A pesar de su enorme crecimiento en términos de contagios, la tasa de mortalidad del Coronavirus todavía por debajo del 2 por ciento en Argentina alienta no solo el relajamiento de la prevención sino también el debate absurdo. Por supuesto que la discusión es siempre bienvenida, más cuando se trata de una pandemia sin precedentes por la globalidad del siglo XXI. El problema es cuando la polémica se monta en la absoluta ausencia de sentido común.

Por supuesto, para cuestionar ya no la administración de la pandemia sino la autenticidad de la peste, hay que ampararse en la filosofía de "a mí no me va a tocar". Si una persona se siente a salvo de la muerte, porque en definitiva es una enfermedad de pocos muertos en Argentina, entonces tiene sustento que patalee contra las medidas de aislamiento o distanciamiento. En esa estantería de valores, la vida del adulto mayor y de las personas que tienen alguna depresión inmunológica están en los estantes de abajo.

Podría interpretarse como puro darwinismo, con perdón del enfoque ligero. La supervivencia del más fuerte o del más apto es suficiente, aunque el costo sea la deshumanización total. Se puede prescindir del más débil y que el mundo siga girando. Si los fallecidos serán menos del 2 por ciento, entonces la mayoría está sometida a un régimen asfixiante inútilmente. Es decir, las medidas restrictivas no tienen justificación. Desde ese punto de vista, las decisiones de Gobierno deben tener segundas intenciones. Son un ataque gratuito a las libertades individuales, un atropello a la República y a las instituciones.

Este berrinche le da sustento a las movilizaciones en celeste y blanco. Pero también dan lugar a las cinco fiestas clandestinas que se detectaron este fin de semana en San Juan. Todo mal.

¿Significa esto que la cuarentena deba extenderse hasta la eternidad? De ninguna manera. Llevar la discusión a ese nivel sería torpe. Pero aún esa pregunta básica, tuvo respuesta la semana pasada. En el transcurso del primer semestre de 2021 Argentina tendría las primeras dosis de vacuna para empezar a inmunizar a la población. Entonces, gradualmente se podría retomar alguna normalidad más parecida a la que alguna vez experimentó el ser humano.

Y será la vacuna de Oxford, no la rusa ni la china ni ninguna otra que pudiera ofender a los sectores libertarios del arco político. Esas dosis se fabricarán en conjunto entre Argentina y México para toda Latinoamérica menos Brasil. Es oficial. Entonces no hay más argumentos para hablar del enamoramiento de la cuarentena.

Tampoco es cierto que haya una economía por cuidar. La situación argentina llegó a un extremo terminal. Requiere de resucitación. El acuerdo con el grueso de los bonistas es apenas el primer paso, rumbo al siguiente, que será la renegociación con el Fondo Monetario Internacional. Y ni siquiera eso será garantía de nada. El mundo cambió y aunque abundan las teorías, la pandemia obligará a revisar todos los papeles. La inflación cae en las mediciones del INDEC pero también en las privadas, aún con una emisión monetaria récord. El futuro es un gigantesco signo de interrogación.

La economía no puede quedar a la banquina, pero tampoco justifica la parada anticuarentena. La reacción social de grupos contra el aislamiento y el distanciamiento parte de una convicción que no se cuenta en dinero o en productividad. Es un principio mucho más profundo, que desprecia la muerte ajena. Y que se siente a salvo, por supuesto.

En ese carril, pueden cometerse actos imperdonables. Frente al deceso de un niño de cinco años en Neuquén tras la ingesta de dióxido de cloro, el Ministerio de Salud de la Nación advirtió lo que el sentido común indica: que es muy peligroso tomar ese químico. No ayuda en el combate al Covid-19 y, por el contrario, puede causar irritación en el esófago y estómago, dolor abdominal, náuseas, vómitos, diarrea e intoxicaciones severas como graves trastornos hematológicos, cardiovasculares y renales.

La misma cartera sanitaria cumplió con difundir el reporte diario de Coronavirus en Argentina este domingo por la noche, según el cual 66 personas murieron en las últimas 24 horas. Menos de 100, por lo tanto hubo un descenso con respecto a los números de jornadas anteriores. Sin embargo, hablar de fallecimientos a través de una tabla de Excel es cuanto menos ofensivo. El mismo parte indica que 6 de cada 10 nuevos casos positivos de Covid-19 en el país son por circulación viral comunitaria. De las 24 jurisdicciones, contando la Ciudad Autónoma y las 23 provincias, 14 ya tienen el germen en sus calles.

Pero son números fríos. Pura estadística. Ha llegado el momento de ponerle una cuota de humanidad a la calculadora. Menos gráficos de barras y más rostros. Posiblemente en ese momento, se quiebre la fantasía de sentirse a salvo.


JAQUE MATE