casa de Gobierno.

Fue también el año de las muertes. Más de 43.000 a nivel nacional por la maldita peste y más de 300 en San Juan. El Coronavirus se llevó las vidas de adultos mayores y no tanto. El 7 de diciembre partió la vicerrectora de la UNSJ, Mónica Coca, luego de una batalla en terapia intensiva que se extendió durante más de un mes.

El 2020 quedará marcado además como el año que murió Maradona y el mundo entero habló de Argentina. Por unas 48 horas, la pandemia se hizo a un lado, se olvidó el distanciamiento social y hasta el barbijo, hubo aglomeraciones en la Casa Rosada y alrededores. Terminó siendo una despedida tan desordenada e irreverente como el mismísimo Diego.

El inventario de hechos estremecedores incluyó la denuncia y procesamiento contra el diputado nacional Eduardo Cáceres por violencia de género. Pero también apareció otro diputado joven, Francisco Guevara, que se atrevió a ir contra la corriente y votar a favor del aborto legal, aún pagando el costo de la condena social.

Cuando parecía que el año ya estaba jugado, el domingo 27 de diciembre San Juan se sacudió con la noticia de la internación de Uñac, tras un hisopado positivo. La infección había llegado a lo más alto del poder, como ya había sucedido en otras provincias y otras naciones. Afortunadamente la afección no pasó a mayores y la externación sería inminente.

También fue el año de la vacuna, de la esperanza y las discusiones absurdas, de la politización de la ciencia y la puerta que se abre para soñar con un retorno a la normalidad. A esa cotidianidad que se diluyó por la peste. A esa libertad trunca por fuerza mayor.

Finalmente, fue el año del encuentro con los bandancheros y las bandancheras, el neologismo inventado para llamar a los televidentes de Banda Ancha que en medio del confinamiento descubrieron este canal. Un lugar de reunión cada mañana, donde la voz de todos y de todas iba a ser escuchada, donde las preguntas podían tener respuesta, donde había espacio para reírse o para enojarse con la misma intensidad, donde el tiempo se hizo relativo y las horas se acumularon sin medida, donde los feriados y los fines de semana desaparecieron cada vez que el servicio informativo debía estar.

Se terminó el almanaque. Hasta siempre 2020, el año más inolvidable para toda una generación. Bienvenido 2021. Que sea un Feliz Año Nuevo.


JAQUE MATE