Sería pecar de inocente, entender que solo les interesa a los peronistas que Alberto Fernández sea presidente del PJ. Es cierto que lo que pase dentro de un partido político le incumbe a los afiliados. No menos cierto es que se trata del presidente de la Nación y que toda jugada estratégica de esta naturaleza tendrá impacto global, incluso en el despliegue de la gestión.

Le ocurrió a Sergio Uñac a principios de este atípico 2020. El gobernador decidió apostar todo para retener la conducción política del PJ frente al desafío interno que le planteó José Luis Gioja. Terminó resolviéndose en una proporción 70-30 a favor del pocitano. Salió fortalecido, pudiendo haber salido deteriorado y debilitado apenas iniciando su segundo mandato en el Poder Ejecutivo Provincial.

El PJ argentino renovaría sus autoridades en noviembre, si la pandemia lo permite. El sanjuanino Gioja dejará el cargo que ocupó en los años más difíciles, cuando el partido incluso fue intervenido por la justicia en plena administración macrista. El viernes pasado en una reunión de Consejo Nacional, el actual diputado reveló que decidieron ofrecerle a Alberto la presidencia del partido, entendiendo que esto facilitaría llegar a una lista de unidad.
 
"Nosotros no podemos estar divididos de ninguna manera", apuntó Gioja vía Zoom con referentes de todo el país. Las tensiones internas del peronismo podrían socavar la base de sustentación política de Fernández, mientras la oposición endurece las críticas en un año marcado por la pandemia y los resultados negativos.

Dos días después, el domingo, Uñac manifestó su apoyo a Alberto para conducir el PJ Nacional. "En este momento nuestra mirada debe estar puesta en la unidad", sostuvo el gobernador sanjuanino en su cuenta de Twitter. Se puede percibir claramente la preocupación por evitar las fisuras internas que eclosionan semanalmente. El Frente de Todos obtuvo la victoria merced a una construcción plural que reunió en una misma mesa a Cristina Fernández, Sergio Massa y los gobernadores. Ese colorido abanico es también el punto crítico.

Tiempo atrás un histórico dirigente del kirchnerismo sanjuanino confesó en una conversación reservada su mayor preocupación. ¿Qué pasará el día que no esté la pandemia? Al no haber una causa común, ¿serán capaces de mantener la concordia y dejar de lado las mezquindades? ¿O empezarán los enfrentamientos frontales en el Congreso, con dos conducciones tan disímiles como la de Cristina y Massa?

Es un temor reconocido. En voz baja, pero reconocido. Los intendentes vertebrados en la Federación Argentina de Municipios (FAM) también están acompañando este operativo clamor para que Alberto se ponga a la cabeza del PJ y ejerca el liderazgo político necesario para ordenar a la tropa. Aún a los más díscolos.

"Están dadas las condiciones para que Alberto Fernández sea presidente del PJ", dijo desde el aislamiento domiciliario el intendente de Chimbas, Fabián Gramajo. Los referentes del movimiento nacional y popular esperan tiempos turbulentos. Llega un fin de año que como todos, pondrá las emociones a flor de piel. Mucho más en un 2020 que puso la vida y los proyectos en pausa por el Coronavirus, generando grandes pérdidas y alta frustración.

Sin embargo, la coronación de Alberto como jefe del PJ también tendría sus costos. La diversidad del Frente de Todos trae otros roces aparejados. Recelos entre los distintos partidos socios. Si el peronismo se queda con el presidente de la Nación, el resto podría interpretarlo como un gesto de vacío. Como un acto de rendición y hasta de subordinación.

Con una lógica similar, Néstor Kirchner solo aceptó presidir el PJ entre el 11 de noviembre de 2009 y el 27 de octubre de 2010. Menos de un año. Fue precedido y sucedido por Daniel Scioli, por entonces gobernador de la Provincia de Buenos Aires. El patagónico nunca renegó del peronismo, por el contrario. Pero su pragmatismo lo llevó a ponerse por encima del partido, como líder natural de un espacio mucho más diverso. De ahí en adelante surgió la transversalidad con los radicales. Fue como se cerró la fórmula presidencial 2007 con Cristina y el mendocino Julio Cobos. El operador protagónico de este pacto fue Alfredo Cornejo, aunque no figure todavía en los libros de historia.

Pero el estilo de conducción era muy diferente. El contexto también. Alberto no es Néstor y viceversa. El peronismo intentará edificar un acuerdo de mutua conveniencia. Para Fernández, será ponerse a la cabeza de una estructura sin la cual no podría gobernar. No en los tiempos tormentosos que atraviesa. Pero al mismo tiempo significaría generar otro esquema de relaciones con los otros integrantes del espacio. Y con puro peronismo no alcanza. Lo entendió el General y lo explicó sobradamente.

Y aún después de este recorrido, habrá quien se pregunte qué importancia tiene la presidencia del PJ. ¿A quién puede interesarle más allá de la mesa de café, cuando la economía atraviesa un periodo dramático y la pobreza alcanza a 4 de cada 10 argentinos? Podría hasta cuestionarse el malgasto de energía en una pequeñez de la política partidaria. Sin embargo, es mucho más que una anécdota.

Fernández necesita más que nunca construir poder. Genuino. Suyo. No prestado. Si el camino correcto es a través del PJ, solo él lo sabrá. Hay dos sanjuaninos que supieron estar enfrentados que ahora coinciden. Y lo están esperando.


JAQUE MATE