La batalla imposible de Alberto
El presidente hizo un virtual relanzamiento político de su gestión en el Día de la Independencia. Utópica pretensión de cerrar la grieta.
En pandemia, no admite excepciones aquello de que cada uno deba quedarse en casa. O en su propia provincia, en el caso de este atípico Día de la Independencia. Por eso el presidente Alberto Fernández se vio impedido de mostrar la imagen que hubiese querido, con los 23 gobernadores más el jefe de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires a sus espaldas. Apoyado en la virtualidad, ofreció una postal bastante parecida, con una enorme pantalla de fondo, en la cual posaron los caciques provinciales de todo el territorio nacional, sin ninguna ausencia.
Sirvió de todas maneras ese montaje, completado con los principales referentes del ámbito empresario y sindical presentes en la Quinta de Olivos, para ofrecer una suerte de relanzamiento político de la gestión albertista. Tuvo esa impronta la ceremonia organizada con motivo de la fecha simbólica.
El presidente recordó su promesa de gestionar con los 24 gobernadores, dándole estatus equivalente a su "amigo" Horacio Rodríguez Larreta. Fue un dato relevante en doble sentido. Que Alberto tuviera la deferencia con el principal referente del PRO, por un lado. Y que el jefe porteño asumiera también ese vínculo explícito, a poquitas horas de que Mauricio Macri revoleara críticas libertarias en una videoconferencia con Vargas Llosa hijo, contra los presuntos excesos de la cuarentena. El expresidente otra vez agitó la bandera del régimen venezolano como supuesto rumbo de colisión frontal elegido por la Casa Rosada.
El mensaje de Fernández tuvo que entenderse en ese contexto. Y la presencia de Rodríguez Larreta también. El jefe porteño, hacia adentro de su fuerza partidaria, tomó distancia del temerario comunicado firmado por Patricia Bullrich, según publicó la prensa nacional. El PRO que tiene responsabilidad de gestionar, no admite patear el hormiguero con el solo efecto de generar furia. La coyuntura es lo suficientemente grave como para evitar esos ruidos innecesarios.
También estuvieron los radicales Gerardo Morales, de Jujuy, Rodolfo Suárez, de Mendoza, y Gustavo Valdés, de Corrientes. A ellos les cabe también el reconocimiento de haber respaldado políticamente al presidente este 9 de julio a pesar de que el titular de la UCR, Alfredo Cornejo, no solo firmó la nota acusatoria por el crimen de Fabián Gutiérrez, sino que amenazó con la insólita independencia de Mendoza.
Alberto hizo una referencia elíptica al bicentenario del Congreso de Tucumán, cuando Macri invitó al rey Juan Carlos de España y excusó a los patriotas por haberse escindido del imperio, debido a la angustia que deben haber sentido en 1816. "En los tiempos difíciles debe ser el coraje, no la angustia la que nos guíe", dijo Fernández para los intérpretes agudos.
"Todos, absolutamente todos estuvimos de acuerdo en que había que priorizar la salud", agregó en otro pasaje el presidente, poniendo dentro del "todos" a los mandatarios de Juntos por el Cambio. Vale inferir entonces que las protestas armadas los salpican a ellos también, aunque muchas veces los manifestantes no logren identificar ese detalle tan obvio.
"Me duele ver el odio porque nos posterga, nos paraliza", sostuvo Fernández. Aseguró que vino a cerrar la grieta, a gobernar en la diversidad no solamente de géneros sino también de las ideologías. Pero, por supuesto, esto es inviable si aparecen las posturas irreconciliables.
Igualmente en horas de la tarde hubo marcha y bocinazo por la libertad, en los términos expresados por Macri. También en San Juan se manifestó un grupo de ciudadanos identificados con el PRO. No son mayoría, a juzgar por la última encuesta de Rouvier & Asociados, según la cual el 74% de los argentinos siente "seguridad" por la forma en que el gobierno enfrenta al Covid-19. Y el 62,4% conserva una imagen positiva del presidente de la Nación. La curva es descendente, es cierto. Pero que tiene un enorme apoyo también es innegable.
Sin embargo esto no puede reducirse a una carrera boba de popularidad. Nadie gana, si la disputa se resuelve en quién grita más fuerte. Pero la grieta no entiende de razones. A algunos opositores no les sirve el acuerdo, mientras sacan cuentas para obtener ganancias de la peste. A algunos socios estratégicos del oficialismo tampoco les cierra la convocatoria al diálogo de Alberto. Lo tildan de tibio, le exigen mano dura. Entonces, la batalla se torna imposible.
JAQUE MATE