Aunque a veces cueste reconocerlo, las muertes jóvenes provocan mayor conmoción. Hay una presunción de que el ocaso se acerca cuando se cumple determinada edad. La despedida llegará inevitablemente y provocará dolor por supuesto, pero quedará el consuelo por el ciclo cumplido si la persona pudo envejecer. En cambio, genera estupor que se corten abruptamente las vidas que parecían tener mucho futuro por delante.

Esta lógica es la que en cierto punto le restó dramatismo al Coronavirus desde que se presentó internacionalmente como una enfermedad muy contagiosa, pero que en la mayoría de los casos se superaba sin síntomas. Una 'gripezinha', como acuñó el presidente brasileño Jair Bolsonaro. Justo él, en una nación que hoy llora más de 167.000 muertes.

La pandemia fue entendida como una peste que solamente se iba a llevar a una mínima porción de la población, alrededor del 2 por ciento. Y que los jóvenes y sanos no tenían nada que temer. Dicho de otro modo: era un asunto de viejos.

Esa plataforma conceptual fue el peor enemigo. Bajarle el precio al Covid 19 se terminó pagando demasiado caro. Cómo olvidar, sin ir más lejos, que la ciudadanía estadounidense le dio la espalda al presidente Donald Trump por haber militado en contra de los cuidados y el distanciamiento social. Ese desprecio dejó alrededor de 250.000 muertos. Costará mucho encontrar una tragedia semejante, en la historia de la mayor potencia planetaria.

En Argentina ya partieron más de 36.000 personas, víctimas de la pandemia. Si bien se optó por una cuarentena estricta y calificada como 'la más larga del mundo', también la estadística oficial reiteró que los muertos promediaban los 70 años de edad. Se reforzó, voluntaria o involuntariamente, que era un problema de abuelos y que el resto debía comprometerse con el distanciamiento más por un tema de solidaridad que por propia preservación.

Que el virus es más implacable con los adultos mayores, es un dato objetivo. Pero incompleto. La realidad tarde o temprano iba a llegar para aclarar los tantos. Sucedió en San Juan desde el 24 de agosto, cuando se registró el primer fallecimiento por Coronavirus. Según el parte oficial de este miércoles 18 de noviembre, en menos de tres meses la provincia alcanzó las 178 víctimas fatales. El ritmo se aceleró. Por segunda vez hubo 7 decesos en 24 horas.

Este miércoles fallecieron una jachallera de 38 años y un santaluceño de 32. Esas muertes jóvenes provocaron lógicamente mayor conmoción. No se trata de hacer una compulsa de dolores, para medir cuál deceso es el más triste. Sino de entender el shock que representa esta novedad, ya no tan novedosa: la pandemia también tiene la capacidad de arrebatar vidas cortas.

Basta mirar la última semana, repasar los datos oficiales del Ministerio de Salud Pública, para caer en cuenta. Entre el miércoles 11 de noviembre y el miércoles 18 de noviembre, murieron 41 sanjuaninos y sanjuaninas por Coronavirus. La mayoría de los fallecimientos fueron de adultos mayores. Pero, a excepción del lunes 16 de noviembre, el resto del tiempo siempre hubo algún deceso por debajo de los 60 años de edad.

Instinto para sobrevivir al Covid 19
Elaboración propia

Aún así, habrá jóvenes que vean el segmento de los cincuentones muy distante. En tres de los ocho días bajo análisis hubo muertos de menos de 50 años. Cada jornada se despidieron uno o más adultos jóvenes, en aislamiento absoluto, sin la posibilidad de un último contacto con sus seres queridos. 

Pero apareció otro dato que merece ser valorado: en dos de los ocho días tomados como muestra, hubo varios fallecidos que no habían alcanzado a cumplir los 40 años. Se espera que la autoridad sanitaria explique estos decesos en las comorbilidades previas que tenía cada uno de los pacientes. Sin embargo, hacer hincapié en su condición de inmunodeprimidos, sería caer en el mismo error. Aligerar las consecuencias de la peste, se traduce luego en las calles.

El martes en Paren las Rotativas, el secretario de la Asociación de Clínicas y Sanatorios, Rodolfo Fasoli, dijo abiertamente que las terapias intensivas privadas están ocupadas en un 86 por ciento. Según Salud Pública, este jueves amanece con 216 internados en áreas Covid 19, de los cuales 109 están en áreas críticas y 53 están conectados a un respirador. La saturación del sistema está a la vista. Todas las previsiones quedaron cortas, básicamente porque el recurso humano es finito y se agota por la falta de descanso.

En este punto, nuevamente el pedido desesperado que hacen al unísono las entidades sanitarias públicas y privadas es reducir el nivel de circulación en las calles. Al menos hasta que pase el pico de la curva de contagios, cuya proyección todavía no fue confirmada oficialmente. Si no se hace por solidaridad con ellos, con los que están en la trinchera, que sea por simple instinto de supervivencia. Está probado, el Coronavirus no pide DNI. No se fija en la fecha de nacimiento.


JAQUE MATE