El intendente chimbero Fabián Gramajo pudo optar por hacerse el distraído y quedarse únicamente en el capítulo de los brillos y las 50.000 personas que avalaron el Carnaval 2020 en su municipio. Pero no. Eligió tener memoria y recordar el peor momento de su gestión, cuando apenas había arrancado su primer mandato y una bala impactó en una señora que estaba en la puerta de su casa, en Villa El Salvador, en pleno desfile de comparsas.

Fue ayer en vivo en Banda Ancha. Gramajo recordó hasta la hora precisa en que envió el mensaje con la decisión tomada. El Carnaval se suspendió de inmediato. El horror no permitía mirar para otro lado. La vida de María Burgueño se terminó seis días después. El dolor de su familia apenas comenzaba. El crimen quedó impune en la justicia.

Eran muchas cosas las que estaban mal con el carnaval chimbero. Pero la muerte de María fue el golpe que forzó la reflexión. No estaba bien que el desfile de carruajes y pasistas por calle Mendoza se iniciara justo frente a las Salas Velatorias Municipales. Y sin embargo nadie parecía notarlo.

Tampoco resultaba cómodo para la feligresía de la Parroquia de Nuestra Señora de Andacollo el paso de la manifestación pagana prácticamente superpuesto con la celebración de las misas los días domingos. De tan repetido, el cuadro de Biblia y calefón se mantenía año tras año sin alteración. Si alguien se había atrevido a mencionar la contradicción, lo había hecho en tono de susurro. Y dale que va.

Dos incongruencias, apenas un par de un abanico bastante más abarcativo, como la certeza de que una vez finalizado el carnaval siempre quedaban las secuelas en los frentes de los vecinos. Grupos instalados sin intención de moverse hasta bien entrado el día siguiente. Con algún trago de más, porqué no reconocerlo. Pero una suerte de cortina invisible parecía echarle un manto de piedad a todo aquello que no estaba bien. Y pasaba un año más.

Por eso la muerte de María se convirtió en un símbolo. Con su sangre pagó las décadas de negligencia. Pero no fue en vano. Su trágica desaparición física marcó a fuego la fiesta. La cortó en seco. Fue poner repentinamente los pies sobre la tierra para reconocer que un barril de pólvora necesita apenas una chispa para explotar.

La suspensión del carnaval en 2017 significó todo eso. No trascendió si estuvo en evaluación interrumpir indefinidamente esa tradición chimbera. Gramajo solo dijo que le pidió al gobernador Sergio Uñac un corsódromo, como escenario imprescindible para seguir adelante.

Y la decisión provincial estuvo. No solo fue el corsódromo sino el Costanera Complejo Ferial, a donde se trasladó la totalidad de la Fiesta Nacional del Sol desde el año 2019. Apenas dos años después de aquella muerte inexplicable en Villa El Salvador.

Hubo temores. Desconfianza. Pero finalmente el público volvió a acompañar. Y sí, claro, todavía están los que se mofan en redes sociales con tono xenófobo y hasta racista. Y sí, por supuesto, no hay razones que vayan a entender. Pero lo real es que, contra toda esa ola de discriminación, Chimbas se convirtió en el escenario de Marley y Valeria Mazza, de Luis Fonsi, Abel Pintos y Ciro y los Persas, de decenas de artistas sanjuaninos, de emprendedores de toda la provincia, de familias que colmaron cada noche esas gradas, apropiándose de un espacio que no hace mucho tiempo era un basural impenetrable, una boca de lobo que solo provocaba pavor.

Gramajo quiere que el complejo se popularice como el Predio de Chimbas. Que sea una marca para contrarrestar aquella otra mochila del Servicio Penitenciario, que sirvió durante tanto tiempo para asociar al lugar con el delito. Por supuesto los cambios culturales demoran generaciones. Nadie dijo que sería fácil. Pero finalmente, en algún momento, hay que empezar.

JAQUE MATE