Entre la desesperación por los daños ocasionados por el viento Zonda y la indignación por los videos de las fiestas clandestinas en la Quinta de Olivos, se cocina un asunto estructural en San Juan que posiblemente no sea título de tapa por ahora pero lo será en el tiempo, independientemente de quien gobierne la provincia o el país. Es la naturaleza de toda inversión minera de gran escala: atraviesa las gestiones, se concibe y se incuba cuando las condiciones de mercado, jurídicas y políticas son favorables, pero una vez iniciado el proyecto difícilmente se detenga. Salvo, claro, que haya un tribunal en contra, como sucedió con Pascua-Lama. Pero no parece el caso de Josemaría, la gigantesca reserva de cobre que promete sacudir la modorra sanjuanina.

La empresa Lundin ya presentó el Informe de Impacto Ambiental, tras factibilizar el proyecto y hacer cuentas. Es negocio. Los precios internacionales de los commodities industriales están en alza. Hay buenas perspectivas en particular para el cobre como metal conductor, cuando el mundo entero avanza hacia una electrificación cada vez mayor. El mineral está, los números cierran. Solo falta ajustar algunos detalles que nunca serán menores, pero detalles al fin.

Por eso en la medida en que la provincia otorgue la Declaración de Impacto Ambiental (DIA), llegará el desembolso de unos 3.000 millones de dólares. En palabras del secretario general del sindicato jerárquico minero, Marcelo Mena, la inversión sextuplicará a la de Veladero. Sí: hay que pensar en un impacto económico multiplicado por seis. Además, unos 7.000 puestos de trabajo directos e indirectos, con salarios iniciales de 70.000 pesos en adelante. Las remuneraciones para los ingenieros y técnicos con mayor responsabilidad a cargo salta por arriba de los 250.000 pesos de bolsillo.

Solo citar estas cifras entusiasma. Así como la piedra basal en Veladero fue una bisagra porque la provincia entró en una nueva era, la de la gran minería metalífera, la construcción de Josemaría hoy equivale a un despegue que ninguna otra inversión podría igualar. Claro que nada es gratis. Será la primera mina con dique de colas de San Juan, por ejemplo. Esto no debería ser más que un dato técnico, asociado al método extractivo del metal. La provincia aprendió de mala manera que los controles no se pueden relajar jamás, porque cuando eso sucede, termina mal.

Otra lección de Veladero fue la necesidad de transparentar las licitaciones privadas, los concursos planteados para proveer bienes y servicios, para que efectivamente el dinero fluya por distintos canales y no termine en un selecto grupo. Cuando eso sucede, naturalmente se resquebraja la licencia social. Es todo lo opuesto al desarrollo sustentable.

El secretario de minería de Nación, Alberto Hensel, y el ministro de Minería de San Juan, Carlos Astudillo, coincidieron en una valoración: Josemaría equivale a la inversión más grande de Argentina por todo concepto. Gana en cualquier comparación, incluso con la industria pesada. Por eso esta nueva gallina de los huevos de oro -o de cobre, para la ocasión- generó alboroto en las provincias vecinas que curiosamente tienen políticas antimineras: La Rioja y Mendoza.

Hacia el norte y hacia el sur ya están vislumbrando buenos negocios con la explotación de cobre sanjuanina. ¿En La Rioja y en Mendoza no existe este metal? Por el contrario: está diseminado en distintos puntos de la Cordillera de los Andes. Si está del lado chileno, también está del lado argentino. La gran diferencia es que San Juan avanzó con legislación y estímulos a la actividad minera que tanto riojanos como mendocinos no pudieron o no quisieron. O bien prefirieron otra matriz productiva, con mejor prensa que la minería. Aún cuando tenga varios pecados de contaminación, como la explotación petrolera.

Hubo varios incidentes en Mendoza con el oro negro, pero el tratamiento fue bastante condescendiente, porque nadie en su sano juicio iría en contra de una de las fuentes de financiamiento fuertes que tiene la hermana rica de Cuyo.

Mendoza, que tiene alta tolerancia a los incidentes petroleros, mantiene vigente la ley 7.722, que directamente prohibe la minería a cielo abierto como se realiza en San Juan. La norma fue sancionada en la gestión de Julio Cobos y desde ahí en adelante cada gobernador que intentó modificarla, salió maltratado. Hay una resistencia social aparentemente irreversible. Entonces, como allá no tienen minería, vienen a hacer negocios a San Juan.

Algo semejante está sucediendo con La Rioja. El gobernador Ricardo Quintela se extralimitó cuando pidió regalías para su provincia, a pesar de que Josemaría está en territorio iglesiano. El absurdo tiene más política que argumentos. Por eso la Mesa de la Productividad de San Juan salió con un duro comunicado este miércoles. La Cámara de Comercio Exterior, la Cámara de la Construcción, la Cámara Minera y la Unión Industrial, no solo atacaron el planteo riojano sino que apuraron al gobernador Sergio Uñac para que haga todo lo que tenga que hacer.

Está claro que pedir regalías desde afuera es un disparate. Lo que los empresarios empiezan a divisar es un poco más tangible: la invasión de competidores de provincias vecinas antimineras, que traen todo de afuera y luego se llevan todo, también afuera. Esa es la pelea de fondo que apenas está despuntando. La gran diferencia con Veladero es que ahora hay experiencia. Hay capacidad instalada y mano de obra calificada. También hay antecedentes para evitar reincidir en los errores del pasado. O al menos intentarlo.


JAQUE MATE