Hay varias maneras de valorar la visita del presidente Alberto Fernández este martes a San Juan. La primera de ellas, la más evidente, es la que se cuenta en millones de dólares para obras urgentes y para el estímulo de la producción. Por ambas vías el efecto inmediato es la generación de empleo, el pago de salarios y una innegable inyección de fondos por fuera de la coparticipación que llegarán en cascada. Pero esa sería la lectura más superficial, aunque no por ello menos importante. Hay otras capas que vale la pena recuperar para el análisis.

Difícilmente Fernández hubiera recordado con tanto detalle los diques Caracoles y Punta Negra si los hubiera visto a través de una pantallita de Zoom. No. En su trayectoria como jefe de Gabinete de Néstor Kirchner primero y Cristina después, le tocó venir varias veces a San Juan y seguir de cerca los malabarismos que hubo que desplegar en 2003 para desanudar las represas paralizadas. Estaban bloqueadas por una cantidad de juicios cruzados. Y el río, bien gracias. Desviado allá arriba, esperando la próxima creciente lo suficientemente importante como para provocar un desastre aguas abajo.

Cuando el presidente se ensució los zapatos con la tierra de El Tambolar, seguramente habrá revivido un poco aquellas experiencias en las que aprendió acerca de la escarpada geografía montañosa sanjuanina. Seca, a niveles saharianos. La pandemia le puso distanciamiento a todo por protocolo, para cortar la fatídica cadena de contagios. Pero la virtualidad tiene límites infranqueables. El monitor jamás podrá sustituir la sensación del pedregullo debajo de las suelas. La evocación misma de la historia.

Sergio Uñac y Alberto Fernández este martes 15 de septiembre en la obra de El Tambolar.

Alberto recordó todo. Caracoles, Punta Negra y Tambolar como tercer dique necesario en el plan de aprovechamiento hídrico del Río San Juan. Inmediatamente abrió esa caja de memorias y con fluidez de docente, remató con una frase que fue título: "De Néstor hasta aquí siempre hemos pensado en ayudar a San Juan".

Habló de la necesidad de que Argentina se desarrolle "al unísono", quebrando esas asimetrías que durante décadas expulsaron los sueños del interior engordando las miserias del conurbano bonaerense. Las oportunidades siempre fueron para algunos y el mérito nunca alcanzó cuando las puertas se cerraron. Es un discurso clásico, algo gastado, pero aún vigente básicamente porque alude a un problema que todavía no se resolvió.

Luego en la conferencia de prensa admitió que "la coparticipación es un tema que en algún momento tendremos que rediscutir", pero sin que esto signifique desfinanciar a la Nación, porque carga en sus espaldas con el pago de las jubilaciones, entre otros compromisos indelegables. Alentó el túnel de Agua Negra, es verdad, pero nunca lo puso por encima de otros proyectos de integración binacional con Chile. Reconoció que la Ley de Glaciares "tiene una suerte de laguna" y que llevará un tiempo dar la respuesta que están reclamando los inversores mineros.

Frente al público disperso en el auditorio Eloy Camus, Fernández habló finalmente de Domingo Faustino Sarmiento. Fue casi como un tema imposible de esquivar, por tratarse de San Juan y de septiembre, apenas cuatro días después del Día del Maestro. Contra los románticos del progresismo de centroizquierda, confesó "una enorme admiración" por el prócer sanjuanino. 

Deseó que todos los liberales fueran como Sarmiento o Alberdi porque en definitiva siempre pugnaron por la igualdad de oportunidades. Eso que tiempo después quedó sintetizado en el guardapolvo blanco, hoy colgado en una percha, mientras transcurre la pandemia y la educación sigue sometida a una pantallita de celular.

La virtualidad es el camino de los tiempos que corren. Es el salvavidas en un mar de aislamiento y distanciamiento y aislamiento otra vez. Pero la experiencia sensorial, venir aquí a 1200 kilómetros de las luces de Buenos Aires a cargarse de tierra del desierto y polvillo de moreras en floración, siempre será conveniente. Ventajoso para los gobernados que dependen de las decisiones que se toman allá, lejos junto al puerto.

Sea como dijo el goberandor Sergio Uñac, que "esto es construir un país federal en serio". O no tanto. Sea simplemente un viaje y una serie de anuncios. Siempre habrá ganancia cada vez que un presidente venga a revivir su historia con San Juan. Y la tenga presente, fresca, la próxima vez que tome la lapicera.


JAQUE MATE