La carta de Cristina y la versión sanjuanina
Nadie en el arco político pudo permanecer indiferente al texto de la vicepresidenta. En el fondo se visibiliza la histórica tensión de herederos con predecesores.
El fenómeno que sucedió con "Sinceramente", su piedra basal para edificar la victoria electoral de 2019, se repitió esta vez con una carta abierta. "27 de octubre. A diez años sin él y a uno del triunfo electoral: sentimientos y certezas". Título largo para una pesada declaración política. Fue como una ley de la física: a cada estímulo de puño y letra de ella, corresponderá una andanada de reacciones. Nunca fue neutral, nunca le interesó el término medio. Siempre jugó a fondo, pagando el costo. Cosechando las adhesiones también.
Cristina se ha convertido en un centro gravitante de la política argentina con todo lo que ello implica. Alberto Fernández dijo públicamente que la carta de su vicepresidenta fue un gesto de respaldo. E hizo una interpretación correcta. Ella escribió que las decisiones son competencia estricta del presidente de la Nación. No hay margen para la tan promocionada "conducción bicéfala" que llegó hasta el agravio cuando tildaron de "títere" a quien conduce los destinos de la Nación.
Sin embargo, aquello de "los funcionarios que no funcionan", que también deslizó la vicepresidenta, retumbó en las galerías del Frente de Todos, una construcción política tan diversa como el peronismo. Un armado con tantos matices como fuera necesario para darle batalla electoral al Cambiemos de Mauricio Macri, Carrió y la UCR en 2019. A la crisis económica sobrevino la crisis sanitaria. Y la política fue sometida a un estrés prematuro, sin tiempo de gracia para el nuevo gobierno.
Cristina, a quien se le cuestionó su silencio durante tanto tiempo, reapareció con una declaración anclada en la coyuntura pero también con perspectiva histórica. Cuando ratificó la potestad de las decisiones en la figura de Alberto, implícitamente dijo que no todo lo que está sucediendo cuenta con su beneplácito. Incluidos "los funcionarios que no funcionan". Si esto es central para la gestión albertista o es apenas un rasguño, el tiempo lo dirá.
La vicepresidenta argumentó el poder presidencial que no admite doble comando, con una serie de antecedentes. Mencionó a Néstor Kirchner en 2003, cuando los detractores auguraban que sería un delegado de Eduardo Duhalde en la Casa Rosada. El patagónico no tardó en construir su propio esquema, partiendo de un magro 22 por ciento de votos. El bonaerense hoy convertido en profeta apocalíptico, terminó desplazado al poco andar.
De ella también se dijo que iba a ser un apéndice de Néstor en el despacho presidencial. Sin embargo, las gestiones tuvieron matices propios. En el seno del kirchnerismo surgió el cristinismo, como una expresión con identidad específica. Enfrentados con este sector fidelísimo, hubo peronistas que añoraban las épocas de Néstor y renegaban de los modos de Cristina. Gobernadores, intendentes, legisladores y sindicalistas se alinearon en uno u otro sentido.
Como fuere, la vicepresidenta continúa ejerciendo una voz que hace cimbrar los escenarios. Es, desde ese punto de vista, un condicionante incómodo para Fernández. O para cualquiera que hubiera ocupado su lugar como cabeza de fórmula. Pero no es un demérito de Cristina, sino una situación constante cada vez que intentan convivir los herederos con sus predecesores.
Las tensiones también han tenido su capítulo local. La convivencia entre Sergio Uñac y José Luis Gioja pasó de la identificación total y absoluta a un distanciamiento que sin disimulo fue creciendo, hasta eclosionar en la interna partidaria del 15 de marzo. La pandemia y la cuarentena se ocuparon de desviar la atención hacia cuestiones más urgentes.
Consultado en rueda de prensa, Uñac analizó la ruidosa carta de Cristina: "Dejó en claro que gobierna el Presidente", dijo concluyente. Plenamente consciente, se identificó con Alberto: "Yo lo digo como integrante del Poder Ejecutivo, no hay otro análisis de que quien gobierna, para bien o para mal, guste más o guste menos, tomando decisiones acertadas o equivocándonos como seres humanos, es el titular de Poder Ejecutivo".
No sonaron como palabras ensayadas, salidas de un laboratorio de marketing, sino como una genuina toma de posición. Uñac tiene contacto con el Instituto Patria como con todo el arco peronista a nivel nacional. Pero no es kirchnerista. Nunca impostó ese lugar. Logró relacionarse desde la necesaria convivencia para construir poder.
Pero su alineamiento está con la Casa Rosada, con con la Presidencia del Senado. Por ahora no es necesario optar. No hay una hipótesis de ruptura en el horizonte cercano, pese a los fantasmas que se agitan para acrecentar las diferencias -históricas, conocidas y reconocidas- entre Alberto y Cristina. Fernández necesita de los gobernadores y viceversa. Es parte del proceso todavía inacabado.
Uñac sabe de qué se trata. Él también debió mostrar autonomía en el sillón de la Gobernación. No fue gratuito, en absoluto. Con el correr de los años habrá nuevos capítulos, otros herederos buscarán abrirse camino. Cambiarán los nombres, pero se repetirá la pulseada.
JAQUE MATE